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Sábado, 9 de agosto de 2008

Wladimiro Acosta, por Molina y Vedia

 Por Matías Gigli

Además del interés y el trabajo realizado por Noldi Gaite sobre Wladimiro, el investigador Juan Molina y Vedia transita por sus planos, dibujos y fotos guardados en la Dirección de Archivos que él dirige en el cuarto piso de la FADU. El material pertenece al archivo de la obra de Fermín Bereterbide, quien fuera socio de Acosta en el proyecto del conjunto de viviendas para El Hogar Obrero.

Según Molina y Vedia, es interesante visualizar las diferentes posturas de ambos socios a la hora de proyectar este emblemático conjunto, que se trabajó desde la década del ‘40 y que luego de dos llamados a concurso se finalizó a fines de la década siguiente.

A diferencia de Bereterbide, que terminó materializando el edificio con una postura más contextualista en la que el gran volumen en tira se combina con otros dos que toman las alturas de los vecinos sobre Rivadavia y Rosario, Wladimiro adscribía a proyectar sólo el paralelepípedo principal de veintidós pisos, interviniendo de manera rotunda sobre lo construido. En el archivo se encuentran los croquis que ilustraban la forma de vida propuesta y el mundo visto por la mirada idealista.

Wladimiro siguió ligado a la materialización del proyecto y lo continuó en un momento en que estaba, junto con estudiantes de arquitectura, preso en Devoto. Desde ahí mandaba dibujos e indicaciones para la obra.

Los recuerdos del maestro aún se pueden escuchar en la FADU, donde Acosta enseñó desde 1956 –cuando los alumnos lo fueron a buscar para que dirija una cátedra– hasta “La noche de los bastones largos”. Esas memorias hablan de un Wladimiro preocupado en desarrollar una estética ligada a situaciones cotidianas, soluciones técnicas en las que se incluía la vivienda tipificada, la mirada económica a los proyectos, el desarrollo del aspecto funcional, sumado al interés y la sensibilidad social y modos de desarrollar la vida en la arquitectura proyectada, siendo reticente en entrar a opinar sobre la estética del proyecto.

Por su taller pasó una generación ligada fuertemente a la arquitectura moderna con aspiraciones de encontrar soluciones singulares en respuesta a las problemáticas locales. Fueron docentes del taller Javier Sánchez Gómez, Ernesto Katzenstein, Arnoldo Gaite, Reneé Dunowicz, Julio Ladizesky, Rubén Movia, entre los que luego tendrían una larga y fructífera carrera.

Muchos de sus fervientes seguidores, según Molina y Vedia, no advirtieron la enorme sensibilidad del maestro, dado lo poco explícito en sus correcciones y charlas sobre los aspectos formales y expresivos que llevaron a simplificaciones y proyectos sin la sensibilidad que Acosta incorporaba de forma excluyente en sus obras.

Wladimiro combinaba su día entre las mañanas en las que pintaba y dibujaba y las tardes en las trabajaba en su estudio. Pocos conocen su interés por la escenografía, que hizo que materializara obras como Fausto, Macbeth o El Mercader de Venecia en la década del ‘20, y que Tony Díaz mostrara sus trabajos en una muestra en Buenos Aires.

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