Sábado, 12 de enero de 2008 | Hoy
LAS OBRAS DE PAULA LEAL
En Chile la crin de caballo sirve para dar vida a bellos objetos que en los últimos años se revalorizan con una mirada contemporánea. Las piezas de la arquitecta Paula Leal son un ejemplo de lo que se puede hacer con este original material del poblado de Rari, que es una joya en sí misma.
Por Luján Cambariere
Cuando los ojos se posan en los mil y un colores vibrantes y contrastados de una de las artesanías chilenas más típicas, uno nunca imagina que el origen sea la crin de caballo. Sí, así de simple y raro. Más aún, cuando en tren de su puesta en valor y rescate, son diseñadoras con su mirada contemporánea las que utilizan esta materia prima tan leve pero a la vez versátil para dar vida a nuevos objetos. Sobre todo, bellos y originales accesorios –prendedores, pulseras, collares y aros– como es el caso de Paula Leal, de profesión arquitecta (estudió en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso) y diseñadora por vocación que saliéndose de las tradicionales piezas figurativas (muñecas, flores o libélulas) reinventan esta original y sutil artesanía.
El pequeño poblado precordillerano de Rari se ubica a 20 kilómetros al este de Linares, en la VII región. Y de algún modo es el que le presta el nombre a la artesanía, ya que es una de las primeras (si no la primera) localidad en que se produce esta expresión artesanal típica chilena. “Esta minuciosa y trabajosa técnica se remonta a 200 años, en los tiempos en que las mujeres iban a lavar la ropa a los esteros cercanos a sus hogares. Es allí donde varias de ellas se encontraron con raicillas de álamo cercanas al agua, dándose cuenta de que éstas eran posibles de tejer y confeccionar con ellas pequeñas figuras. A medida que desarrollaban la técnica de su tejido, reemplazaron las raicillas por la crin de caballo, que resultó ser más dúctil y requería menor preparación. Luego, agregaron una fibra vegetal traída de México, llamada ixtle, usada como fibra estructural entre la cual se entrelaza la crin, logrando un tejido más resistente y volumétrico. El procedimiento de trabajo, traspasado de generación en generación, comienza con el lavado y desengrasado del pelo del caballo con detergente. Luego éste se blanquea y hierve en agua con sal. Posteriormente es teñido con anilinas industriales, aproximadamente unos quince minutos, luego se enjuaga y se deja secar a la sombra. Finalmente las maestras manos de artesanas logran producir un sinnúmero de figuras, que se rematan con aguja y tijeras, dando vida a pequeñas flores, mariposas, brujas, sombreros y cestos, entre otros”, resume Leal.
“Siempre me interesó el diseño. He podido experimentar con materiales de forma autodidacta y también he incursionado en el diseño de muebles. Con el rari empiezo de forma casual. Se me ocurrió diseñar un mural de círculos tejidos en crin para colgar en mi casa. Durante un buen tiempo estuve tratando de contactar a alguna artesana que le interesara experimentar con algo así, hasta que a través de un artículo en un diario, la encontré. La señora Alba Sepúlveda es una artesana originaria de Rari, que vive en Santiago y que aprendió de su madre el arte del tejido en crin. Le propuse hacer el mural, y con ello comenzaron largas conversaciones de las proyecciones de esta técnica. Cuando realmente me encuentro con el potencial tridimensional de este material y con las miniestructuras que con la crin se pueden lograr es cuando diseño una adaptación en crin de un broche que recibí de Alemania. Esa fue la primera vez que empecé a ver el tejido en crin como material de diseño de objetos abstractos y tridimensionales, diferentes de los motivos figurativos que inundan este tipo de artesanía”, cuenta. A partir de ese momento, Leal comienza a diseñar diversos objetos abstractos, los cuales asoció a broches o prendedores, ya que según ella se ubican entre los objetos más escultóricos y los utilitarios. “En los broches la libertad de formas es total y la escala es perfecta para el tipo de estructuras que pueden soportar. Mi apuesta entonces tiene que ver con la libertad de formas, en un material que se ha valorado últimamente gracias a su mezcla con metales como la plata, pero que en sí mismo guarda infinitas posibilidades”, remata. En la actualidad, Leal trabaja con dos artesanas originarias de Rari. Mujeres que han aprendido el oficio de sus madres o de otras mujeres del poblado. Con ellas, en un futuro cercano, aspiran a incursionar en el mundo de las instalaciones y así aumentar la escala de los accesorios para acercarse a la de los objetos. Siempre movidas por la experimentación en pos de dar nuevo aliento al material que, además de original, tiene mucho potencial.
Paula Leal: [email protected]
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