Por las cumbres
Curioso refugio de artesanos y artistas de primera línea, La Cumbre nació como estación de verano para ferroviarios ingleses y se afirma como un circuito deco poco conocido y original.
› Por Luján Cambariere
Nadie sabe si es por su paisaje: La Cumbre está ubicada a 1200 metros de altura sobre el nivel del mar, rodeado por las cadenas de las sierras chicas y las sierras grandes, repleta de ríos, diques y cascadas. Su arquitectura y trazado urbano son predominantemente ingleses, legado de los ingenieros británicos responsables de construir el ramal ferroviario de la región. O tal vez sea la tranquilidad serrana, o cierta energía que algunos atribuyen al cerro Uritorco, favoritos de new agers y platos voladores. Lo cierto es que el pueblo de La Cumbre en el Valle de la Punilla reúne a un gran grupo de exquisitos artesanos y artistas plásticos de fama internacional (Remo Bianchedi, Miguel Ocampo y Hernán Dompé, entre otros) que eligen este escenario para vivir y crear. Recorrerla es exponerse a caminos sinuosos entre los agrestes contornos de la montaña y la verde serenidad del valle, y al trabajo de artistas que eligen cerámica, madera, cuero, telar, metales o vegetales de la zona como su modo de expresión.
Los clásicos de La Cumbre
Bajo la batuta de Susy Withrington, “La Urraca” reúne desde hace años la más exquisita selección de piezas de artesanos de la zona. La línea de utilitarios de cerámica de pasta de color para la mesa de Vilma Horn, los muñecos, adornos y servilleteros de papel maché de María José Meneghini, los clásicos de siempre como las cajas de madera porta-utensilios de cocina o cubiertos. Y, como no podía ser de otro modo, con la amplia comunidad inglesa de la zona, las teteras en grés y las cubreteteras de género de María Rosa Claveros. Mención aparte merecen sus vidrieras siempre renovadas con su delicada estética (25 de Mayo 302).
Otra con local en el centro es Emma Gargiulo, sin dudas una de las mejores ceramistas de nuestro país, que comparte espacio con su colega Laura Daltoé. Allí ofrecen todo tipo de cuencos, vasos, jarras, tazas, cazuelas, platos, fuentes, lecheras, azucareras y teteras, entre otras, de la línea terra-azul (arcilla roja con engobe azul) creaciones de Daltoé, y la línea de sushi (platos cuadrados, fuentes, pocillos para sake) y piezas únicas y esculturas de Gargiulo. En plus, ofrecen las producciones en telar de Celina Daltoé –mantas, ruanas, caminos, chalinas de algodón teñido con tintes naturales del monte cordobés (espinillo, jarillo, nogal)– y los collares de cuentas y mostacillas de Patricia Gottfried, esposa de Hernán Dompé (25 de Mayo 216).
A una cuadra nomás, “La Gran Aldea”, de Raúl Germani, propone un delicioso alto en el camino. Café, una variedad de tés y tragos acompañados de los famosos Carlitos (sandwich cordobés) o tortas caseras, mientras que en el primer piso del local sigue el circuito deco. Sus hijas, Carolina y Natalia, fabrican artesanalmente modernos fanales de parafina con elementos naturales como hojas, pétalos, flores, semillas y gemas (Belgrano 298).
Por último, antes de abandonar la ciudad, se impone salir a la ruta pasando por “Domaine de Puberclair”. Son seis hectáreas dedicadas al cultivo de lavandas. Además de ver los campos en flor, enormes extensiones de un lila profundo, lo más interesante es que allí funciona la destilería de esencias y fábrica de popurrís. Perfumes, esencias, fragancias ambientales, espumas y cristales de baño, además de las clásicas bolsitas de tela con lavanda, muñecas y ramos violetas pueden comprarse de primera mano potenciando sus aromas. Sus dueños, siempre dispuestos a agasajar al visitante, explican con esmero el paso a paso (Ruta Nacional 38, Km 68,5, tel.: 03548-451639).
Cruz Chica
La zona residencial por excelencia es un paseo arquitectónico en sí mismo. Imposible no recorrerla maravillándose de las distintas construcciones inglesas enclavadas en un paraje único plagado de flores (dalias, hortensias, cosmos, margaritas y lavandas) que crecen como si fueran silvestres. Allí, frente al tradicional ahumadero, Cristina Ordóñez reúne en su local “Alquimia” creaciones típicas de la zona. Coladores de té, campanas para tortas o quesos y apoya-platos en madreselva; una amplia variedad de cuchillos en pinotea y quebracho colorado; móviles decorativos para las cocinas hechos con distintas especies y morteros de quebracho; casitas para pájaros y una amplia línea de velas y esencias del lugar (Bartolomé Jaime s/n).
A unas cuadras, en el camino a Los Cocos, se encuentra “El Paraíso”, vivienda del escritor Manuel Mujica Lainez (1910-1984). Una construcción de estilo español neocolonial de principios del siglo pasado, diseñada por el arquitecto León Dourge, por encargo de Ramón Avelino Cabezas, convertida en museo. Enclavada en un pequeño valle, luego de pasar por varios dueños, en 1968 la compra Mujica Lainez. Dicen que siempre comentaba su encuentro: “La descubrí por azar, paseando. Un cartel unía su nombre a la información de que estaba en venta y, quizás en mi subconsciente, la magia de ese nombre operó de inmediato, pues ella hacía esperar la posibilidad de ‘Invitados al Paraíso’” (calle Mujica Lainez 150).
Los artesanos del Pungo
En medio de la sierra, entre La Cumbre y Villa Giardino, el camino de los artesanos se presenta como toda una aventura. Doce kilómetros para ir desandando, despacio, entre curva y curva. A cada lado habrá señales que inviten a degustar dulces caseros, quesos de cabra, o a ver artesanías. La Cabaña Ailen es uno de los altos del camino. Allí reúnen todo tipo de cestería, sahumerios, tallas en madera, velas artesanales, flores secas, pátinas y lámparas rústicas. A sólo unos metros, Lorenzo y Antonieta Folguera y Vicky Goncalves ofrecen artesanías en metal. Cucharas, cuchillos, espejos, entre otros, de pinotea y alpaca. A continuación, Artelar de María Teresa Caffaratti y Omar Fabiano ofrece todo tipo de mantas, caminos, ruanas e individuales de algodón y lana. Antes de salir del camino, distintos viveros venden macetas en terracota a precios increíbles y las flores o bulbos típicos del lugar –conejitos, dalias, cosmos– para que uno pruebe suerte en su lugar de origen.S