Federico Churba abre las puertas en el circuito Arenales, reafirmando su doble rol de diseñador-productor. Una buena oportunidad para charlar con este diseñador de proyección internacional.
› Por Luján Cambariere
Ubicado en el llamado “Distrito Arenales”, Federico Churba abrió las puertas de su primer local a la calle. La apertura llega en un momento de maduración del diseñador con larga estirpe en la disciplina (padre, tío, hermanos, primos), que en los últimos años ha dado pruebas de venir desandando un camino propio. Participaciones en las más importantes ferias internacionales como el Salón Satélite de Milán (por tercer año consecutivo), productos licenciados para marcas de renombre (Prandina, Karl Anderson y Crate & Barrel) y ahora su propio espacio –Tienda fCH y Estudio Federico Churba–, en donde se pueden ver los procesos de diseño y las piezas resultantes. Bellas lámparas, sofás, sillas, mesas altas y bajas, bibliotecas, alfombras y objetos, de factura impecable.
¿Lo nuevo? La biblioteca Chocolate, formada por un sistema de estantes plegados de mínimo espesor y una serie de accesorios en cuero, que permiten componer variadas configuraciones con un juego de llenos y vacíos. El sofá Poul, en estructura de acero y cordón tejido conformado por tres elementos que articulados permiten conseguir nuevas disposiciones lineales o angulares (apoyabrazos, respaldo y mesa de apoyo se pueden colocar según las necesidades de cada espacio). La lámpara Punto y coma, un diseño colgante sujetado por un tensor de techo a piso que permite diferentes alturas y movimiento, homenaje a la Paréntesis de Achille Castiglioni. La mesa Banda (una base de madera que parece volar se posa sobre laterales de cuero que se unen a una tapa de chapa para cerrar la banda). Y la lámpara Zeta de escritorio, la silla Filo, la lámpara Arlequín con nueva pantalla de fibra de vidrio y la mesa Picnic, entre otros.
–Sí, han pasado muchas cosas después de ese primer viaje en el 2010. Vueltas interesantes de la vida. Digamos que, para el diseño, siempre tuve una doble vida de diseñador –productor o diseñador– dador de servicios. Empecé como diseñador-productor en Dragones, de donde me fui con el objetivo de hacer exclusivamente diseño de producto, y con La Feliz me pasó lo mismo. Así que en el 2008 arranqué con estudio propio con la idea de volver al diseño y la producción propia. Es que siempre iba y volvía de una cosa a la otra. Pero me pasaba que, trabajando para terceros, el nivel de compromiso era el mismo y comprendí que ese esfuerzo que hacía para otros, cuando lo hacía para mí mismo, el rédito comercial era mayor. Y que en realidad me interesaba la explotación comercial de mis cosas. Entonces vuelvo a reformular ese binomio de diseñador-productor y decido que quiero dedicarme a la producción. Y redoblo la apuesta porque decido dedicarme al mobiliario, que era la novia que siempre deseé. Desarrollo y producción de equipamiento e iluminación. Y lo hago inicialmente asociado a Gris Dimensión, que fue hasta hace quince días la principal pata comercial del proyecto. Arranqué con una primera colección basada en el conurbano bonaerense. Las mesas Pluviales inspiradas en los caños de desagüe de cemento premoldeado, las mesitas Edén de caño de sección tubular emulando los diseños barrocos con filigranas (descomponiendo las formas más elementales de ese tipo de muebles), las mesas Picnic inspiradas en el mobiliario urbano más brutalista de ciertos recreos, las lámparas Faroles, cuyo origen son los faroles coloniales de formas trapezoidales de ángulos de metal, la lámpara Bienvenida, con forma del arco que tiene tanta presencia en los ingresos de distintos pueblos, la biblioteca Cerco que viene a ser una derivación de muchas imágenes que tomamos a muchas rejas y protecciones de casas. Tramas que derivaron también en los bols Celosías y muchas más. Ese fue el puntapié inicial. Buscaba temas de identidad en el conurbano, en contraposición a la identidad de equipamiento italiano muy presente en Gris, y respetando muchos principios como la calidad. Y en ese tiempo, de forma azarosa, surge la posibilidad de exponer Salón Satélite de Milán del 2010. Así viajé por primera vez, con todo ese material y en un principio con una idea muy soñadora o idealista de empezar a vender mi producción de acá para allá. Y casi antes de llegar empecé a vislumbrar que era otro el modo. En realidad desde la organización de la muestra también nos explicaban que debíamos ir con nuestros prototipos y que eran ellos los que hacían el vínculo entre los diseñadores emergentes y la industria. Me pareció una idea interesante pero, dentro de mi principio anterior, no iba, hasta que fui chocando con la realidad de no ser una fábrica y el contexto económico de inflación en dólares y pérdida de competitividad con el exterior, que realmente hace que mi producto que se crea de forma bastante artesanal o escala baja, llegue a costos no tan competitivos para esa modalidad. Con lo cual la nueva alternativa de volver a ser un dador de servicio para industrias, pero italianas, con camino muy recorrido e historial de trabajo con diseñadores, volvió a tomar sentido. Y vuelvo a replantearme el bendito binomio y en esa relación encontré una modalidad de funcionamiento que me vino bárbaro. Porque me permite seguir produciendo para el mercado interno y licenciar algunas piezas para su fabricación y venta en el exterior.
–Fue una muy linda experiencia. Viajé con ocho productos. Y lo que iba a buscar inicialmente no es lo que conseguí, pero lo que encontré superó mis expectativas. En ese tipo de feria lo que te llevás son contactos. Nada se cierra ahí en el momento. Por supuesto sí las opiniones de colegas y empresarios que capitalizás con el tiempo. El año 2010 fue absolutamente genial, muy fuerte: presentarme en el contexto de lo que es la semana del diseño en Milán; me fui recibiendo un premio (el Design Report) y de lo que mostré cerré cuatro contratos.
–La lámpara Hanoi, por ejemplo, la produce Prandina. Una empresa que conozco y admiro desde que soy chico. Tengo productos de ellos y que venga el señor Prandina a preguntarme por mi proyecto, si está libre, fue increíble. Y muy grato trabajar después con ellos, porque en un momento posterior viajé a la fábrica a trabajar en otros proyectos, y ahí el señor Prandina me dijo que le encantó no haber sabido de la relación previa que teníamos (mi padre vendía sus productos en Argentina) cuando conoció mi producto. Y no quiero parecer soberbio, pero tenía muchas empresas interesadas en esa luminaria. Y yo me decidí por ellos porque es una empresa que me gusta y no dudé un minuto. Las bibliotecas Cerco fueron adquiridas por la sueca Karl Anderson & Söner y fueron presentadas en la última Feria de Estocolmo. También con ellos fue muy gracioso porque me vieron en ese tiempo y firmamos contrato para que la presentaran en el 2012. Yo no entendía nada: ¿por qué tanto tiempo de espera? Pero en febrero del 2012 la biblioteca estaba ahí. Crate & Barrel adquirió la licencia de su lámpara Faroles y la silla Horqueta, lo que permitió la llegada a todo Estados Unidos, Canadá y Emiratos Arabes.
–No les cambia nada. Pero retomo el tema de algo que hablábamos antes: el hecho de ser diseñador-productor, de estar muy envuelto en lo que es la cotidianidad de la fabricación, sí suma. Eso, en el contexto de la feria, fue una ventaja. La comunicación es a la distancia. Ellos empiezan el desarrollo y son súper profesionales. Es un placer. Por ejemplo, con Prandina tengo otra anécdota genial: mirá el modo, el respeto, que tienen, que en la Hanoi hay un conito por donde sale un cable que tuvieron, al tener que reconvertir el sistema de iluminación, que redimensionar y me mandaron el plano para que lo aprobara. Y otro placer muy grande que tuve, en el 2011, fue cuando presenté un proyecto de cajoneras y lo licencié a una empresa española –Arlex– y este año me trajeron los catálogos a la feria. Yo había tenido trato con una persona que era la segunda generación del fundador, y este año, su padre, el fundador de la empresa, se me acercó y me dijo que hacía tiempo que no le pasaba de recibir una documentación de un producto tan precisa. Que cuando lo llevaron a la producción no tuvieron que hacerle ninguna modificación. Para mí ése fue un elogio superlativo, porque somos muy exigentes con eso.
–Mi trabajo fuerte es la producción y el trabajo acá. Para vivir de regalías tenés que tener 45 productos en el mercado y para que eso suceda tenés que empezar con tres o cuatro. Así que el mercado nacional para mí es el más importante. Mis clientes son decoradores y arquitectos, con lo cual la tienda viene a cerrar un círculo de trabajo muy interesante, con el lujo de poder incorporar el mundo de la venta del que estuve mucho tiempo alejado. Hoy, poder estar trabajando acá, en un espacio de casi 500 m2, con el showroom, el estudio de diseño arriba, un espacio para ensambles y maquetas, es un lujo. Desde enero estamos en obra. A cargo del proyecto estuvo mi mujer, la arquitecta Heidi Goldfeder del Estudio 2g. Hubo mucha ida y vuelta. El local en sí era un laberinto. Era una farmacia y laboratorio de recetas magistrales. Descubrir la estructura de hormigón del edificio, jugar con las vigas, la iluminación y paños laterales, una de sus grandes apuestas.
–Me recibí en el 2001. Según el Salón Satélite, hasta los 35 años sos joven diseñador, así que ya me puedo considerar diseñador.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux