Sábado, 21 de abril de 2012 | Hoy
Cuatro generaciones de diseñadores —Pablo Bianchi, Alejandro Sarmiento, Eduardo Naso y Ricardo Blanco—, en sus respectivos 40, 50, 60 y 70, reinterpretan el tiempo.
Por Luján Cambariere
¿Se puede medir el tiempo? ¿Vale hacerlo? ¿Se consume? ¿Se gana? ¿Se pierde? ¿Cuánto hay de cierto en que corre, vuela cuando uno la pasa bien y se aletarga, frena, congela en los malos momentos?
Por diversión, reflexión, ganas de filosofar o jugar entre amigos de distintas décadas, el arquitecto Ricardo Blanco (70) convocó a Pablo Bianchi (40), Alejandro Sarmiento (50) y Eduardo Naso (60) a pensar –que en el caso de los diseñadores suele ser sinónimo de proyectar– junto a él relojes de pie para la muestra El tiempo contenido, expuesta en la Galería Klemm hasta el 12 de junio.
“El tiempo es una dimensión conceptual interesante de expresar en un sistema de formas. Mucho más compleja es la intención contradictoria de contener aquello que indefectiblemente fluye”, cuenta Blanco desde el catálogo de la exposición. Y continúa: “El concepto de tiempo puede dar lugar a reflexiones eruditas, sociológicas y hasta filosóficas. En este caso es el objeto ‘reloj’ el que sirve como disparador para pensar y resolver un objeto de diseño dentro de su propio universo material en donde lo funcional tiene que existir y lo técnico debe estar resuelto. Lo que no quiere decir que estos relojes funcionen de manera tradicional”.
Operar con el tiempo ha sido siempre una preocupación estética, tanto en la literatura como por ejemplo en el cine, suma Blanco. Por eso, según él, resulta interesante hacerlo desde una disciplina en la que la obra se materializa y se corporiza.
... atiende su juego; así, el más joven del grupo, Bianchi, apela a globos con helio, un piolín y una piedra bola para dar vida a su Mago. Mientras que con macetas y MDF genera los Tierra-Sol y con cartón, varillas de acero, una ramita y, de nuevo, piedra bola dio vida a El Flaco.
“Los relojes que aquí presento orbitan cercanos a un punto central: aquel donde la idea del producto sustentable encarada desde lo técnico colisiona con el valor cultural del producto de uso. El diseño tiene mucho que aportar para que esa tensión se resuelva positivamente, cuenta. Por otro lado, los relojes apelan a la reversibilidad, es decir, a que los componentes puedan volver a utilizarse sin que eso implique ninguna alteración de sus características originales. Por eso, las operaciones realizadas sobre las piezas o materiales son nulas o, en todo caso, mínimas. Cuando, se cansen de ser relojes, las varillas, las macetas y las piedras volverán mansamente a sus estados originales”, cuenta Bianchi.
Mientras que Sarmiento, para variar al rescate, recurre a un tronco de mora tendido en su jardín para crear su original versión del Cucú: Pomerode Tirol Demo. Partiendo de la idea de que ese árbol que estuvo ahí según él: “Vivo y erguido. Sombra, alimento, frescura; moviéndose con el viento, dando albergue a cientos de seres. En la madera, toda su experiencia”, vuelva a latir otros tiempos, esta vez, en forma de objeto. Por último, el tercer invitado, Naso, trabaja sobre “el mismo tiempo a distintas horas”. “Estar en esta muestra particularmente en una posición intermedia entre diseñadores de 40 y de 70 años me generó un pensamiento reflexivo sobre el pasado y el presente y una acto reflejo de mirar hacia arriba y hacia abajo. La primera duda resultante fue saber cuál era el arriba y cuál era el abajo... los 50... los 70.., ¿Predomino el potencial cronológico o predomino la experiencia vivida? Esto derivó inmediatamente en una conclusión importante y a mi conveniencia: los 50 y los 70 no están ni arriba ni abajo sino naturalmente a mis lados, mirar simplemente a mi alrededor me deja mucho más tranquilo. Los períodos de tiempo nos pueden colocar en esta fastidiosa tríada de pasado, presente y futuro, o pueden ser tan generosos que nos ubiquen en un presente amplio: todo lo que sucede en esta semana, todo lo que sucede en este año, todo lo que sucede en esta década, todo lo que sucede en este siglo. Esta relatividad de los períodos nos permite cortar el tiempo en porciones tales que períodos menores de pasado pasen a ser presente o incluso integrarse al futuro”, reflexiona Naso. Y continúa: “Esto se contrapone con mis pensamientos anteriores donde creía que el presente sólo eran los instantes de futuro que se transforman en pasado a cada momento. Asociado a la idea de instante, flash, no hay duda de que la cruel función de los relojes es sentenciar cada segundo y condenarlos al pasado haciéndonos responsable de su digno o indigno transcurrir. Sus acotadas posibilidades de dividir el tiempo en pequeños períodos les permite como máximo unificar los segundos de pasado en un presente llamado hoy. En esta muestra estamos juntos diseñadores de este ‘presente de siete décadas’, proponiendo relojes que hagan amigable la implacable crueldad de sus movimientos”, remata, presentando sus tres versiones que dan cuenta de esto.
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