› Por Sergio Kiernan
Esta semana pasó algo que raramente ocurre: la Defensoría del Pueblo porteño repitió un pedido de informes al Ministerio de Desarrollo Urbano, que se pasó largamente del plazo legal para responder. Es raro que los funcionarios a los que se dirige la Defensoría que capitanea Alicia Pierini contesten en los treinta días de norma, pero en general contestan lo que les preguntan. Pero este pedido del ombudsman adjunto Gerardo Gómez Coronado tiene fecha de mediados de junio y el increíble ministro Daniel Chaín todavía no se dignó responder. Se entiende cuando se sabe que el tema son los escalones del cementerio de la Recoleta, increíblemente destruidos a martillazos. Las valiosas piezas –valiosas histórica y también económicamente– siguen ahí rotas a golpes, rodeadas por un vallado que ya se está cayendo de podrido.
El problema se originó en otra de las genialidades del dúo Piccardo (Medio Ambiente, ya reemplazado por Diego Santilli)-Chaín (Desarrollo Urbano), los ministros que más problemas le trajeron a Mauricio Macri. Verdaderos campeones en eso de despertar oposiciones donde no existían, se las arreglaron hasta para fastidiar completamente a un barrio que votó al PRO en muy alto grado. El bastión macrista terminó recibiendo una amarga lección de incompetencia en pleno corazón.
Este invierno comenzaron las obras de remodelación de la parte de Junín que recorre el cementerio, la iglesia, el Centro Cultural y el shopping, y el pedacito de Guido que le entra. Chaín quiere dejar su marca en la ciudad, pero como tiene un mal gusto notable arrancó con lo de siempre: nivelar acera y calzada, repavimentar con piezas de cemento, llenar todo de bolardos. La resistencia fue inmediata y el proyecto se cambió a un empedrado, que es hoy un ejemplo de mala factura e ignorancia técnica en colocación, desparejo y con juntas enormes entre cada pieza.
Pero el verdadero daño fue que la empresa contratista no levantó las veredas viejas, sino que colocó la nueva sobre la que estaba. Con lo que el nivel de la vereda terminó elevándose, con los consecuentes cambios de bajadas de agua y demás leyes de gravedad. Al llegar a la noble entrada del cementerio, los genios que conducían la obra se toparon con los escalones de mármol de Carrara que le hacen de basamento al pórtico griego diseñado en 1882 por Juan Buschiazzo. Ahí tomaron la maza...
Es que tal vez simplemente hubieran sepultado el primer escalón y dejado el segundo enrasado con la nueva vereda. Después de todo ¿quién va a pensar que Chaín va a siquiera percibir que se alteró la proporción de un pórtico neoclásico? Pero el proyecto también incluía construir una rampa para discapacitados justo ahí y no en alguna de las otras entradas del cementerio. Con total desprecio a lo que está, tampoco hicieron una rampa removible, como hay en tantos otros edificios. Lo que hicieron fue demoler a martillazos los peldaños de Carrara de cinco centímetros de grosor.
La reacción fue general y fue de las ONG de patrimonio a los vecinos, pasando por la Comisión Nacional que vela por los monumentos y los lugares históricos, entre los que se cuenta el cementerio. Hasta hubo algún funcionario que amagó negar el hecho, diciendo que los escalones se habían “removido”. Con la nariz crecida, tuvo que callarse cuando este suplemento le ofreció un pedazo de mármol de souvenir y le llovieron fotos tomadas por vecinos mostrando los restos de los peldaños.
La rampa sigue ahí, con sus lados cubiertos por piezas de Carrara chiquititas, cortadas en el lugar y su superficie revestida con una piedrita de mesada de cocina, ideal para generar accidentes graves en un día de lluvia. Frente a la escalinata hay un pozo, escalones rotos y escalones enteros bajo el nivel de la vereda, y un cerco de madera ya muy deteriorado. El 17 de junio, el ombudsman adjunto Gómez Coronado inició una actuación por la denuncia de Santiago Pusso, de Basta de Demoler, pidiendo explicaciones. La respuesta fue tardía –6 de agosto–, incompleta y mentirosa, con el notable bolazo de que “se realizó el retiro cuidadoso de mármoles” que fueron “conservados para su posterior reposición”. Gómez Coronado reclamó este miércoles que le contestaran el centro de su pregunta: “En caso de que se hubieran producido daños al patrimonio por un accionar incorrecto o descuidado por parte de la empresa contratista, proceda a intimar a la misma a que, bajo la supervisión del órgano correspondiente, efectúe la reposición y restauración del área en cuestión con los elementos originales y bajo su cargo”.
Nada de esto ocurrió. Pasaron los meses, el pozo sigue. Lo único que cambió es que el cerco de madera está por caerse de podrido y los muy berretas bolardos que mandó a poner el Gran Arquitecto Chaín ya están muy sucios y algo descascarados. Nadie contestó, nadie arregló nada.
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