Sáb 19.06.2010
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El cinismo de los depredadores

› Por Facundo de Almeida*

Mar del Plata fue una de las ciudades más lindas de la Argentina. En los inicios del siglo XX era el lugar elegido por las familias de mayores recursos para pasar los veranos, y construyeron allí imponentes villas y suntuosas residencias. Los materiales eran traídos de Europa, especialmente de Italia y Francia, y se complementaron con técnicas y materiales locales, entre los que se destacan la piedra Mar del Plata, la madera, las tejas y cerámicas. Este patrimonio arquitectónico fue demolido en gran medida en las últimas décadas y sólo perduran hoy unos 300 inmuebles que fueron declarados como Bienes de Interés Patrimonial en 1995.

La demolición desmedida que transformó para siempre el carácter de la ciudad se agravó en esta última gestión municipal. Esta vez la piqueta, cual guadaña anti patrimonio, amenaza al chalet San José, construido en 1927 por el arquitecto Alula Baldassarini.

La desprotección impulsada por el intendente Gustavo Pulti fue aprobada por el Concejo Deliberante que preside el arquitecto Marcelo Jorge Arquime, a pesar de los reclamos vecinales que una vez más se generalizaron en Internet y se exteriorizaron con una movilización en la esquina de Bernardo de Irigoyen y Boulevard Marítimo.

Estas demoliciones son graves en sí mismas, pero a la vez develan la hipocresía de los depredadores patrimoniales y sus socios funcionarios.

Escuchamos más de una vez el argumento de que era necesario determinar de una buena vez qué debía protegerse y qué no, y así tener reglas claras para conservar y para construir.

Pero en Mar del Plata los depredadores, asociados con el intendente y la mayoría de los concejales, violan esas reglas y no contentos con la demolición de edificios valiosos que no tenían protección, arremeten ahora con los bienes protegidos. La explicación es la misma de siempre: que esas piezas arquitectónicas quedaron fuera de contexto. Pero aquí el cinismo de los enemigos del patrimonio llega al extremo.

El Código de Ordenamiento Territorial no prevé normas que protejan el entorno de los edificios patrimoniales y admite la heterogeneidad del tejido. Pero, por otra parte, el Código de Protección Patrimonial sí exige para la protección que exista esa homogeneidad.

Es decir: una norma autoriza la destrucción de las condiciones que la otra exige para la protección de un bien patrimonial. Por supuesto, nunca aplican la “teoría del colmillo” que esbozamos hace unas semanas, esto es, que debería prohibirse la construcción de edificios en altura en áreas bajas o incluso ordenar su demolición, si no se condice con el entorno.

Estos criterios pondrían en riesgo otras edificaciones como el chalet Rodríguez Echeto, emplazado en la avenida Colón y Catamarca; Villa Carmen en Entre Ríos y Falucho y Villa Rocca en Belgrano e Hipólito Yrigoyen. La desafectación de este último fue frenada por el reclamo ciudadano, del que dio cuenta m² hace dos semanas.

Los ciudadanos denuncian que los depredadores compran casas patrimoniales a un valor menor al de otra parcela de similares características, y luego gestionan la desafectación, algo que automáticamente la valoriza.

¿El reparto de esta plusvalía será la razón oculta que explica la motivación de los concejales y el intendente en impulsar este tipo de medidas antipatrimoniales e impopulares?

Licenciado en Relaciones Internacionales. Magister en gestión cultural por la Universidad de Alcalá de Henares.
http://www.facundodealmeida.wordpress.com

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