Sábado, 27 de junio de 2009 | Hoy
Con su proyecto Agori, el diseñador industrial Alejandro Palandjoglou produce mobiliario y objetos a partir de árboles caídos en la vía pública.
Por Luján Cambariere
Si bien sobran antecedentes en el mundo con trabajos emblemáticos como el del brasileño Hugo França, que talla troncos caídos en tormentas en Bahía convirtiéndolos en verdaderas obras de arte, el mérito de Alejandro Palandjoglou es el de comenzar a hacer hacerlo en nuestra ciudad.
Diseñador industrial recientemente egresado pero ya con varios premios en su haber (Fedema, Presentes, Puro Diseño), a fines del año pasado comenzó su operativo rescate. “Un día observé que una de las veredas y gran parte de una de las calles de San Telmo eran ocupadas durante varias semanas por un árbol caído. Cuando finalmente lo retiraron, fue para desecharlo. Fue entonces que me di cuenta del verdadero inconveniente respecto de la recolección de árboles caídos y el destino de los mismos en nuestra ciudad. A los pocos días, en Tigre, encuentro otro tronco, esta vez más pequeño, entonces decidí comenzar a trabajarlo hasta convertirlo en el primer producto del proyecto, la lámpara Mamu. Básicamente al intervenirlo evitó que el tronco siguiera el mismo destino de la mayoría, es decir, evitó la utilización del mismo como relleno de tierra o leña”, relata, sobre una línea que ya suma otras luminarias, bancos y asientos.
Así, todos los productos de esta colección (ya que Palandjoglou ostenta otros como sus luminarias Hongo en lenga o la Yo Yo en nogal y diversas mesas en paraíso) están hechos íntegramente con madera rescatada de árboles caídos en las calles de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, utilizando el tronco sin aserrarlo. “Arboles que se caen principalmente debido a tormentas, vientos, inundaciones o infecciones de cualquier tipo de madera, lo que hace que cada producto sea único. La esencia del producto radica en la historia del árbol, entendiéndose por tal su origen, el lugar donde creció y se desarrolló y los motivos que llevaron a que el mismo caiga. El producto terminado respeta las características naturales e imperfecciones de la madera del árbol y deja que ésta se presente y sugiera la forma. Resulta asombroso cómo se puede encontrar la belleza en lugares inesperados al trabajar la madera”, detalla.
Además, según Palandjoglou, la participación de la gente en este proyecto es la clave, ya que ahora son las personas, los vecinos que conocen su trabajo, quienes lo llaman para que recolecte los árboles caídos. “La recolección de árboles caídos en la ciudad es probablemente lo que más satisfacciones me da en todo el proceso. Los troncos son muy grandes y pesados, por eso se cortan para que dos o tres personas los puedan levantar y subir a una camioneta. El esfuerzo físico es muy grande, ya que la madera está verde y el 70 por ciento de su peso es agua. Somos un equipo de personas y colaboradores comprometidos y nos sentimos orgullosos de darle una segunda vida al árbol.”
Así, detalla, todas las maderas recuperadas se guardan y clasifican en su taller anotando fecha y lugar de recolección y tipo de madera. “Respecto al diseño, tal vez, el limitante más importante es la forma, ya que la morfología general del árbol es un cilindro. Utilizo el proceso de tornería a mano para poder aprovechar cada centímetro de madera. Si el tronco tiene una curva corto la madera justo por ahí; de esa forma puedo utilizar todas las partes rectas. La forma de trabajo es en etapas, primero se le da una forma aproximada, se lo deja secar por 2 meses y luego se le hacen los detalles y la terminación”, señala.
¿El nombre? “Agori proviene del griego, significa ‘chiquito’ y es la expresión con la que mi abuela me sigue llamando. Personalmente tiene un significado de vida y crecimiento muy vinculado a la iniciativa.”
¿La madera como material? “Sin dudas es mi material predilecto. Empecé a trabajarla de lleno cuando terminé la carrera y ahí comenzó una relación especial que fue creciendo día a día. Es un material que proviene de la naturaleza y como tal es perfecto, a su vez está vivo y se mueve a lo largo de toda la vida. Hay un universo interminable de maderas: distintas durezas, exóticas, porosidades, vetas floreadas. Transmite sensaciones de calidez y da placer acariciar la superficie viendo los distintos tonos de colores que atraviesan las vetas”, remata.
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