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Sábado, 5 de enero de 2008

Convenio en Rosario

Una torre de trece pisos se va a retirar 18 metros del frente para preservar una casona de 1910 y una cuadra muy coherente, y le servirá de hall a un hotel. Ventajas de un gobierno claro.

La ciudad de Rosario se movió rápido y evitó un desmán grave a su patrimonio. La construcción de un hotel no sólo iba a significar la pérdida de una casa de alto valor patrimonial sino además perder una línea de edificación armoniosa, de las pocas que le quedan a la ciudad. Una legislación apta y sobre todo una actitud decidida del gobierno local lograron evitar males mayores.

Rosario tiene una Lista de los 2200, como llaman por allá al Inventario de Inmuebles Patrimoniales de Rosario. Estos edificios, con mayor o menor medida de protección individual, no pueden destruirse a la bartola, una aspiración que los porteños logramos apenas a fines de noviembre con la sanción de la ley especial de patrimonio. Pero lo que más caracteriza a la ciudad frente al Paraná, y la distingue de ésta a orillas del Plata, es que su gobierno tiene mucha más decisión para custodiar el patrimonio edificado.

La demolición iba a ser en la calle San Lorenzo al 1500, una cuadra que todavía mantiene casi completas sus alturas y buena parte de sus edificios originales, básicamente un conjunto anterior a 1930. En el 1528 hay una vivienda en estilo Art Nouveau español, con fuerte influencia del Modernismo catalán, paradójicamente firmada por el inglés Hillary Boyd Walker en 1910. Este arquitecto inmigrante se aquerenció y se adaptó al gusto argentino, e hizo una larga carrera en Rosario, donde construyó entre otras cosas el Palacio de Tribunales, una obra notable frente a la Plaza San Martín.

Esta casa particular de planta baja y primer piso, exactamente a la misma altura que sus vecinas, preserva interiores muy finos, su ornamentación completa de fachada y un tesoro: un notable vitral de Salvador Buxadera, dueño de la mejor vitralería de la ciudad. Esta pieza en particular es muy jugada en el estilo modernista y lleva la firma del empresario de la construcción, que proveyó los vitrales de la Bolsa, del Hotel Italia y de vaya a saberse cuántas casas particulares de Rosario.

Todo esto iba a caer destruido para ser reemplazado por otro bodoque funcional y hormigonudo firmado por el arquitecto Alvarez pero pensado como en franchise –Alvarez y su estudio ya son al diseño lo que McDonald’s es a la comida–. Pero intervino el Programa de Preservación de la ciudad, que firmó dos convenios con la constructora para que la casa se salvara casi íntegramente.

Como explicó la arquitecta María Laura Fernández, que dirige el Programa de Preservación, a Rosario/12, un factor que facilitó todo es que el terreno donde se alza la casa tiene 45 metros de fondo. La casa en sí seguirá casi intacta, con sus interiores puestos en valor y su vitral preservado, y la torre de 13 pisos comenzará a 18 metros de la línea del frente. La casa será el hall de entrada del hotel-condominio y pese a que los socios de Alvarez a cargo de la obra ya comentaron ideas ñoñas como pelar las bovedillas para dejar a la vista el enladrillado, seguirá en pie. El retiro de casi veinte metros también permitirá que tanto hormigón no rompa tanto la línea tradicional de la cuadra.

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