Esos apellidos, de la mano de la creatividad, auguraban el cóctel ideal. Por eso Janine Smirnoff y Vivi Amarilla son en tándem las Vodka + Limón. Una etiqueta que sirve de paraguas (otro metáfora que les cuadra) para una serie de objetos que tienen reminiscencias de juegos de antaño, pero que abordan con nuevo trazo.

Janine es ilustradora y artista plástica. Nació en Nueva Jersey, Estados Unidos, y vino a la Argentina de chiquita. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y fue alumna de Alfredo Benavídez Bedoya y Carlos Gorriarena. Además de su trabajo artístico, desde 1999 trabaja como ilustradora con colaboraciones varias (Mapas de Buenos Aires, Stein Branding, Dg producciones, Fox, Ministerio de Salud de la Nación, entre otros). Además haciendo decorados para cine, teatro y diseñando locales (Cabaret, Nuevo Teatro Alcalá, Madrid; Monoblock de Luis Ortega).  

“Desde que recuerdo trabajé con las manos, dibujando, haciendo objetos, cerámica, pintando. Mis padres no vienen ni del arte ni del diseño. Sí, en la casa de mi infancia había bordados, tejidos, pruebas de puntos y algunas cosas hechas por mi abuela. Unas esferas con pedacitos de pañolenci sujetadas con alfileres colgadas. A los 17 me anoté en la Pueyrredón, y en paralelo hice talleres con artistas. Aparte de mi trabajo como pintora, siempre produje piezas artesanales para vender. Por una amiga, de forma casual, comencé a ilustrar y no paré. Hice durante diez años los personajes para Mapas de Buenos Aires, mapas de distribución gratuita para el barrio de Palermo. Y después seguí con las ilustraciones en distintos medios gráficos y publicitarios. También pinté decorados de cine, TV, teatro. Diseñé murales de venecitas, intervine muebles y locales. Me gusta trabajar en distintas escalas. Desde producir alguna imagen pequeña para la impresión de un libro hasta diseñar y pintar una pared, un dibujo para una habitación. Proyectos distintos, distintas búsquedas, distintos ámbitos. En Vodka lo que busco es corporizar las imágenes. El paso a las tres dimensiones para mí es un gran desafío, ya que siempre trabaje en el plano y transformarlas en juego es un plus diferente”, detalla.

“Así, los niños salieron del cajón y de la hoja y se convirtieron en juguetes, en disparadores de creación y descubrimiento”, cuenta. 

Primero nació Lluvia, el primer producto de la dupla. Una plancha de imán que contiene una nena con sus 14 prendas de vestir y muuuchas gotitas en su versión grande para la heladera y en otra más chiquita. Luego llegaría el varón (“Tengo un hijo, y no podía dejar de incluir el mundo masculino de su pelota de fútbol, nuestro perro y los botines”, detalla). También los sets de cuatro cubos intercambiables, de madera, que vienen en dos medidas (de 5 x 5 cm y de 7 cm, respectivamente). Y recientemente sumó otro hit, las muñecas móviles en cartulina con un look romántico, pero bien contemporáneo.

“Con este proyecto retomé ese universo de dibujos archivados. Ahí aparecieron los niños de vodka + limón, mis personajes, de proporciones más reales, menos estilizados, como el que se espera del mundo de la moda. Con esos dibujos empezamos a armar juegos, no lo pensamos exclusivamente para el público infantil. Trabajo con una línea simple. En blanco y negro, con algo de color. En un comienzo, aparecieron los cubos, que como los imanes, me remitían a juegos de cuando era niña. El vestir a las muñecas, los vestidos de cartón, doblando el sobrante. Después del comienzo de Vodka, en la que los productos eran realizados de manera muy artesanal, comenzamos a pensar en mezclar lo artesanal con la producción en serie. Hoy, sigo yo sola con el proyecto, así que podríamos decir que comienza a ser puro vodka”, remata graciosa.