Sábado, 14 de marzo de 2009 | Hoy
“De Boyacá pa’sumercé” es una línea de objetos de mesa que nace en Colombia con vocación por un diseño como herramienta para el desarrollo y el rescate de la identidad.
Por Luján Cambariere
Mientras por estos días en nuestro país de lo único de lo que se habla es de la inseguridad, Colombia, país particularmente signado por la violencia, da ejemplos de proyectos de diseño que aportan herramientas a través del intercambio de saberes a poblaciones relegadas. Muchas de ellas en zonas de verdadero conflicto armado, donde a través de estas propuestas muchas veces tildadas de nimias se proponen alternativas concretas en la búsqueda de sustento y autoestima.
Colombia es un país que lleva la delantera en este campo de la disciplina que intenta desde hace tiempo, sobre todo en países como los nuestros, relacionar la artesanía al diseño. Proyectos como Artesanías de Colombia, del que hemos dado cuenta en este suplemento, son su emblema. Pero, tal vez en su condición de pioneros, buscando revisar y perfeccionar ciertas cuestiones, se dieron cuenta de que las metodologías empleadas no siempre respetan el hacer y, sobre todo, el ser del artesano.
Y desde esa reflexión convocaron a quien desde Brasil, otro país referente en estos temas, trabaja con esa convicción. Así, en diciembre pasado, se reunieron en Boyacá, gracias al SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje) las metodologías Piracema de la diseñadora gaúcha Heloísa Crocco con el Factor Local del colombiano Jorge Montaña, director de la Red Latinoamericana de Diseño, la Comunicación Sana de Guillermo Cuellar, sociólogo y psicólogo social, y el aporte del diseñador gráfico y productor audiovisual Thomaz Sellins. Además del acompañamiento de la diseñadora textil Sandra Gómez, la diseñadora industrial Maria Consuelo Toquica y la experta en mercadeo artesanal María Teresa Uribe, entre otros.
“El esquema de diseño en la artesanía a partir de la visita y propuestas de un diseñador se ha agotado completamente. Las teorías de diseño no aplican a la artesanía, que, para citar a Octavio Paz, “se complace en los adornos”. Los productos desarrollados por los diseñadores no son adoptados como propios por los artesanos, y la artesanía manteniendo sólo sus materiales pierde sus elementos culturales o torna a los artesanos apenas en proveedores. Por ello, nos ha llamado mucho la atención el trabajo de Heloísa en Brasil a partir de referentes de identificación local, que dan origen desde los artesanos a artesanía de gran valor cultural. Este proyecto en Boyacá es la fusión de varios métodos que parten en su totalidad de la valorización del artesano como creador, acompañado de varios diseñadores cuya participación fue muy sutil, oficiando apenas como facilitadores y colaborando para que los artesanos locales descubran las maravillas que tienen en sus regiones y las tomen como conceptos para crear sus colecciones”, detalla Montaña.
Verdaderos tesoros que en Colombia pasan entre otros por originales fibras naturales como la caña flecha, que utilizan para sus típicos sombreros pero además en accesorios más contemporáneos (bolsos, pulseras) o la extraída de otra planta, el fique, madera, cerámica, metales, sedas y las más bellas y variadas semillas.
Una experiencia que aspira a ser replicada en otras regiones se realizó en Paipa, Boyacá. “Altar de la patria donde Simón Bolívar gestó la creación de la República y la independencia americana en las batallas del Pantano de Vargas y Puente de Boyacá”, presentan desde el proyecto a una región de intenso verde, salpicado por el amarillo del trigo y del oro (otro emblema nacional de Colombia) donde la civilización muisca dio origen a la leyenda de “El Dorado”, en razón del primoroso trabajo en oro y esmeraldas que realizaban. “En este territorio del maíz, la papa y la ruana (poncho de lana), se arraigan tradiciones prehispánicas y españolas arcaicas. La artesanía boyacense está reconocida como una de las más representativas de la tradición en Colombia, pues han trascendido oficios del legado indígena tales como la tejeduría y la alfarería, a los cuales sus habitantes se aferran con orgullo”, continúa Montaña.
Así, la metodología aplicada se afirmó en varias cuestiones. El estudio y documentación del entorno (paisajes, frutas, fiestas típicas, arquitectura) con el fin de hallar elementos representativos de su identidad, talleres de elaboración de artesanías a partir de ejercicios de diseño grupal, charlas y conferencias sobre los factores locales y su posible comercialización en distintos mercados. Además la elaboración de la identidad visual, entre otras.
¿El resultado? Una colección de objetos para la mesa “De Boyacá pa’sumercé” –recipientes, manteles, portavasos, saleros, pimenteros, azucareros– con la temática y materiales –fique, madera, arcilla, tagua, lana, galón de seda, paja, esparto, carbón y el metal– del lugar. Así, la forma de la flor del cactus dio origen a un recipiente en fique. La tradicional artesanía en rollo de Guacamaya, ahora tiene mazorcas (trigo). La figura del campesino boyacence toma vida en un salero en tagua, material duro a partir de una semilla que en este caso conserva su cáscara. Además la tapa de un salsero en barro es también un sombrero campesino. La feijoa, fruto tradicional boyacence, da vida a este canasto donde se integran la lana y el fique. De nuevo, el campesino con su pala se vuelve un divertido azucarero. Varios individuales y manteles tienen detalles inspirados en las flores tomadas del frailejón, planta insignia de la zona del paramo a más de 3500 mts de altura. “Y una panera, en lana que usa la técnica de la ruana y fue conformada abotonando las puntas de un tejido plano. Un producto innovador, pues no conozco cestas de pan que se puedan guardar desplegadas en un cajón”, señala Montaña. En palabras de Crocco: “Una permanencia de la tradición con un salto a lo contemporáneo”. Por último, para la imagen de la colección se escogió el símbolo del campesino con su atuendo típico de la ruana y el sombrero, el cual a su vez representa la pareja, la unión y el compromiso. “La colección ‘De Boyacá pa’sumerce’ demuestra el argot popular (cariñosamente te llaman de sumercé, derivado del español antiguo “vuestra merced”) en el cual se relacionan los boyacenses, brindándoles una bienvenida a los visitantes, cálida y afectuosa”, aclaran.
Heloísa Crocco: –Esta fue la cuarta vez que viajo a Colombia. La primera vez me llevaron a la Universidad de los Andes, donde conocí a María Teresa Guerrero, que desde entonces me invita a dictar un curso allá. Después conocí Artesanías de Colombia, que es un modelo ejemplar en América latina. Fui invitada muchas veces para trabajar en los laboratorios de diseño.
–Colombia es un ejemplo de lo mejor que hay en artesanías en América latina. Está encima de la cordillera y el clima es frío. Es un país cerrado para el turismo y el ritmo es otro. Además tienen un museo de arte y tradiciones populares fantástico, así como el museo del oro que reúne el patrimonio de la cultura precolombina. Colombia es un ejemplo del que aprendí mucho de la mezcla de saberes entre diseñadores y artesanos. Con respecto a los materiales y a este trabajo en particular me gustó mucho el trabajo con semillas relacionado con los campesinos. No quiero dejar de mencionar el increíble trabajo de Thomaz Sellins y los diseñadores gráficos abocados al proyecto.
–El gobierno colombiano fomenta estas alianzas en todas las instancias. Desde la universidad y con programas donde los estudiantes trabajan en las distintas comunidades para rescatar la historia e innovar desde ahí. Y esto es, sobre todo, para ofrecerles mejores alternativas a los campesinos y alejarlos de los cultivos ilícitos.
Jorge Montaña: –En el mes de mayo hay una feria en Bogotá, llamada “Feria de las colonias”, donde la gente de las provincias trae sus productos. El grupo se está preparando para hacer el lanzamiento de sus colecciones en este escenario.
J. M.: –Muchas veces los foráneos descubren cosas maravillosas que tú no ves o a las que, no les das el valor. En el caso de Heloísa, su visión nos interesaba mucho puesto que veíamos con preocupación que los artesanos, por tratar de “hacer lo que se vende”, estaban olvidando sus raíces y les estaban imponiendo de fuera cosas a partir de elementos como las dichas “tendencias” que nada tenían que ver con ellos ni con el principal atributo de su trabajo que es la autenticidad. No estoy de acuerdo con que el artesano deba ser un replicador de tendencias, pues esto se ha entendido como copiar lo que se vende, un atentado al valor intrínseco de la artesanía tradicional. Heloísa nos recuerda el verdadero significado del valor artesanal: el origen, que no es sólo geográfico sino cultural; ella logra con maestría que los artesanos redescubran el valor de su identidad.
J. M.: –En términos empresariales diríamos que la conformación de varias alianzas productivas entre ellos para hacer nuevos productos mezclando materiales y técnicas, bajo un objetivo y parámetros comunes. Pero en realidad lo mejor fue el aumento de la autoestima de ellos como artesanos, que descubrieron la capacidad creativa de diseñar a partir de sus factores locales y su identidad como valor principal. Esto fue algo sensacional, casi una catarsis colectiva.
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