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Sábado, 12 de julio de 2008

CON NOMBRE PROPIO

Pinta tu aldea

A través de la técnica del stencil, artistas y pobladores de un barrio periférico de San Pablo ensayan, desde el proyecto Jamac, un conjuro contra la exclusión y la marginalidad.

 Por Luján Cambariere

Quienes gustan del stencil (porque en esto es cierto lo de tener habilitada o no la mirada para percibirlos en la calle) sin dudas les acreditan muchas virtudes. En principio, la posibilidad expresiva que proponen desde una técnica sumamente económica (un aerosol y una plantilla recortada construida con viejas radiografías), además de otras cualidades como ser sumamente atractivos, provocadores, democráticos, seriados, instantáneos, generalmente anónimos y nacidos de prácticas colectivas. En tiempos de contaminación visual abrumadora, además, ellos permiten que muchos alcen sus manos y tomen las paredes por asalto, imprimiéndoles de la forma más directa y sencilla su impronta. Así lo entienden desde el Jamac, Jardim Miriam Arte Clube, un espacio donde un grupo de artistas, diseñadores y stencileros, junto a los vecinos del barrio, se ocupan de aplicarlos en todo lo que pueden. Paredes, muros de escuelas, plazas, contenedores de basura y, sobre todo, los interiores y exteriores de las propias viviendas donde artistas y moradores son los protagonistas de un cambio producido a través de estas intervenciones artísticas. Un trabajo mancomunado que busca a través del debate y el arte (suman otras actividades políticas y culturales como el café filosófico, donde cada sábado invitan distintos profesionales, sociólogos, científicos, antropólogos) en pos de mejorar la calidad de vida de uno de los barrios de la periferia sur de San Pablo más densamente poblados, violentos y marginales. La mentora de este espacio en una ciudad donde, como sucede en Buenos Aires, esta rama del street art ostenta a algunos de los más destacados exponentes internacionales, es la pintora Mónica Nador, quien amplía para m2 junto a su mano derecha, uno de los miembros más jóvenes y activos, además de un talentoso stencilero por el que conocimos el proyecto, Paulo Meira, la original iniciativa.

BELEZA PURA Y RENDA

Artista de la generación de los ‘80, Nador deja de producir sus bellísimas pinturas a partir de 1994 (cabe aclarar que era y es muy reconocida en el sistema de arte de Brasil) para retirarse en una especie de autoexilio durante diez años. Al final de este período de reflexión resurge con este proyecto dirigido a la sociedad en una reacción al arte que se quiere inmune ante la realidad circundante. “Una concepción estética realizada con vistas a oponerse a la escisión arte-comunidad. Lugar de encuentro entre arte y vida, estética y política, artista y sociedad”, dirá a su tiempo. O como explica en uno de sus artículos el proyecto: “El Jamac tiene como finalidad luchar contra la exclusión social; desarrollar la conciencia crítica y trabajar la noción de ciudadanía de las personas que viven en el barrio Jardim Miriam, constituyéndose como centro de trabajo de arte social, donde artistas interesados puedan desarrollar esa actividad; sacar a las artes plásticas del circuito protegido de ‘las artes’, explorando efectivamente su potencial transformador”. Así, la asociación apunta a esos pequeños, grandes, cambios. Ser un espacio para el entretenimiento, el aprendizaje y la producción, desde una belleza más que para ser mostrada, para ser compartida como soporte de una vida en común.

–¿Existe un hecho puntual que hace que cambies tu visión del arte?

Mónica Nador: –Haciendo una maestría, leí el texto de Douglas Crimp, “El fin de la pintura”. Un escrito que es una paliza para los pintores. A la par fui invitada a realizar un mural en el MAM de San Pablo. Y entonces resolví salir a la calle. Sentí que estaba desperdiciando materiales haciendo pinturas lindas en paredes dentro de un museo para que estuvieran expuestas seis meses y después fueran a un depósito. Sobre todo en un país tan injusto, no tenía mucho sentido.

–¿Cómo llegás a Jardim Miriam?

M.N.: –Fui a trabajar en una asociación del barrio. Me quedaría un año, pero fui despedida a los tres meses, como suele suceder con muchos proyectos aquí. Entonces resolví quedarme trabajando por mi cuenta para fortalecer los lazos que ya empezaban a construirse.

–¿Cómo trabajan puntualmente en el barrio?

M.N.: –Cada caso es especial. Pero generalmente presentamos nuestro trabajo al vecino y le preguntamos si le interesa participar del proyecto. Les damos el material y la orientación para el trabajo que ellos mismos van a desarrollar, ya sea pintar la casa, diseñar y, si es posible, aprender a hacer el stencil. De hecho, los patrones o dibujos surgen de lo que ellos mismos dibujan o eligen, de su entorno, gustos personales, deseos.

–¿Por qué el stencil? ¿Qué posibilidades da como soporte?

M.N.: –Me gusta mucho el grabado y la pintura. Y el stencil no es más que un grabado rudimentario con esa posibilidad maravillosa de la repetición de una imagen millones de veces. Es fácil, barato, bello. Además de superdemocrático.

–Hoy, ¿cuánta gente involucra el proyecto?

M.N.: –Estoy comenzando una acción en otro barrio que me llena de orgullo. Fui convocada para trabajar en el Centro de Desenvolvimento da Habitação Urbana (CDHU), un organismo estatal que trabaja con la vivienda popular. En una reorientación de directrices están reurbanizando villas, en vez de trasladarlas a otros lugares, a casas construidas sin ninguna identidad, por ingenieros que ni siquiera visitan el sitio donde están construyendo. En este nuevo programa me llamaron justamente para reinaugurar el vínculo del morador con su casa, y por consiguiente con su calle, su barrio, responsabilizándose también por su calidad de vida. Da acá del Jamac vamos cinco personas, Paulo entre ellas, y ya estamos comenzando el proceso. Pero esperamos poder involucrar al menos a 15 personas más del barrio para poder replicarlo en una segunda etapa en otros lados.

–¿Qué metas tienen a futuro?

M.N.: –El Jamac hoy alberga un curso de formación audiovisual sumamente interesante. Más demandas iniciales como una radio comunitaria y una biblioteca, que deseamos concretar. Es un atelier y espacio de reflexión. Ahora estamos estructurando el lugar, lo que implica comprar un espacio y reformarlo. Después de eso, pintar todas las casas posibles, que el proyecto se convierta en política pública para replicarlo y replicarlo. Y así poder transformar el Jamac en un centro cultural permanente para el barrio.

–Y vos Paulo, siendo tan joven: ¿qué sentiste la primera vez que saliste a stenciliar con la gente del barrio?

Paulo Meira: –Este acuerdo entre partes, que permite intercambiar informaciones con los vecinos, en un trabajo colectivo, que parte de un proceso, dejando espacio para que las personas se articulen y se expresen sobre su cotidiano, es absolutamente maravilloso para mí. Participo desde el día de su apertura, que fue cuando lo conocí. Genera una sensación tan plena y gratificante dar esa información y conocimientos a personas que no solamente la aplican para ellos sino que ofician de multiplicadores para enseñar el stencil a otros. Así te das cuenta de que cualquier forma de arte puede cambiar de personal a social. Y creo que ahí radica su mayor riqueza.

–Como stencilero, ¿qué ves de positivo en utilizar la técnica de este modo?

P.M.: –El stencil es una técnica fácil de enseñar, totalmente artesanal y que permite resultados muy buenos. Que además puede ser aplicada en varios tipos de soportes como tejido, papel, paredes y también puede ser generadora de ingresos. Así que me parece increíble poder aprovecharla para tantos fines.

Jamac: www.jamac.org.br
Paulo Meira: www.flickr.com/photos/omeira

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