Sábado, 5 de febrero de 2011 | Hoy
Por Sergio Kiernan
Dicen que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, lo que debería alertar al diputado PRO Avelino Tamargo. El legislador porteño tiene una idea pavimentadora de homenaje a los artistas que cantaron a Buenos Aires, la de colocar unas enormes placas en las veredas de Callao con nombre de canción, de autor, letra, firuletes estilo filete y logos del gobierno porteño y de la fundación que paga las lápidas. Además de ser enormes, las placas tienen un problema agregado: la avenida Callao es un Area de Protección Histórica y el sentido de la protección patrimonial es limpiarla de cartelerías, cableríos y demás poluciones visuales. De hecho, la ley hasta menciona los pavimentos de las veredas.
Colocadas en otra avenida –por ejemplo Corrientes, con un lugar mucho más evidente en la canción porteña– las placas serían otra de esas iniciativas mal pensadas que ensucian la ciudad. Los gobiernos porteños no parecen notar qué atiborradas están las calles de Buenos Aires, pobladas de postes, carteles, cables, cajas operativas, tachos de basura y lo que deben ser los semáforos más sobredimensionados del mundo. En el urbanismo de los administradores públicos, la cosa es competir para hacerse notar, agregando todavía más cosas con el logo propio.
Pero Callao tiene un régimen particular, que el diputado Tamargo debe conocer porque fue una iniciativa de su propio bloque y porque él mismo la votó. La declaratoria de APH de la avenida sirve primariamente para preservar una serie muy larga de edificios patrimoniales, pero tiene el inmenso impacto urbano de imponer una reglamentación visual que debería ser común a toda nuestra ciudad. El año pasado se vieron bajar outdoors guarangos y desmontar interminables marquesinas de kioscos y bares, locales y tiendas. Callao está mucho, mucho mejor que antes y los porteños estamos recuperando una vista que hace tiempo se perdió, la de las plantas bajas de los edificios, tapadas de cartelería.
Queda en claro que Tamargo cuenta con la inopia y la indiferencia de la entidad pública que controla las APH, que seguramente no se atreverá a objetar una idea de un diputado tropa propia, apoyado por otros diputados PRO y pagada de su bolsillo. También queda en claro que Tamargo no conoce la ley de APHs o la conoce pero no le importa lo que dice, con lo que sabotea una buena iniciativa de su bloque con total descaro.
A dos mil pesos cada una y de un tamaño desmesurado de un metro veinte por dos, las placas son una ilustración de enciclopedia de cómo tirar el dinero. Una profecía fácil es que serán destruidas apenas tengan que arreglar un caño, que se ensuciarán hasta lo ilegible en cuestión de semanas y que serán vistas, desde el primer minuto, como lo que son: un capricho sin sentido urbano.
Los vecinos de Palermo siguen sufriendo el constante ataque especulativo sobre su barrio, que ya tiene una sobreabundancia de torres. La avenida Juan B. Justo, transformada por la naciente pared de torres en los grandes terrenos de viejas fábricas y depósitos, ya está generando sus problemas propios, típicos del vertical y abrupto aumento de la densidad urbana. En este caso, que vuelve a sonar el proyecto de hacer un shopping en los terrenos ferroviarios de la estación Palermo del viejo San Martín.
Por pedido de los vecinos, la Defensoría del Pueblo porteño acaba de emitir una solicitud de informes al Ministerio de Desarrollo Urbano para determinar si existe realmente un proyecto de hacer un shopping en la manzana tomada por Santa Fe, Juan B. Justo, Paraguay y Godoy Cruz. El pedido firmado por el ombudsman adjunto Gerardo Gómez Coronado incluye no sólo saber si hay pedidos de permiso para obras sino también si se pidió la rezonificación del lugar para hacer posible el elefante comercial.
El asunto fue anunciado hace más de tres años, cuando se presentó un emprendimiento con el nombre ramplón de Arcos del Gourmet. En los 24.000 metros de terreno disponible –la manzana es realmente enorme– se edificaría una mole con diez cines, tres teatros, diez restaurantes, una feria abierta, cuarenta locales comerciales y algo presentado como “centro cultural”.
Una cosa interesante sería preguntar si alguien pensó en espacios verdes de acceso público en Palermo. El déficit de plazas en la zona es dramático, con los vecinos caminando cuadras y cuadras para llegar a espacios saturados de gente, cargados de ferias e imposibles de usar. Hay que cruzar Córdoba y perderse en calles vecinales para encontrar una plaza utilizable un domingo, o sea una plaza en una región urbana que no esté taponada de departamentos.
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