› Por Por Marcelo L. Magadán *
En mayo de 2012 recibimos una consulta del Centro de Producción e Investigación en Restauración y Conservación Artística y Bibliográfica Tarea, de la Universidad Nacional de San Martín, que, a pedido de las autoridades nacionales, estaban evaluando la conveniencia de desmontar y trasladar el Monumento a Colón a la Ciudad de Mar del Plata. En ese escenario se hizo una inspección ocular de la obra y se tomaron una serie de fotografías, parte de las cuales acompañan este documento.
El monumento fue donado en 1910 por la colectividad italiana residente en la Argentina como homenaje al Primer Centenario de la Revolución de Mayo. Realizado por el escultor Arnaldo Zocchi, ganador del concurso, fue emplazado en la Plaza Colón, espacio proyectado y construido por Carlos Thays. La inauguración del monumento se produjo en 1921. La obra fue ejecutada en mármol de Carrara. Tiene una altura de unos 25 metros, incluyendo la escultura de Colón, de unos seis metros de altura. El peso del conjunto es de unas 600 toneladas. En la parte baja existe una cripta, actualmente usada como depósito.
A consecuencia de la inspección se identificó una importante cantidad de daños entre los que se cuentan suciedad generalizada, formaciones de sulfatos, vegetación invasiva, microorganismos, pérdidas de juntas entre los sillares (lo que facilita el ingreso de agua al interior de la obra con sus secuelas de alteración), erosión superficial (probablemente debida no solo a la exposición al medio sino también a la aplicación de procedimientos agresivos de limpieza).
Pero los daños más relevantes, no solo por su extensión sino también por sus consecuencias negativas frente a la posibilidad del traslado de la obra, son la fisuración y fracturación de buena parte de los bloques de mármol (ver fotos). En muchos casos las fisuras parecen seguir las vetas originales y su intensificación puede haberse visto facilitada por diferentes tipos de vibraciones, como las generadas por el bombardeo de 1955. En los sectores que pudieron inspeccionarse (no hubo acceso a la columna ni a la escultura que remata la obra), al menos el cincuenta por ciento de los bloques presenta fisuras y/o fracturas que comprometen su integridad ante la posibilidad de su remoción. Cabe hacer notar que esto no representa un problema en el actual emplazamiento, ya que la obra, más allá de requerir ciertas intervenciones correctivas para salvaguardarla y prolongar su vida útil, se encuentra en estado de equilibrio.
Muchas de las fisuras están acompañadas de desprendimientos de fragmentos de la obra, los que se perderán al intentar remover los sillares. Otras fisuras atraviesan los paneles decorativos, generando líneas de falla que facilitarán el quiebre de los bloques al removerlos. Las fisuras también interesan a las diferentes figuras del grupo escultórico, por lo que es altamente posible que el mismo se encuentre fracturado. Cada parte fracturada se romperá al intentar retirar el bloque.
En el estado en que está el monumento, la remoción de los sillares llevará indefectiblemente a su destrucción, la que en muchos casos será irreversible. Esto, porque operativamente será muy difícil volver a vincular los pequeños trozos de mármol, generados en el proceso de fracturación de las piezas al desmontarlas. Recordemos que al hacerlo se generarán esfuerzos de tracción sobre un material friable, que no está naturalmente preparado para ello y que, además, ha perdido buena parte de su resistencia.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el emplazamiento de la obra es el original, formando una unidad paisajística indivisible con su entorno. De acuerdo con la normativa vigente en el campo de la conservación, la conservación debe darse en su ámbito y trasladar un monumento solo puede justificarse por la inminencia de una amenaza mayor en su actual emplazamiento. En ese caso, el fin es protegerlo, buscando mejorar las condiciones de preservación. Sin embargo, en este caso se pretende trasladar la obra de mármol a Mar del Plata, exponiéndola al ambiente marino, altamente agresivo para este tipo de materiales, por lo que las condiciones, lejos de mejorar, se habrán empeorado notablemente. Las sales depositadas en el mármol generarán procesos físico-químicos que dañarán el material, lo que, en primera instancia, acentuará la pérdida de los relieves que la obra presenta, dando lugar a un proceso incremental e irreversible, por el cual el deterioro progresivo terminará por destruir lo que quede del monumento.
Q Arquitecto, Master en Restauración de Monumentos Históricos, Especialista en Gestión de Conservación.
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