Sábado, 21 de abril de 2012 | Hoy
Por Facundo de Almeida
La imaginación de los depredadores patrimoniales y sus socios funcionarios públicos no tiene límites. La última ocurrencia está contenida en la ordenanza 4425 de San Miguel de Tucumán, que elimina los pulmones de manzana. Esos espacios creados por mentes lúcidas que buscaban evitar el impacto de la construcción en las ciudades y brindar luz y aire a los ambientes del contrafrente de los inmuebles, entre otras ventajas para el medio ambiente, ahora pretenden eliminarlos para que allí también se pueda construir o transformarlos en estacionamiento.
El delirio es tal que el Colegio de Arquitectos de la provincia solicitó a la Justicia que se declare la inconstitucionalidad de la norma, y para hacerlo sumó los argumentos de la Facultad de Arquitectura, que con demostraciones históricas, patrimoniales y ambientales, pide que se preserven esos espacios libres.
El dictamen de las arquitectas Daniela Moreno y Olga Paterlini establece que, de acuerdo con el Código de Planeamiento Urbano, el pulmón de manzana constituye uno de los elementos integrantes del espacio urbano de la ciudad, con igual jerarquía que espacios como la vía pública, y que su alteración pone en peligro el patrimonio urbano-arquitectónico de la ciudad histórica.
La ocupación de ese espacio libre transformará a la capital del “Jardín de la República” en una ciudad más caliente, gris, ruidosa, contaminada e inundable.
El abogado Luis Rodríguez Vaquero se presentó en nombre de los arquitectos ante la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo, con un recurso de amparo que pide a la Justicia que prohíba la aplicación de esa norma. El titular del Colegio de Arquitectos explicó que “el centro de manzana es el espacio parquizado en el interior de las manzanas que cumple la función de pulmón verde y de terreno absorbente y que garantiza la calidad ambiental, particularmente en los distritos residenciales y de áreas especiales”.
El polígono que establece la ordenanza incluye la parte central de la capital y las avenidas Mate de Luna, Sarmiento, Avellaneda, Sáenz Peña y Soldati, unas 450 hectáreas, cuyos espacios libres actuales ascienden a “un total de 290 mil metros cuadrados (29 hectáreas) de espacio urbano descubierto que podría desaparecer como tal”, según expresan los informes técnicos.
Estas dimensiones, multiplicadas por la cantidad de metros que puede construirse en cada una de las parcelas y a su vez por el valor de mercado, representan una plusvalía que tal vez explique los millones de motivos que hubo para tomar la decisión.
Las consecuencias ambientales, según un informe del arquitecto Guillermo Gonzalo, serían la disminución de la superficie verde produciendo diversos problemas ambientales y funcionales: microclima urbano (isla de calor), mayor cantidad de vehículos con el consecuente incremento de los niveles sonoros y de la emisión de dióxido de carbono (gas que más contribuye al calentamiento del planeta y al cambio climático).
El propio sitio web del Honorable Concejo de Deliberante de Tucumán (http://www.smtucuman.gov.ar/index.htm) parece, irónicamente y sin quererlo, confirmarnos la razón por la que los concejales votaron de ese modo: la única información que pudimos obtener es que están “En construcción”.
Cuando la tendencia mundial en las áreas centrales y los cascos históricos es la prohibición o disminución del ingreso de automóviles, las autoridades tucumanas se han empeñado en convertir a la ciudad en el “Parking de la República”.
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