Sábado, 28 de noviembre de 2009 | Hoy
La Legislatura aprobó a toda velocidad una docena de proyectos que protegen el patrimonio. Mientras, quieren demoler a medias la vieja escuela Prilidiano Pueyrredón.
Por Sergio Kiernan
Este jueves fue para el Guinness de los constrastes. La Legislatura tuvo una sesión maratónica en la que aprobó –en primera o segunda lectura– una verdadera salva de leyes patrimoniales. Y por otro lado llegó un espantoso aviso para evitar un delito, la demolición interna de esa belleza en Las Heras al 1700 que todos conocemos todavía como la escuela Prilidiano Pueyrredón aunque hoy es el IUNA. Para peor, el autor de la idea es el mismo director de la escuela. No se puede confiar ni en los artistas...
La Legislatura se acaba en cosa de días, con lo que la sesión del jueves próximo será la última con su configuración actual. El resultado concreto de que haya elecciones cada dos años es que la tradicional maratón de proyectos sobre tablas se adelanta. Ayer, a una velocidad de asombro, se votaron todo tipo de cosas previamente acordadas como para que no sea necesario debatir.
Fue una sesión muy fructífera para el patrimonio porteño, porque se incluyó una docena pareja de leyes. El primero en ser votado fue el proyecto de la diputada Silvina Pedreira de catalogar el cine Gran Rivadavia, en primera lectura. Luego siguió la primera lectura del que atiende el ardiente reclamo de los vecinos de Villa Pueyrredón de bajar las alturas en el barrio, evitando las torres, también de origen peronista. El tercero fue la primera vuelta de la declaración como monumento histórico –también existen a nivel de la Ciudad– de los talleres protegidos de rehabilitación en salud mental Eva Perón, en Suárez 2215, curiosamente un proyecto de Diálogo por Buenos Aires.
A continuación en la ráfaga vino el proyecto de Teresa de Anchorena de catalogar el Hospital Rivadavia, primera lectura que trae tranquilidad para que se deje de menear la idea de demolerlo en nombre del progreso. También sobre hospitales, también de Anchorena y también en primera lectura se aprobó catalogar varios pabellones de los neuropsiquiátricos Borda y Moyano, que guardan edificios de un valor superlativo.
Lo siguiente fue una sorpresa: un régimen de normas urbanísticas para los edificios administrativos de Mataderos. Con terror, este proyecto dejó a la vista que esos tesoros no están catalogados ni son monumento histórico, con lo que su supervivencia es un milagrito porteño.
Luego vinieron, consecutivos, cinco proyectos que toman APH o conjuntos, todos de la Coalición Cívica. Primero las normas urbanísticas para el Seminario Conciliar en Villa Devoto, luego las de la Casa de Bombas Caballito, ese hermoso palacio francés y utilitario que tiene un gemelo justamente en Devoto. El Puente Alsina, el Corredor Luis María Campos y un sector de Floresta también recibieron normativas especiales.
Todo esto fue tan positivo que algo tenía que pasar, y como estamos en Buenos Aires, pasó nomás. Resulta que el lunes pasado el Consejo Departamental del IUNA –la Prilidiano Pueyrredón, versión reloaded– le aprobó al director Julio Flores un proyecto que consiste en demoler varias partes del edificio, en nombre del progreso. Según Basta de Demoler, hay mucho rechazo al proyecto y a Flores le costó encontrar un docente o ex alumno que lo apoye. Hasta recibió pedidos de que aunque sea preserven algunos ámbitos y la fuente del viejo palacio.
Seguramente se trata de un error, por dos razones. El profesor Flores es seguramente un artista y no puede estar impulsando semejante acto de barbarie hacia un edificio donde, después de todo, también se dicta una carrera en Conservación y Restauración. Y Flores es también un funcionario del Estado Nacional y no puede desconocer que el edificio de Las Heras 1749 tiene triple protección legal, con lo que las obras de las que se hablan configuran un grave y claro caso de incumplimiento de sus deberes como funcionario público.
Es que el IUNA-Pueyrredón está comprendido dentro de la ley 3056, que no permite demoliciones ni alteraciones en edificios anteriores a 1941 sin autorización del CAAP. Este Consejo ya estudió el caso y giró el expediente para que sea catalogado, con lo que queda en firme la prohibición de demoler o remodelar. Para mejor, la Subsecretaría de Planeamiento porteño incluyó, con el expediente 435/09, a la escuela en el catálogo de inmuebles patrimoniales de la ciudad, lo que le da protección preventiva.
Con lo que esta verdadera locura es tan ilegal como imposible, ya que los órganos de la Ciudad ante los que hay que pedir permiso de obra jamás lo darían. O Flores hace la obra de noche y en feriado, o tiene que cambiar de planes.
Y la tercera protección que tiene la escuela es realmente notoria. Es un decreto del Poder Ejecutivo Nacional que ordena que todo edificio propiedad del Estado Nacional –como es el IUNA– que tenga más de 50 años no pueda ser demolido, remodelado o vendido sin permiso de la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. Lo fantástico es que el decreto tiene fecha del 31 de mayo de 1982 y termina con dos firmas que dicen “Galtieri” y “Saint Jean”.
El profesor Flores seguramente es injustamente acusado de intentar desfondar un gran edificio porteño. Es increíble que esté a la derecha del mismo Galtieri. Lo que no se entiende es cómo puede ser que el Consejo aprobara semejante ilegalidad. Menos mal que la rectora Liliana Demaio puede vetar todo este sinsentido.
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