Dentro de pocas semanas se van a levantar los velos de la primera etapa de restauración de interiores de la catedral de Chartres, al sur de París. Después de ocho siglos de humos e inciensos, la limpieza de esta gran pieza gótica promete revolucionar nuestro entendimiento de ese arte. Es que Chartres volverá a mostrar sus vibrantes colores originales, algo realmente muy raro de ver en monumentos medievales.
La catedral de Chartres es una de las más populares y queridas de Europa, y de las más visitadas. Lo que se vio en estos últimos siglos es casi una abstracción de su aspecto original: el templo estaba completamente pintado en su interior con todo tipo de motivos que fueron tapados, lavados o raspados en diversas épocas. El trabajo actual, que terminará en 2014, busca restaurarla en un 80 por ciento al aspecto que tenía cuando fue consagrada, en 1260.
Sucede que no hay otra catedral gótica que haya conservado tantos rastros de sus pinturas originales. Una serie de cateos realizados en los últimos veinte años permitieron descubrir que a medida que se alzaban los muros, a partir de 1194, se los iba pintando de ocre pálido. Sobre esta base se pintaban líneas blancas que simulaban las uniones de los bloques de piedra, líneas que no seguían en absoluto las uniones reales de los bloques reales. Lo que se buscaba era darles a los muros un aspecto uniforme que en realidad no tenían.
Con los cateos se descubrió también el esquema de color original de las decoraciones estructurales. Los grandes arcos y costillas internos, que crean esos espacios verticales que le dieron tanta fama al gótico, se construyeron con una piedra blanca, para destacarlos en las alturas. El mundo de piedras talladas con motivos florales o animales que servían de claves todavía conservaba fragmentos de sus pigmentos originales, con lo que ahora fueron pintadas de rojo, verde, negro y oro. Los tonos no son apagados ni discretos, y el interior renovado promete ser un sacudón.
Gilles Fresson, el historiador que supervisa la restauración de seis millones de euros por la catedral, explica que “pensamos el gótico como un estilo sombrío y severo, pero ésa no era la intención original. El efecto que se buscaba era etéreo y fulgurante, una visión del paraíso en la tierra, algo inundado de luz y color. Lo que estamos haciendo es confiar en el diseño original de los que construyeron nuestra iglesia”.
Fresson admite que muchos visitantes tendrán un shock y dice que pensaron largamente en el efecto final de las diversas partes de la catedral. Por ejemplo, nadie sabía cómo se verían los famosos vitrales de Chartres cuando no estuvieran enmarcados por una atmósfera gris y oscura sino por una marea de color. Fresson explica que él ya vio el rosetón y que el efecto no es menor sino distinto, con las partes creando otra dinámica que nadie veía desde hace medio milenio. “En los sectores sin restaurar, las ventanas brillan como joyas. En las ya restauradas, forman parte de una catarata de luz y color, un conjunto como lo pensaron en la Edad Media.”
La certeza con que se puede afirmar que los interiores eran coloridos proviene de dos fuentes. Primero, los interminables relatos y descripciones de iglesias medievales de todo tipo que, como los templos romanos y griegos, mostraban interiores de piedra completamente pintados. Y segundo, la sencillez con que los cateos confirmaron en detalle el caso. Por ejemplo, en uno de los tímpanos externos de Chartres se limpió un conjunto escultórico que mostraba la negrura de ochocientos años de intemperie. Bajo el polvo, aparecieron el azul y el rojo vibrantes que confirmaron que en los exteriores de estas iglesias también se aplicaban toques de color, como una llamada.
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