› Por Sergio Kiernan
La Jefatura de Gabinete del gobierno porteño tiene una secretaría de nombre amable: Gestión Comunal y Atención Ciudadana. La etiqueta no revela mucho las verdaderas funciones de la entidad, que antaño hacía de receptora de pedidos de vecinos y los derivaba o mediaba a los CGP, cosa a la que ahora se dedican con mandato las Comunas. Lo que tampoco revela el nombre es la verdadera especialidad de la secretaría, que es hacer obras inútiles y carísimas hasta para los presupuestos siempre inflados de la Ciudad. Esa es la especialidad y la obsesión, puede agregarse, es la de las placitas. La secretaría es “autora” de la placita de Las Madres y veredas aledañas de Entre Ríos y Garay, del triangulito con fuente fea y todo de Pueyrredón y Anchorena, y del pase triangular en Rivadavia y Río de Janeiro. Todos triangulares, todos carísimos.
El caso de la foto es, novedad, rectangular y todo indica que está terminado. La placita Fumarola se extiende por una cuadra de la calle Perón, entre Jean Jaurès y Anchorena, y tiene todo lo que debe tener una plaza: enrejado completo, arenero con un tobogán y un juego de trepar, pasto, 14 árboles o arbustos altos, 8 faroles de ínfima calidad, una docena de mesas de ajedrez con un total de 48 bancos de cemento, seis papeleros, tres bancos de metal y otros tres de madera. El nombre de la placita recuerda a un militante social asesinado por la Triple A y fue una creación de los vecinos.
Sucede, justamente, que fueron los vecinos los que crearon la placita, tomando un terreno que era medio basural y medio asentamiento. En 2004, con la asistente social y hoy comunera local María Suárez, los vecinos relocaron a los del asentamiento, limpiaron el lugar, plantaron árboles y arbustos que ellos mismos pagaron, y hasta hicieron un poco de pavimento interno. Los vecinos viejos recuerdan hasta las colectas para comprar bolsas de tierra negra para las plantas. El primer nombre de esta plaza, todavía no oficial, fue “mientras tanto”. La idea era que iba a ser la primera parte del parque ferroviario a crear en una zona desesperada por un poco de verde.
En la gestión de Aníbal Ibarra se oficializó el tema y se construyó la plaza que puede verse ahora. Los vecinos pidieron el nombre de Julio César Fumarola, el fotógrafo de 33 años torturado y asesinado por la Triple A en 1974, y la inauguraron con su madre, su viuda y sus hijos presentes. El lindo cartel fileteado sobre Anchorena explica al visitante el porqué del homenaje. La plaza está indudablemente en mal estado y con mucha necesidad de mantenimiento. Sucede que esa esquina de nuestra Buenos Aires es un resumen de nuestros problemas sociales: con un campamento constante de cartoneros que la usan, es una circulación constante de los más carenciados. Siempre hay alguien durmiendo en un banco de la Fumarola, y casi siempre hay algún pibe demasiado maltratado por la vida.
Con lo que la primera pregunta que uno se hace es por qué hay una docena de mesas de ajedrez, que ni en el centro de Moscú ponen tantas. Y lo segundo es por qué no hay un mecanismo de mantenimiento que evite la suciedad que tapa la placita, que reponga la arena que falta y origina una laguna bajo los juegos, y que cada tanto le acerque una mano de pintura. Pero la Ciudad Autónoma, desde el gobierno de Ibarra, no hace mantenimiento y prefiere reconstruir las cosas cuando ya no aguantan. Es mucho más rentable y caro, y da para la foto cortando cintas.
No es el caso de la Fumarola, que necesita mantenimiento, pero está entera. Aunque se ve que la Secretaría de Gestión Comunal no pudo resistir la tentación y se va a gastar por lo menos un millón de pesos en rehacerla. La licitación fue hecha el 26 del mes pasado y fue preadjudicada por el expediente 223 de este año. La obra debe hacerse en una sola etapa y es definida como “Contratación de Obras en General, Carpintería, Herrería, Pintura, Servicio de Profesionales de la Construcción”. El contrato fue adjudicado a la empresa Mediterráneo SA, vieja proveedora municipal, por un millón ciento seis mil quinientos sesenta y dos pesos, como figura con todas las letras en la orden firmada por el gerente operativo Raúl Barrueco.
Como la placita mide unos cien metros por veinte de ancho. y como tiene su equipamiento completo, uno se pregunta por qué se gastarán 500 pesos por metro cuadrado. ¿Cambiarán el enrejado? ¿Cambiarán los faroles? La secretaría suele hacer cosas como pagar 200 dólares por un papelero y 70 por un arbolito ínfimo, con lo que unos cien al cambio oficial por metro no es tanto.
Pero los vecinos de la comuna 3 están furiosos con el desperdicio de recursos para una obra que, nuevamente, debería ser de mantenimiento y debería dejar dinero para atender alguno de los muchos problemas del Once. Que son problemas de verdad y no inventados para hacer gastos.
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