Donde está la vanguardia
Las ferias de diseño son una mezcla de paseo de compras con evento que se presentan como un nuevo modo de consumir y de dar con la vanguardia local de primera mano y a precios accesibles.
Por Luján Cambariere
La crisis y las nuevas reglas del juego que ella impuso, trajeron aparejados fenómenos que en el caso del diseño siguieron las leyes de un gran dominó nada virtual. La necesidad de muchos diseñadores de producir y comercializar sus piezas dio como resultado la creación de nuevos canales de venta más informales, como ferias o encuentros en bares y restaurantes. Un tipo de evento que de un corto tiempo a esta parte, otros se encargaron de profesionalizar y ofrecer como megaeventos de diseño.
El caso Oma
“La historia surge ya hace dos años, cuando Oriana Bertacchini y Marian Esersky, diseñadora gráfica y licenciada en marketing, respectivamente, decidieron unirse, junto a otros diez diseñadores, para vender productos de su creación en un bar de Palermo”, resume Diego Medinaceli, comunicador social y actual socio de las creadoras de Oma Design, una de las ferias pioneras. “En ese primer encuentro, ellas vendieron muy poco (hacían almohadones) –continúa Medinaceli–, pero con su movida ayudaron a vender a todos los demás artesanos o diseñadores que, crisis y falta de trabajo estable mediante, empezaban a vivir de vocaciones hasta entonces escondidas.”
Así, sin querer, dieron con un negocio a su medida: encargarse de la selección de diseñadores que cada dos meses presentaran en espacios cada vez más amplios sus trabajos de indumentaria, decoración, mobiliario, accesorios y objetos. Piezas en todo tipo de materiales (vidrio, resina, plástico, madera, tela, papel maché, cartapesta, aluminio) de última tendencia. Agosto del 2002 las encontró realizando una muestra con más de 96 diseñadores en el Niceto Club, por la que pasaron alrededor de 5000 personas. Y diciembre compartiendo el espacio con un festival de música electrónica en el Club Hípico Argentino y después en el Hipódromo de San Isidro en plena tarde de carreras.
“En el Hipódromo se presentaron doscientos diseñadores y pasaron 12.000 personas. Fue increíble la convocatoria tanto de expositores de alta calidad como de un público amplísimo que festejó la originalidad de la movida”, suma Medinaceli, quien hoy espera batir un nuevo record de convocatoria en el predio de la Biblioteca Nacional.
Código País
Es el primer evento que produce de forma independiente Cipsite, un grupo de tres jóvenes empresarios –Pablo Liwski, Ezequiel Wasserman y Hernán Hillú– con la idea de impulsar y fomentar eventos culturales adaptándose a las nuevas reglas de juego planteadas por la situación general del país. “Código País fue creada con el concepto de ‘todo se hace en casa’ y apunta a producciones puramente argentinas. Queríamos hacer un evento de diseño para un público ABC1 que se alejara del concepto de feria hippie por lo que decidimos cuidar mucho el ‘look and feel’. ¿Qué es esto? Ni más ni menos que la atención de todos los detalles. La separación de cada stand, la ambientación, la iluminación y hasta la música del evento para que las propuestas de los diseñadores se luzcan de la mejor manera”, explica Wasserman.
Su primer y único evento hasta ahora, en octubre pasado, en el marco del mes del diseño, reunió en dos días a 15.000 personas. Hoy duplican la apuesta y en un espacio de una hectárea en Remonta y Veterinaria, la caballeriza de principios de siglo pasado pegada a la cancha de polo, planean una movida que incluye además de propuestas en diseño industrial, gráfico, mobiliario, accesorios, objetos, indumentaria y digital, bandas en vivo, una sala de cine y una de teatro y desfiles.
Las claves del éxito
Para la gente de Oma pasa por ajustarse a un estricto criterio de selección de los participantes: “Que sean productos de calidad, que tengan una amplia producción y buen precio”, detallan. También el acompañar los stands con otros condimentos como música, desfiles, entretenimientos para chicos y promociones especiales.
¿El perfil del consumidor de estos eventos? Ambos organizadores coinciden en que es gente de clase media y media alta, en su mayoría mujeres y muchas parejas con chicos. “Cada cuatro personas aparece un cochecito”, suma Wasserman. Para él, la gente que participa de estos eventos se caracteriza por ir a la caza de la última tendencia. “Por supuesto, los tienta un precio accesible. Pero, sobre todo, es gente que apunta a lo diferente. Y no sólo a consumir un producto sino toda una estética”, detalla.
Mientras tanto, para los diseñadores participantes, estos encuentros son la oportunidad de vender directamente sus piezas y, sobre todo, de generar contactos que abran otras puertas.
¿El futuro de estos emprendimientos? Por lo pronto, que no los hagan correr la misma suerte de otros fenómenos que eclipsaron el firmamento de los negocios emergentes (¿quién no se acuerda de las canchas de paddle o las pistas de patinaje?) y después perecieron. “La seriedad de la propuesta”, suma Wasserman para buscar salidas. Mientras que para la gente de Oma pasa por brindar servicios integrales que sobrepasen la mera feria, explican quienes por lo pronto desde febrero de este año ya ostenta un local, Casa Oma, una propuesta que combina restaurante y diseño en un mismo lugar (Honduras 5140).