Sábado, 8 de octubre de 2011 | Hoy
Por Facundo de Almeida
El Museo Nacional de Artes Visuales del Uruguay acaba de editar un libro titulado 5 narrativas, 5 edificios, que da cuenta del envío uruguayo a la Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia en 2009, y que sirvió como catálogo de la muestra que se exhibió en ese museo montevideano.
Prologado por la ingeniera María Simón, viceministra de Cultura, y por el arquitecto Gustavo Scheps, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, en una cuidada edición, presenta los cinco casos que fueron mostrados en el encuentro italiano.
El decano de la facultad se enorgullece en el prólogo de que esa casa de estudios haya realizado la selección de obras, y razones no le faltan.
En estos tiempos en los que desde las facultades de Arquitectura y desde las asociaciones profesionales del sector se rechaza lo patrimonial y se celebra todo aquello que sea “nuevo”, aunque sea feo y de mala calidad, el envío uruguayo a este importantísimo encuentro de arquitectura incluyó el Palacio Salvo –mellizo del Palacio Barolo–, la Represa Rincón del Bonete, el Edificio Panamericano, el Estadio Centenario y el Frigorífico Anglo.
La viceministra de Cultura –recordemos, del Frente Amplio– no tiene los pruritos de muchos de nuestros compatriotas que por razones ideológicas desconocen o incluso rechazan la arquitectura de principios del siglo XX. En su texto afirma: “Nuestro pabellón en Venecia es un edificio de Uruguay en un jardín italiano, es un lugar donde mostrar al Uruguay... es una carta de presentación del país donde se lee una prosperidad desde principios del siglo XX... Esta muestra de arquitectura de cinco edificios muy propios la sentimos como parte de nuestra personalidad uruguaya, más allá de que nos gusten o no”.
Los edificios seleccionados recorren todo el siglo. El Palacio Salvo, un emblemático edificio de Montevideo construido entre 1923 y 1928, y que –según cuentan los autores– durante la visita de Le Corbusier a Montevideo en 1929, luego de mirarlo desde distintos ángulos afirmó: “Ya está, aquí debe ir el cañón que acribille al Salvo”.
El libro continúa con la Represa Rincón del Bonete, ubicada sobre el Río Negro, que separa los departamentos de Durazno y Tacuarembó, y pertenece a la compañía estatal de electricidad. Construida entre 1937 y 1948.
La exposición se completó con el edificio Panamericano –construido entre 1959 y 1964–, ubicado en el extremo opuesto al del Palacio Salvo, en la Plaza Independencia de Montevideo; y el Estadio Centenario, inaugurado en 1930 en ocasión del primer Mundial de fútbol.
La última pieza exhibida es el Frigorífico Anglo, emplazado en la ciudad de Fray Bentos desde 1868 y pionero en la producción a gran escala de extracto de carne. Un maravilloso ejemplar de la arquitectura industrial, declarado Monumento Histórico Nacional, y que hoy bajo la denominación “Paisaje Cultural e Industrial Fray Bentos”, pelea, con todo derecho, por ser incluido en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.
Como se puede apreciar, la visión de quienes seleccionaron los proyectos –-y de las autoridades académicas y de Cultura que los apoyaron– fue de una gran amplitud y pluralidad, mostrando un panorama variado de la arquitectura uruguaya del último siglo y medio, respondiendo acabadamente al llamado de la Bienal, que fue: “La gente se encuentra en la arquitectura”.
Un muy buen libro, además, para leer antes de visitar la tierra de Artigas, y apreciar mejor ese valioso patrimonio cultural edificado, que no se limita a Colonia del Sacramento o a la Ciudad Vieja de Montevideo.
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