El nuevo mobiliario y los objetos de cocina del mendocino Carlos Obregón ponen en valor recursos de las dos industrias vedettes de su región, el vino y el olivo.
› Por Luján Cambariere
Al flamante diseñador industrial mendocino Carlos Obregón lo conocimos allá lejos y hace tiempo por su original línea de mobiliario Borda, nacida de un recurso a su alcance: la industria vitivinícola. Una línea de muebles creada del roble reciclado de las bordelesas en desuso, combinado con estructuras y piezas de ensamble en acero con las que no sólo buscaba reaprovechar ese noble material sino todo el acervo e imaginario de su provincia. Sillas, bancos, mesas, que fue perfeccionando, sistematizando y sofisticando mientras la familia crecía, y él intentaba no con poco esfuerzo trabajar y terminar la carrera.
Pero eso no es todo. A la par creó una línea objetos que nace de otro descarte de su región: la poda del olivo. Cucharas para pastas de aceitunas, para dulces y ensaladas, palos de amasar y todo tipo de tablas para quesos y panes, además de portabotellas y alcuzas, entre otros objetos.
–Sí, por el lado del mueble. Pero después encontré otro material que es el olivo. Una madera bastante exótica, en el sentido de que no se consigue en forma comercial sino que la recupero de las podas. Porque justo es una planta que necesita ser podada muy fuertemente cada tanto para renovar su producción y generar nuevos frutos de mejor calidad. Pero la cuestión es que todo eso se lleva a quemar a los hornos donde se cocinan ladrillos. Yo veía los camiones que pasaban por mi casa hasta que me decidí frenar uno y comprarle la madera para experimentar en el aserradero. La realidad es que no es una madera aprovechable industrialmente porque tiene ramas quebradas, no rectas, no tiene el rinde de otras. Los tramos más rectos son de un metro. Así que las hice aserrar marcando cada corte. Le hice hacer tablas de distintos tipos de espesores (de 1 pulgada o 2 a 35 cm de ancho), medidas, y ahí aproveché para hacer un juego de 32 sillas para una finca.
–Tiene un color amarillo tirando a verdoso y la veta tiene toda la gama de los marrones, dibujos de círculos concéntricos. Con respecto a cómo responde físicamente, es durísima, de un poro cerrado y si hubiera que decir una personalidad, tenés que hacerte muy amigo para poder tratarla. Es intratable, porque tiene veta, contraveta, es dura. Se astilla. Tiene bastantes cosas que la hacen compleja, por eso después de esa experiencia decidí utilizarla en objetos de uso, donde rinde mejor. Y además tenía la orientación marcada por la región y el material, el olivo, entonces me incliné sobre todo a los elementos de cocina. Tablas y cucharas para servir pasta de aceitunas, o quesos que acompañen el vino. Elementos para las dos industrias agrícolas madres de la región que son la uva y el olivo. Eso fue un valor agregado impresionante, trabajar con material del lugar y también hasta jugando con las formas ovaladas del fruto y las hojas. Es que siempre busco esos anclajes. Reforzar el mensaje.
–Muchas fábricas de aceite de oliva me las solicitan como merchandising, productos publicitarios, regalos empresariales. O elementos para fidelizar a los clientes como las alcuzas. Muchas veces me pasa de ir a ofrecer muebles a las bodegas y les encantan, pero las necesidades inmediatas son de este tipo de objetos más pequeños y al alcance. Bandejas, portabotellas, bodeguitas, portacopas. En ese plan hice también un portabotellas inspirado en el tachito de cosecha de la uva, realizado con roble de la barrica y arriba cinta de cuero donde se personaliza el trabajo. Siempre trato de conservar las características que trae la madera, entonces queda por fuera lavado el roble color madera y por dentro es un tostado que se le da a la barrica antes para que despida más tanino, que con el tinte del vino dan unos colores lilas y violetas alucinantes.
–A partir de tercer año es cuando yo comienzo a experimentar con las barricas. Y cuando empiezo a cursar mi tesis necesitaba sumarla a mi experiencia laboral, entonces elegí entre las distintas opciones de desarrollo de la misma, un lineamiento que fuera resolutivo, entendiendo que tenía que ambientar un restaurante con cava con material que me daba la bodega, dueña del restaurante. Para mí cerraba por todos lados. Además el cliente es real. La bodega es Melipal. Producen vinos de alta gama, descartan barricas y dentro de su mismo terreno, sobre la parte que da a la calle, tienen una bodega antigua que van a reciclar como restaurante. En el interín, nacieron mis mellizas, así que tuve que parar un poco porque tenía que trabajar a full, pero la línea de mobiliario me acompañaba, cerca, al alcance, por lo que estaba siempre optimizándola. Así, terminó componiéndose de una silla, un botellero especial para la cava, una mesa para cuatro personas, una barra que hace las veces de stand para eventos porque es desarmable y una luminaria.
–Es impresionante. Para esta línea trabajo ciento por ciento con bordelesa, los barriles de roble de 225 litros. Es increíble como material, primero porque viene con esos rastros del vino y un aroma impresionante. Cuando lo trabajás larga un aroma a vino y whisky delicioso. Además es madera estacionada. Viene del norte de Francia, de Eslovenia. De bosques implantados. Madera apta para ser exportada, tratada. Es dócil, ya está domada, curvada. Tiene la veta en la misma dirección, no cambia. Y con respecto a colores y textura, es alucinante. Tenés toda la gama de los violetas por las distintas variedades de vinos.
–Quizá ciertas cuestiones que los relacionaban más con lo artesanal. Traté de reforzar el aporte del diseño llevándolas a piezas industriales por el aprovechamiento del material. Buscar la sistematización de la producción. Es en lo que más avancé. También en el confort. Las prestaciones de uso en el tema de la componibilidad. De apilamiento, de transporte. Por ejemplo, el botellero puede usarse de mil maneras y sobre todo permite la suma de los módulos. Lo que es bien interesante, ya que uno no comienza, generalmente, una cava con cientos de vinos sino de a pocos.
–A dos cosas fundamentales. Primero, la perseverancia y confianza que tengo en lo que hago. Y segundo, la posibilidad que me da mi mujer, que me ha bancado a muerte. Ella tiene un trabajo estable y eso nos ha permitido sortear los vaivenes del diseñador independiente. Ahora logré comprar una grabadora y cortadora láser gracias a un préstamo de honor que da la Sepyme, lo que llaman capital semilla, y eso me sirvió para potenciar y lograr más rentabilidad en los productos. Trabajo muchísimo, pero es lo que me gusta.
www.carlosobregon.com.ar. E-mail: [email protected]. Tel. (0263) 154-684492.
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