NOTA DE TAPA
La sanción de la ley que crea un proceso de Promoción Especial de Protección Patrimonial le puso freno a la piqueta en un amplio sector de la ciudad. También mostró que el patrimonio ahora es política y que hay que aprovechar para lograr catalogaciones de edificios.
› Por Sergio Kiernan
Terminó la notable semana en que se festejó que la Legislatura porteña escuchara a los vecinos que representa y sancionara una ley patrimonial que es imperfecta y parcial pero también la más amplia jamás vista en Buenos Aires. Es una oportunidad que hay que aprovechar: por un año no se puede demoler a la bartola en un amplio sector de la ciudad y, todavía más importante, se creó el ambiente político para que los ciudadanos podamos pedir que se cataloguen edificios. Esta edición especial de m2 contiene los elementos necesarios para que cada uno ejerza sus derechos como ciudadano y pida al Ejecutivo que catalogue los edificios pedidos. Como reaseguro, conviene repetirle el pedido a la misma Legislatura, en una dirección que acaba de ser habilitada especialmente por su Comisión de Patrimonio. Y usando el “cc” del mail, también enviarlo a Página/12, para publicar los pedidos de los vecinos.
Todo ciudadano tiene derecho a pedir que se catalogue un edificio por razones de su valor como pieza de arquitectura, su antigüedad, su historia, el renombre de sus ocupantes de antaño o de hoy, o simplemente porque es importante para la comunidad. Lo difícil, ya se sabe, es lograr que la pesada maquinaria del Ejecutivo porteño se ponga en marcha. Supuestamente, el gobierno de nuestra ciudad tiene que recibir el pedido, realizar una rápida constatación del valor del edificio y enviar el trámite a la Legislatura para que se pase una ley catalogando edificios, de a uno o en grupos. En concreto, el gobierno porteño hace poco y nada, porque el tema patrimonio no estaba politizado y era más fácil hacer la plancha. Esto es lo que acaba de cambiar y lo que hay que utilizar para salvar nuestra ciudad.
Hay dos maneras concretas de pedir una catalogación. Una es ir a la página de la Dirección General de Patrimonio de la Ciudad, www.dg patrimonio.buenosaires.gov.ar y clicar en una cajita naranja titulada “Relevamiento de parte del vecino”. Allí aparece un largo formulario con todo tipo de preguntas sobre el estado y características del edificio, con la posibilidad de pegar una foto si uno es ducho en estas cosas. El formulario, como todos los formularios, parece obligatorio. Pero no lo es: es simplemente una lista de preguntas muy larga, que no hay por qué contestar entera.
Otra manera de pedir una catalogación es simplemente mandar un e-mail o una carta física pidiéndola y listo. Si el edificio que se pide catalogar está en el polígono del Paisaje Cultural o en las listas que menciona la ley –polígono y listas que se reproducen en los recuadros de estas mismas páginas– se puede pedir que se catalogue el bien “En los términos del procedimiento de Promoción Especial de Protección Patrimonial” que sancionó la Legislatura. Si el edificio está en cualquier otro lugar de la ciudad, basta pedirlo y listo.
Lo esencial en el pedido es que sea claro: hay que poner que se pide la catalogación. Hay que poner la dirección correcta y exacta: no vale poner Humahuaca al 200. Si el edificio tiene más de una puerta, conviene poner el número de cada puerta. Y la frutilla en el postre sería mandar una foto donde se vea el lugar, que no necesita ser de enorme claridad –valen las de celulares– mientras se vea de qué se trata. Supuestamente, el Ejecutivo porteño luego hará su foto para la carpeta del trámite.
Si uno tiene tiempo y ganas, y si conoce el edificio, todo dato ayuda. En Buenos Aires hay muchos edificios firmados por su autor en el mismo frente, y esa firma puede ser una buena segunda foto que aporte a darle fuerza al pedido. Si uno sabe algo más del edificio –que ahí vivió un artista o político, que ahí se fundó alguna sociedad, que ahí ocurrió un evento histórico– vale agregarlo, pero no es obligatorio. Estos parámetros valen tanto para edificios privados como públicos.
Conviene siempre comenzar por edificios chicos, por el simple hecho de que son más fáciles de demoler. Una casa particular tiene un solo dueño, por lo que la operación de comprarla y destruirla se simplifica. Un edificio de departamentos –vivienda colectiva o multifamiliar, en la jerga– es más difícil porque hay que comprarle a mucha gente, lo que hace todo más caro y complicarlo; son edificios que duran más.
De ninguna manera el estado del edificio es eliminatorio. De hecho, un edificio en mal estado corre más peligro, sobre todo si está abandonado u ocupado. Es más fácil que caiga ante la piqueta que uno entero y sano. Entre más viejo, mejor, ya que quedan pocos edificios del siglo 19 y poquísimos de siglos anteriores, lo que les da un valor histórico particular.
Un consejo: arrancar por un edificio que dolería en el corazón ver desaparecer. Foto, unas líneas de texto y a mandar el mail. Lo mismo vale para grupos de edificios, que en jerga se llaman “conjuntos” y que pueden ser descriptos como “el conjunto de casas particulares de estilo inglés de la cuadra del xxxxxx de la calle XXXXXX en Caballito”. En un caso así, o en el de por ejemplo un pasaje o del paisaje de edificios que rodea una plaza, conviene agregar una foto más amplia, que muestre el lugar además de cada casa que se quiere catalogar.
Cuando se tiene lista la foto y el textito, hay que enviárselo al Gobierno porteño a dos direcciones. Primero, a la dirección General de Patrimonio en [email protected]. Luego, copiado a la Subsecretaría de Planeamiento Urbano a [email protected]. De esta manera, lo reciben todos los implicados, el Ministerio de Cultura y el de Planeamiento.
Para asegurarse de que alguien controle que estos ministerios hagan algo al respecto, conviene copiar a la Comisión de Patrimonio de la Legislatura, que creó esta semana especialmente la dirección [email protected]. Y para terminar de publicitar la idea, mándelo a este suplemento a [email protected]. Así no quedarán dudas de qué se está pidiendo proteger.
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