Sábado, 8 de noviembre de 2008 | Hoy
CON NOMBRE PROPIO
Con su local de Belgrano, sus muestras, sus vidrieras y diseños de referencia, Alberto Churba se mostró como un precursor. Infinito acaba de editar “CHURBA, 30 años de diseño, muebles, textiles, cristales, alfombras, artesanías”, un resumen de su carrera e influencias.
Por Luján Cambariere
Después de haber sido un adelantado a su tiempo (ni hablar de virtuoso diseñador y el Marco Polo de la vanguardia internacional trayendo a nuestro país lo mejor del diseño escandinavo y oriental, entre otros), muchos se preguntaban por su silencio más que nada mediato (porque él aclara que nunca dejó de trabajar). Sobre todo post 2001 con la efervescencia design. Cuando uno observa esta verdadera joya, una objeto de diseño en sí mismo, que es su libro CHURBA, 30 años de diseño, muebles, textiles, cristales, alfombras, artesanías 1960–1990, editado por Ediciones Infinito agradece, si vale el término sin generar confusiones, ese retiro.
Bellas, bellísimas 480 páginas, con textos y fotos que dan cuenta de una época gloriosa, con el valor que tiene la historia contada en primera persona por uno de sus principales protagonistas. Porque además, Churba se tomó el trabajo de contextualizar los distintos momentos de su trayectoria recorriendo los hechos más relevantes del desarrollo de la disciplina a nivel nacional e internacional a partir de la década del ‘60. Un tiempo a nivel mundial, de nuevos valores y expresiones sociales; donde en el campo artístico, aparecieron movimientos de contracultura, de experimentación y de máxima libertad creativa. La Argentina participó de esta revolución cultural y la generación de artistas de esos años ha ejercido una influencia que se proyecta incluso hoy en nuestros días. Diseño, interiorismo, artesanía y arte convivieron durante los 30 años de vida de CH a través de sus creaciones y de diseños de renombrados autores extranjeros elegidos por él, que eran traídos al país por primera vez para formar parte de sus exclusivas colecciones. Las vidrieras y sus exposiciones se convirtieron en visitas obligadas para todo aquel que deseaba estar actualizado y las presentaciones eran acontecimientos que nadie quería perderse.
En la presentación del libro en el auditorio del Museo Malba, el arquitecto Carlos Méndez Mosquera, creador de Infinito, cuenta que fueron junto a Lala, su mujer, la arquitecta y supervisora de textos y contenidos, a buscarlo con esta propuesta. El ya venía trabajando rescatando fotos, relatos y anécdotas de tantos momentos. Diseñando sobre lo diseñado, como lo expresara a su tiempo. Un ejemplar que le llevó dos años de intenso trabajo del que hay demasiado para contar, lectura obligada de estudiantes y amantes del diseño, por lo que en lo que nos toca, aprovechamos la excusa que nos da su libro, para entrevistar, en honor a tantos amantes del diseño que se eclipsaban con sus propuestas y por qué no, para los que desconociendo absolutamente la disciplina también les es familiar, ya que el nombre de su mítica tienda era referencia, punto de encuentro” justamente en “Churba en Cabildo y Juramento”.
–No lo llamaría ostracismo... es una palabra que no refleja para nada mi vida actual, que es muy intensa. Todos estos años estuve en mi casa en San Isidro, tocando el piano, trabajando en mi taller de pintura, y también viajando, lo que me da mucho placer. Es cierto que estuve alejado de la vida pública, pero muy cerca de mis amigos y mi familia.
–No era muy consciente de ser un adelantado ni tampoco fue mi intención serlo, pero viéndolo a la distancia reconozco que me animé a correr algunos riesgos. Aunque no fui el único porque en los años ‘60 –cuando yo comencé con CH– existía en el ámbito del arte toda una vanguardia joven que fomentaba una necesidad de cambio, nuevas ideas y libre experimentación. En este contexto, mi incursión con el diseño moderno en el mercado local fue muy bien aceptada y tuvo éxito muy rápidamente.
–Estaba muy interesado por la corriente del Buen Diseño europea de los años cincuenta y, en ese sentido, creo que los escandinavos son los más representativos. Así que no dudé en subirme a un avión con mi secretaria, quien por suerte conocía varios idiomas y partí hacia Dinamarca con la idea de traer algunos productos para el local que hacía muy poco había inaugurado. Ese viaje terminó en una muestra de Diseño Escandinavo que ocupó los dos pisos del local de Cabildo y Juramento y en una larga relación con muchas empresas de esos países como Littala, Marimekko, Orrefors, Gense, Arabia, entre otras, que duró los treinta años de vida de CH. A partir de ese momento, mi interés por la artesanía me llevó a otros destinos como Japón, India, Turquía. La intención fue acercar esos mundos llenos de colorido, sabiduría y belleza a los argentinos. De alguna manera, busqué fomentar la integración entre arquitectura, diseño, arte y artesanía, es por eso que CH era, como bien lo decía su nombre, un centro de arte y diseño.
–Las tres cosas simultáneamente. Trabajábamos muchísimo y participaba un gran equipo de colaboradores, diseñando, desarrollando prototipos, trabajando en las exposiciones de artesanías, contactándonos con las empresas extranjeras para conseguir en forma exclusiva los diseñadores más importantes. Por otra parte, teníamos un departamento de arquitectura que se encargaba de realizar obras completas, por lo general, reformas de grandes departamentos que se ambientaban hasta el último detalle.
–En treinta años, hay varios, pero creo que, sin duda, los más significativos son el sillón Cinta, la colección de diseños para lona de Alpargatas, que fue mi incursión como diseñador para el mercado masivo, los sillones del Centro Cultural General San Martín, algunas telas y alfombras que han sido también muy importantes, pero lo que yo disfruté mucho y tuvo una enorme repercusión fueron los diseños de cristales que realicé junto a Cristalería Querandí. También podría decir que haber creado CH Centro de Arte y Diseño fue muy importante. Ahora, luego de la salida del libro, recibo de la gente muchos comentarios acerca de lo que el local significó para ellos, los recuerdos que les traen las vidrieras, las exposiciones extranjeras que hacíamos... en fin, creo que de alguna manera, CH ya es parte de la historia del diseño nacional y eso me hace sentir que se cumplió un objetivo.
–Se había cumplido una etapa. Como dije antes, trabajábamos mucho y personalmente estaba un poco agotado y quería volver a la pintura. Necesitaba alejarme de tanta vorágine y exigencias, así que fue una decisión personal porque el local tuvo mucho éxito hasta último momento.
–Me preguntan mucho acerca de mi opinión sobre la actualidad del diseño, pero no estoy muy interesado en el tema. Por lo poco que veo, creo que no pasa mucho. Todavía los grandes diseñadores modernos no han sido superados.
–Claro, todas las manifestaciones del arte se relacionan entre sí. Si bien en mi juventud bailaba, también pintaba, lo que sigo haciendo hasta ahora. Soy amante de la música y ahora estoy incursionando en el arte digital. Una cosa alimenta la otra; es un proceso creativo continuo y espero que no tenga fin.
–Para mí el diseño es movimiento y color, pero sobre todo función.
–Fue una experiencia muy enriquecedora en la que aprendí mucho. Fue reencontrarme con el diseño desde otro lugar. Trabajé en el mismo durante varios años y fue ir viendo cómo una idea se convertía en un objeto acabado que, además de contar una historia, conformó una pieza de diseño con identidad y belleza propias. Además, fue una manera de entregar a la gente todo ese material. Ese es mi aporte, y también una forma de agradecer, por sobre todo, a mis colaboradores que hicieron posible que CH existiese.
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