El Quartier San Telmo logró un raro fallo a favor y retomó las obras. Este y otros casos muestran la lógica de un sistema de controles planeado para que la especulación no tenga problemas.
› Por Sergio Kiernan
Quien suba la avenida Garay verá que a la altura de Piedras se reactivó la obra del Quartier San Telmo, el nuevo espanto que ayudará a estropear el barrio. Esta desmesura tan alta tiene el pobre estilo de diseño “torre” y no será recordada por sus valores estéticos. La obra se reactivó porque la Justicia finalmente desestimó el amparo presentado por Basta de Demoler, después de un curioso plazo –tres meses, raro en un caso de este tipo– y de algunos procedimientos que llamaron la atención. Por ejemplo, que no se hiciera lugar a observaciones de los amparistas pero sí a cosas raras como que había discrepancias entre la zonificación por mapa y la que figura por escrito.
En San Telmo están lívidos de bronca. Patricia Barral, activista y vecina, señaló que de todos los amparos presentados hasta ahora por ONGs, éste era el más raro y difícil de seguir en su lógica y sus pasos procesales. El defensor adjunto del pueblo Gerardo Gómez Coronado dijo que “lamenta” la decisión judicial porque “el daño sobre el entorno es muy evidente”. Pero el verdadero culpable, dijo el defensor adjunto, es “la liviandad con la cual los funcionarios del Gobierno de la Ciudad aprueban obras que producen un gran impacto negativo en su entorno”.
Gómez Coronado dijo que espera que el caso del Quartier finalmente mueva a la Legislatura porteña a modificar el código de planeamiento urbano, como ya es evidente que lo piden los vecinos. El defensor adjunto tiene en mente la ampliación del Casco Histórico, que sigue demorada, y el proyecto de modificación de alturas y sistemas de inspección que impulsa su colega Atilio Alimeni.
La anomia de la legislación queda muy en evidencia en este caso. La única lógica real parece ser la explotación de la propiedad privada sin hacer caso a entornos o barrios. Para peor, cuando el código sí fue modificado, en 2000, se aumentaron las masas y alturas permitidas con el argumento de la crisis. La crisis ya pasó, pero la ampliación del negocio sigue en los libros. En eso se escudaron el ministro de Desarrollo Urbano, Daniel Chain, y su peculiar secretario, Héctor Lostri, para permitir la construcción de la torre. La Defensoría del Pueblo les hizo llegar ya en marzo sus observaciones, los vecinos estaban en armas, hubo un amparo, en fin, se armó un verdadero escándalo. Chain y Lostri se escudaron en que “todo era legal” y no podían hacer nada, una pasividad que siempre muestran a la hora de no discutirle un negocio a un colega. Lo único que hicieron, por presión vecinal, fue sugerir a los desarrolladores que cambiaran el diseño y no hicieran una torre sino un edificio. Los especuladores simplemente dijeron que no y eso fue el fin de la actividad oficial.
Este nivel de pasividad y abulia es absolutamente normal y deliberado. La demolición clandestina del viejo asilo de Sánchez de Bustamente es un ejemplo clarísimo de cómo se arma todo para que no haya controles. Como se recordará, la Defensoría denunció a la Dgfyco que se estaba destruyendo el edificio sin permiso ni medidas de seguridad, por aviso de vecinos. La Dirección se tomó dos semanas para aparecer y como no los dejaron entrar, se fueron sin registrar novedad, aunque la obra se puede ver por la ventana. Resulta que volvieron el 10 de agosto y no había nadie, con lo que no hicieron nada otra vez. Luego volvieron el 20 y otra vez no los dejaron entrar. Y este miércoles 25 volvieron al lugar, donde otra vez nadie abrió la puerta.
El patético argumento de los inspectores es que si no los invitan, no pueden entrar sin orden judicial. Como Gómez Coronado los presiona, le giraron el tema a la sección legales de la Dirección, pidiendo a Javier Ibáñez –que parece es el titular todavía no asumido de la Agencia de Control– que pida a la Justicia una orden de allanamiento. Es un recurso extremo, casi imposible: el macrismo nunca pidió una en dos años y medio, y nunca hubo una emitida para un caso así por pedido de particulares.
Si resulta increíble que la Ciudad no pueda inspeccionar una obra clandestina, hay que pensar por qué pasan las cosas. La lógica es la del dinero, la de ampliar la impunidad de la especulación inmobiliaria a costa del patrimonio, la calidad de vida y hasta de las vidas de vecinos y trabajadores.
Los vecinos de Floresta denunciaron que sigue la demolición clandestina de una bella quinta italiana en la calle Bacacay, que ya había llegado al CAAP sin sus techados. El caso de la Villa Elizabeth, en Bacacay 3450, apareció por acaso justo en la sesión del Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales en la que estuvieron Basta de Demoler y este suplemento. Fue curioso ver a los consejeros vacilar entre el evidente valor de la casa de 1912, preciosa, y su falta de techumbre, un acto vandálico deliberado, para convertirla en ruina y así zafar de la legislación vigente. El preciosismo del CAAP los hacía dudar de “premiar” a los dueños con una catalogación, con lo que estaban casi diciendo que había que “premiar” al vandalismo interesado, permitiendo que la demolieran. Catalogar –o mejor dicho, proponer la catalogación– no es un premio, es un instrumento para detener justamente este tipo de avivadas.
Se ve que la duda sigue, porque los vecinos de Salvar Floresta denuncian que la villa está siendo destruida de a poquito. Ya faltan las ménsulas de los balcones que se ven en la foto y las rejas, y el estado de los interiores debe ser ya muy malo. La pobre casa está siendo castigada por estar en la nueva zona de comercio que surgió explosivamente sobre Avellaneda y está arrasando edificios sin el menor control de la Ciudad. Cualquier tapera ahora se vende a buen precio –literalmente, a la vuelta de la villa hay una tapera ruinosa que ahora vale oro– pero sólo para hacer locales.
La falta de control ya no asombra a nadie, pero en este caso ya es una falta de respeto a varias bandas. Resulta que la villa tiene pedido de catalogación por un proyecto presentado a la Legislatura el 26 de marzo nada menos que por la presidenta de la Comisión de Planeamiento Urbano, Silvina Pedreira. Al desaparecer el techo, la Defensoría del Pueblo pidió a la Dgfyco una inspección el 11 de mayo. ¿Saben cuándo fueron? Jamás.
Los vecinos están dispuestos a dar pelea por su barrio y convocaron a una actividad para el sábado que viene a las once de la mañana. Salvar a Floresta y la Defensoría del Pueblo porteño se reúnen en la carpintería Velasco, una esquina del novecientos que fue fábrica de escobas y es una joyita italianizante con entrada en la esquina, una muestra perfecta de una arquitectura porteña que está en vías de extinción. Los vecinos, con el defensor adjunto Gerardo Gómez Coronado, quieren salvarla como un ejemplar histórico de la vieja industria liviana de la ciudad. La cita es en Lacarra 148. Informes en www.salvarafloresta.blogspot.com o en www.gomezcoronado.com.ar.
Este domingo comienza la semana de Barracas, capitaneada por el Circuito Cultural Barracas y con esa deliciosa ONG que es Proteger Barracas como invitada especial. El arranque es con la ya tradicional fiesta que organiza el Circuito en la plaza Colombia, Montes de Oca y Brandsen, a partir de las 15. Proteger Barracas tendrá, por convite, una mesa para reunir firmas para los proyectos de ley que buscan proteger el patrimonio del barrio, limitar las torres y frenar la destrucción silvestre de sus casas.
El Circuito nació en 1996 en una casa de la calle California como una murga, y fue evolucionando hacia un proyecto cultural comunitario con un fuerte lado teatral. El primer domingo de cada mes, el grupo muestra lo suyo con una fiesta frente a su sede en Iriarte 2165 y sus espectáculos llevan años presentándose en diversos puntos. También son conocidas sus giras por la ciudad, presentando el show “Cambio climático o recalentamiento barrial”. O sea que este domingo la cosa mezcla fiesta callejera y firmas para que la Legislatura apruebe de una vez las leyes que salven Barracas. Más informaciones en www.protegerbarracas.com.ar.
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