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Por Matías Gigli

Ya no podemos traer importados. Hay que volver a los materiales simples. Para Rubén Cherny, no es una cuestión de principios sino de realidad, parte de una reflexión del arquitecto sobre la dura situación actual. Hay una diferencia entre el diseño arquitectónico y el proyecto en arquitectura, explica Cherny. Uno tiende a la forma, a la imagen; el otro intenta empezar desde la función, el requerimiento del usuario, se analiza el problema y se llega a una solución alejada de las tendencias y modas. Es una idea que el arquitecto usó en su proyecto premiado por la SCA el año pasado, para la sede del sindicato de restaurantes, bares y afines, edificio que se destaca por su sencillez.
Como miembro del estudio Berdichevsky-Cherny, desarrolló en los últimos quince años importantes proyectos de oficinas y vivienda. Pero en este momento la arquitectura corporativa está parada: prácticamente no hay contratos para sedes bancarias, corporativas, empresariales. Concentrado en la vivienda, el estudio retomó la búsqueda de una arquitectura simple y sin gestos marquetineros.
“En definitiva, el diseño y la arquitectura, al igual que cualquier disciplina de planificación racional de las conductas, pueden concentrarse tanto en desarrollar y perfeccionar lo superfluo, como colaborar en tareas superadoras. Y ello depende de qué cosa les encarguen,” define Cherny. “En el tránsito de la cultura al marketing, del usuario al consumidor y del diseño como servicio al diseño como producto, tan importante como una ecología de la naturaleza, lo es una ecología de la cultura, ese otro hábitat, ya que el diseño y la arquitectura no sólo aspiran a mejorar la calidad de vida sino que, además, tienen un papel fundamental en la formación o deformación del gusto colectivo.”
En el ámbito académico, lugar de reflexión en estos temas en el contexto de la cátedra de Horacio Baliero, Cherny piensa en una arquitectura vista desde nuestra región, valorando el hormigón y el ladrillo, una integración con el verde, donde los exteriores y los interiores se tamizan con sombras y situaciones intermedias.
Para Cherny, las caras de un edificio no son iguales, están orientadas a puntos cardinales diversos, lo que explica el recurso de los parasoles y las luces cenitales, y el recordar que una azotea es una quinta fachada, un lugar que existe y puede usarse. Algunas oficinas ganaron una inesperada parrilla en sus azoteas.
El estudio, por alguna extraña razón, edificó mucho en terrenos frente al ferrocarril, lotes de forma irregular que supieron valorar y usar para obras atípicas. Son pequeñas torres, viviendas en tres niveles con pequeña pisada sobre el terreno, tipologías novedosas. Cherny y Berdichevsky también recuerdan que la ciudad tiene un río, y sus obras lo incluyen, lo observan. Al predominio horizontal del paisaje fluvial se lo traslada a un edificio como el de CAPSA en Vicente López, una obra que se anima al acceso lateral y a tener su fachada principal dirigida al río y no a la línea municipal.
Sin río, lo mismo sucede en otra sede corporativa, donde el aprovechamiento de un terreno con un gran frente consiste en girar el edificio, dejarlo ofreciendo un lateral hacia la calle y crear una fachada principal que mira al jardín y a una línea de árboles.
El caso Compaq, en Vicente López, fue un caso de adaptación a la escala circundante. En un lote rodeado de altas torres, los pisos de la sede empresarial quedaban fuera de escala. La solución fue continuar la fachada y encajarla más armónicamente con lo que rodeaba la obra.
Una encomienda no termina con la lista de superficies y funciones pedidas por el cliente. Lo que distingue a un buen arquitecto es entender la inserción en la ciudad, el valor simbólico del edificio y lasnecesidades “uno a uno” de las situaciones de uso. Un perfil de las ideas de Cherny.