Un amparo deja al Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales en una situación que no podrá sostener: la de tener que explicar a un juez sus funcionamientos internos. Mientras, se vuelve a hablar de diagonales.
› Por Sergio Kiernan
El gobierno porteño acaba de perder otra causa judicial, cuando el juez Guillermo Scheibler concedió un amparo a la Asociación Civil Barrio La Imprenta. Lo curioso del asunto es que los de La Imprenta no estaban litigando por sus intereses directos y que la causa es para saber si se va a demoler, o no, o tal vez, o puede ser un edificio en la calle Teodoro García. Tanta ambigüedad nace del espectacular nivel de desprolijidad con que se mueve el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales, que no para de meter la pata quebrando leyes y generando situaciones muy lucrativas, pero del todo indefendibles.
El caso en cuestión involucra una casa en Teodoro García 1721 y nace justo al lado, en el edificio del 1733. El 4 de octubre, quienes viven allí recibieron una nota de su consorcio avisando que una semana después, el once, se iba a realizar “una constatación” porque se iba a demoler el 1721. Guillermo Blousson, que preside la Asociación Civil Barrio La Imprenta –que ya logró frenar la demolición de ese edificio y el de La Cuadra– se preguntó de dónde había salido el tema.
Lo que averiguó fue que Teodoro García 1721 había sido “desestimado” por el CAAP el 12 de mayo de 2009. A Blousson, que es abogado y está acostumbrado a leer papeles escritos en burocratés, le llamó la atención un detalle: esta casa estaba incluida en una lista de 130 edificios “desestimados” por el Consejo. ¿Cómo podía ser que barrieran con tantos lugares de un saque?
La respuesta, por supuesto, es que era justamente un “barrido”, la conveniente idea que habían tenido para acabar más rápido con esta molestia del patrimonio. El CAAP tiene el encargo de analizar los pedidos de demolición de todo lo construido antes del primer día de 1941, una seria demora a la piqueta destructora. Con lo que decidieron agilizar los trámites y analizar “el contexto” de cada edificio que llegara por ventanilla. La palabra contexto tiene buena fama, suena razonable y cuerda, y en materia arquitectónica tiene buen pedigree. Pero el Consejo eligió una definición absurda: el contexto de un edificio a demoler es la manzana en la que está. No la calle, la cuadra, sino la manzana. Con lo que se terminaba hablando de edificios anteriores a 1941 que estaban a la vuelta o directamente en la calle paralela, para atrás, del que se iba a tratar.
Esto no sólo era una tontera sino que además era ilegal, porque el CAAP no tiene ni tuvo nunca mandato para tratar otra cosa que no sea el edificio que llegue por expediente. Esto de analizar la manzana permitía legislar preventivamente y, de paso, crear una lista de edificios de golpe demolibles sin que ni sus dueños supieran de esta nueva condición. Los miembros del CAAP desistieron de esta práctica solamente cuando se publicó lo que hacía en m2. Siguen ofendidísimos porque se les señaló el valor monetario de una lista semejante.
La de mayo de 2009 que contiene Teodoro García 1721 es justamente una de estas de barrido. Nadie había pedido permiso para demoler ese edificio, que sólo dos años después parece que será destruido para construir algo seguramente más grandote. Al no haber expediente, argumenta Blousson, la desestimación del CAAP es “nula de nulidad absoluta”, y quien quiera hacer algo allí tiene que hacer el trámite como corresponde, pasando por ventanilla y enviando la carpeta al Consejo.
En su fallo, el juez destaca que todo el caso “no procede en defensa de un interés individual y exclusivo” del demandante sino “en protección de un derecho de incidencia colectiva”. Y luego da algunas órdenes: que el gobierno porteño le informe por escrito si alguien pidió permiso para cargarse Teodoro García 1721 y que hasta que se decida la cuestión no permita que de ninguna manera se realice “demolición, edificación o modificación del inmueble citado, debiendo en caso de haber otorgado (algún permiso) ordenar su inmediata suspensión y extremar los recaudos para el efectivo cumplimiento de lo aquí dispuesto”.
El párrafo final del escrito del juez porteño Schleiber es breve y fundacional, ya que le ordena al CAAP que le informe en referencia a la sesión del 12 de mayo de 2009, que le envíe el orden del día, los fundamentos de cada una de las 130 decisiones, quiénes estuvieron presentes y quiénes firmaron las resoluciones. Esto es fundacional por dos razones. La primera es que nunca se le había pedido al Consejo que se haga responsable de sus decisiones en sede judicial, teniendo que justificar por escrito ante un juez por qué dejan demoler a izquierda y derecha. Será interesante ver qué le contestan al juez, ya que sus decisiones suelen justificarse con una frasecita del tipo “no tiene valor arquitectónico”, como si fueran la autoridad divina.
La segunda razón es que el juez podrá enterarse de que en mayo de 2009 los que firmaron la resolución con 130 demoliciones no tenían mandato por escrito y lo hicieron en una sesión acéfala, ya que el presidente del CAAP, el director general de Interpretación Urbana, Guillermo Ledesma, no estaba presente. Ledesma nunca va a las sesiones del Consejo, que son presididas de hecho por la impasible Susana Mesquida, que firma y firma papeles que ahora tendrá que explicar a la Justicia.
Era cuestión de tiempo, porque este pequeño ente toma decisiones que valen millones en el mercado inmobiliario y ni siquiera se molesta en acordarse que las firmas en las resoluciones coincidan con los presentes en las sesiones. El buen juez Schleiber tendrá con qué entretenerse cuando le lleguen estos papeles.
El gobierno porteño, con Mauricio Macri a la cabeza, presentó orgulloso esta semana un proyecto desconcertante. Después de décadas, quieren terminar la Diagonal Sur, una obra perfectamente innecesaria excepto para completar ese concepto tan amado, el dibujito.
La Diagonal Sur es la pariente pobre y nunca terminada de la Norte, y es el capítulo final de la fiebre de remodelaciones del Centro viejo que arrancó con el Centenario. La primera fue, por supuesto, la Avenida de Mayo, pero la idea continuó con la 9 de Julio, la Plaza de la República, el ensanche de avenidas y las dos diagonales. Estas novedades se montaban en otra novedad: el automóvil, que pasaba a protagonizar el planeamiento urbano.
Lo que les resultó inimaginable a estos planificadores fue la masividad del automóvil, una tendencia que nadie vio venir. La gráfica de época da risa por la escasez de coches, con ilustraciones de una 9 de Julio que ni necesita semáforos. En la Buenos Aires de la época había que moverse mucho para ver un embotellamiento, que generalmente ocurrían en Florida a la hora del copetín.
Las diagonales tenían, como la Avenida de Mayo, un nivel más simbólico que otra cosa. Desde Plaza de Mayo se podía ver el Congreso y, girando la cabeza, Tribunales, uniendo los tres poderes del Estado antes de que el humo de los colectivos taparan la línea de visión. La Diagonal Sur parece más una cuestión de simetría del dibujito, ya que no une la Rosada con nada en absoluto. ¿Por qué continuarla ahora? Porque es un muy buen negocio para la verdadera base de Macri: la industria de la construcción.
Si esta tontera se hace, llevar la avenida hasta la 9 de Julio implicará demoler 37 edificios existentes. El gobierno porteño hasta encontró una manera de privatizar las expropiaciones, cosa que seguramente dará trabajo a abogados constitucionalistas. Quien gane el concurso podrá “expropiar” por las suyas y luego compensarse guardándose los terrenos así despejados, lo que abre enormes preguntas sobre cuánto se pagará por los inmuebles. También, según el anuncio oficial, el ganador podrá construir estacionamientos bajo la traza de la diagonal, lo que será una hazaña técnica, ya que por ahí ya corre un subte...
Lo que queda claro en lo que mostró y dijo el macrismo es que para lo único que podrá servir gastarse esta fortuna es para traer más autos a la Plaza de Mayo. Esto es incomprensible, ya que el mismo gobierno porteño está ciñendo cada vez más el tránsito en esa región, con Suipacha peatonalizada, Balcarce integrada a la Plaza justo enfrente de la Casa Rosada y Tacuarí en plan de peatonalización. “¿A dónde van a ir estos autos que bajen por la nueva avenida?”, es lo que se pregunta el diputado porteño Sergio Abrevaya, pero no se pregunta el presidente de la Sociedad Central de Arquitectos, Enrique García Espil, que sólo parece percibir que su entidad tendrá otro concurso para organizar. García Espil emitió conceptos como que completar la diagonal era un acto de “justicia simbólica, ya que se le da la misma importancia al Sur que al Norte”, y hasta soñó con seguir la obra más allá de la 9 de Julio hasta “una plaza”.
Los vecinos movilizados para defender el muy, pero muy amenazado patrimonio de La Plata no saben si reír o llorar con cosas que andan pasando por su ciudad. Como se recordará, nuestra ciudad planificada apareció en la lista de lugares en peligro del muy prestigioso World Monuments Fund. Los patrimonialistas y las ONG festejaron que su lucha tuviera semejante apoyo, y rebotaron de mail en mail la noticia. Y ahí pasó la primera cosa rara: alguien armó una cadena de mensajes avisando que todo lo que dijera “WMF” o “La Plata en peligro” era un virus particularmente violento. Varios vecinos avisaron que en medio de la campaña electoral que movilizó la ciudad se les contaba a los residentes platenses que era una mentira que la ciudad estuviera en esa lista, y un concejal que quiso sacar el tema en el Concejo Deliberante fue acallado.
Para terminar con algo agradable, hay que abrir Internet y buscar un blog notable que se llama La Mirada Atenta, un banquete para los que aman el patrimonio. Su autor y editor es Pablo Chiesa, persona absolutamente obsesiva del detalle y, según parece, incansable. La edición de este mes está dedicada al maravilloso Palacio Paz, actual Círculo Militar, y es un real ensayo muy ilustrado sobre las influencias de este notable edificio. Por ejemplo, se muestran fotográficamente los préstamos que tiene el palacio porteño del Louvre y de Chantilly, incluyendo los elementos escultóricos. En fin, un esfuerzo fascinante.
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