Sáb 16.02.2008
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GALERíA GüEMES

A través del espejo

Una buena noticia: el espacio principal de la Galería Güemes, el formidable pasaje cubierto por un cañón corrido puntuado de cúpulas, bronces y mármoles, está terminado. El que ame la calidad y la belleza puede ahora disfrutar de esta obra maestra de Gianotti libre de andamios, con sus murales restaurados y repuestos, sus metales brillantes y su iluminación completada. Y de una sorpresa espejada que permite volver a ver el espacio original perdido hace años en un incendio y una reconstrucción de pésima categoría.

La Güemes es uno de los buques insignia de la época en que nuestra ciudad se puso imperial. Argentina compraba tesoros de arte, importaba tecnologías y buen gusto, construía palacios cívicos públicos y privados. Gianotti construyó esta galería en 1915 para un consorcio que unió dos terrenos en Florida y en San Martín –en la manzana que completan Mitre y Perón– y logró un ejemplo de modernidad ecléctica, un rascacielos con proporciones clásicas, un poema de interiores espléndidos.

El edificio fue de los más grandes y famosos, pero el bichito de la modernidad lo hundió en el desprecio, el descuido, el vandalismo y los robos de sus muchas piezas históricas. Para peor, el frente sobre Florida sufrió un terrible incendio en plena era del hormigoncito y los techos de altura mínima, y cuando se reconstruyó el edificio desapareció el gran arco de entrada. Y con eso desapareció, en lo visual, la galería.

Estas tristezas siguieron hasta 2004, cuando un hombre inteligente, Fernando Bertello, se hizo cargo de administrar el lugar. Con buen ojo, supo que la manera de devolver valor y marca a las Güemes era restaurando su gloria arquitectónica. Bertello lleva cuatro años en esta tarea de amor junto al arquitecto Reynaldo Lemos.

Hoy, el edificio es un atractor irresistible de porteños y turistas, que la recorren todo el tiempo y se hacen fotos frente a sus grupos escultóricos. Ya están listos el teatro Piazzolla, varios ámbitos olvidados de la torre –como su restaurante cubierto de vitrales, que supo ser un mirador privilegiado– y muchas oficinas, ya que Bertello impuso que cada inquilino nuevo debe aceptar pisos de madera descubiertos, alturas de techos originales y divisorias no permanentes que no dañen los muros.

La atención, claro, se concentró en la galería en sí, una muestra notoria de ese Art Nouveau tardío y manierista que usaba Gianotti, mezclado con estilos bizantinos, esculturas en bronce y mármol, y luminarias modernistas, todo inscripto y controlado por proporciones impecablemente clásicas.

Y esta semana bajaron los últimos andamios y se puede ver otra vez lo creado por Gianotti en todo su esplendor y luz. La sorpresa de Bertello y Lemos fue encontrar una solución al problema del tramo final hacia Florida, literalmente obstruido por varios pisos de oficinas orgullosos de su hormigón. Ahora se ve un gran espejo montado sobre una estructura de aluminio hecha a medida, que refleja la galería restaurada y le vuelve a dar las proporciones originales, de un modo virtual.

O sea que estamos todos invitados a hacer de turistas en este ámbito hermoso y recuperado, que tenemos la suerte de poder usar. La Güemes se merece una visita urgente e inmediata, para ver una lección de cariño, buen gusto y arquitectura de primer orden.

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