Sáb 23.11.2013
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Por las ramas

Tree Houses, uno de los recientes volúmenes de la editorial alemana Taschen, es una perla que reúne cincuenta casas en los árboles. Construidas por reconocidos arquitectos y diseñadores o amateurs fanáticos de la naturaleza, enaltecen eso de andarse por las ramas.

› Por Luján Cambariere

El árbol da sombra, abrigo, calma. ¿Y quién no ha querido que fuera su casa? Con los pies en la tierra y a un paso del cielo, los árboles abrazan. Fantasía de miles, sueño hecho realidad a gran escala de unos pocos, Casas en árboles, del reconocido escritor sobre arquitectura Philip Jodidio, el reciente lanzamiento de la editorial alemana Taschen da cuenta de 50 privilegiados que cumplieron su deseo de las formas más diversas. Las hay de reconocidos arquitectos y diseñadores especializados en el tema, otras de ilustres desconocidos pero amantes de las construcciones en el verde y hasta propuestas que lograron transformarse en ecohoteles, casas de té y restaurantes. Siempre impactantes, siempre bellas, siempre en contacto con la naturaleza. Un paseo colgando de las ramas.

REBOBINANDO

“La idea del árbol de la vida se ha manifestado en la religión, la filosofía y la mitología desde los primeros tiempos. Desde el antiguo Egipto hasta la China y la América precolombina”, adelanta en el prólogo Jodidio. “El árbol arraigado en la tierra y en busca del cielo con su ramaje es el modelo de la arquitectura gótica. Sin árboles en el bosque no habría columnas y quizá tampoco templos. El hecho de que, en algunas culturas, las casas en árboles sean una de las más antiguas formas de vivienda se refuerza con la existencia todavía hoy de pueblos como los kombais y korowais, que viven en las estribaciones de los montes Jayawijaya, al suroeste de Papúa (Indonesia). Estas culturas, aparentemente impulsadas por las plagas y rivalidades tribales, siguen construyendo casas hasta 40 m sobre el suelo”, detalla.

Se remontan a los albores del tiempo, son una de las primeras formas de arquitectura y pueblan la Edad Media y el Renacimiento. El hijo de Francisco de Medici (1541-1587) encargó una en Villa Di Pratolino, en la Toscana, con escaleras espirales que conducían a una plataforma situada a 7,5 m del suelo. Inglaterra, por su parte, es famosa por sus casas en árboles, de Kent o Shropshire. Y ni hablar de Estados Unidos, con anécdotas varias como la activista que vivió varias veces en lo alto de una secuoya para generar conciencia sobre su tala indiscriminada.

Hoy, según el autor, el creciente interés por lo ecológicamente responsable ha contribuido al aumento del número de empresas especializadas en el diseño y construcción de estas edificaciones. Ya sean sencillas plataformas o sofisticadas construcciones. La principal novedad durante los últimos diez años, sostiene, es la aparición de diseñadores que han hecho de este campo su especialización, con propuestas dignas de reunión en este tomo.

CADA CUAL ATIENDE SU JUEGO

En el ranking de los más famosos está el ebanista Andreas Wenning. Un alemán que ha hecho de sus modernísimas casas en árboles de toda Europa su marca registrada. En el libro sorprende con varias de ellas, como la apodada Between Alder and Oak (Entre un aliso y un roble), una bella construcción redondeada toda de madera y cristal con una gran ventana abuhardillada preciosa en lo alto. También de su cosecha, la Djuren House, una casa con forma, según su propia descripción, de “huevo recortado de forma longitudinal” construida entre dos robles con bellísimas ventanas de forma elíptica que la transforman en una especie de cápsula de marcianos. Cables de acero y correas suspenden la estructura sobre un árbol. Por último, también de su autoría, el tomo presenta la Frog House, ubicada en Munster, Alemania, construida para una pareja, que, a ciencia cierta, se asemeja más a un mosquito gigante que a una rana, con una bella terraza de madera de tatajuba sostenida sobre cuatro larguísimos postes de acero inoxidable que asemejan las patas.

Otro venerado en el segmento y que da el presente en el libro es el joven estadounidense Dustin Feider, que emplea plástico reciclado en estructuras geodésicas tomadas de las del capo Buckminster Fuller, como su Geo Live Oak, construida con acero, suelo de cerezo y botellas de plástico. Del mismo autor, la Honey Sphere, propiedad de Robby Krieger, guitarrista de The Doors, es una estructura que dispone de 210 huecos y 420 facetas realizada con secuoya de reforestación y elementos de acero.

Otro norteamericano, más sacado aún, Tom Chudleight, se inspiró en el mundo de la náutica para idear y hacer realidad sus Free Spirit Spheres. Unas tremendas esferas de madera suspendidas en el aire que además tienen el plus de mecerse con el viento. Tomando las ideas básicas de la construcción de veleros y aparejos, las bolas gigantes son fabricadas como las canoas o kayaks de cedro, los puntos de suspensión son similares a las placas de conexión de un velero y las escaleras cuelgan igual que el trapo del mástil. El interiorismo también es versión navío.

Del otro lado del planeta, como siempre, los orientales, a fuerza de ese menos que es más que tan bien les sale, dejan boquiabiertos. Indescriptibles, a medio camino entre la realidad y el cuento de hadas, se destacan las casas de té del arquitecto y docente de la universidad de Tokio Terunobu Fujimori. Su Irisentei Tea Nest, de Taiwán, elevada sobre troncos de bambú con una superficie de 3,5 m2 en madera contrachapada es absolutamente sorprendente.

Y la desarrollada a pedido del Museo Kiyoharu Shirakaba, en Japón, enmarcada entre los más deliciosos cerezos en flor, una obra de arte.

Otro oriental, el japonés Takashi Kobayashi, como no podía ser de otro modo, además de sus increíbles propuestas (su Beach Rock, “un portal de plexiglás al universo”, según su descripción, la construyó en 2005 como destaque en un complejo para mochileros en la isla de Okinawa de techo transparente, que permite sentirse en las nubes) regala una bella y contundente respuesta a la fascinación de la gente por este tipo de construcciones: “He llegado a la conclusión de que la respuesta está en la vitalidad de los árboles mismos. Su vida eterna. Eso es lo que atrae a la gente”, señala.

Otras propuestas sumamente originales son las del estudio suizo Inredningsgruppen, diseñadas para parecer un nido de pájaros por fuera y hotel cinco estrellas por dentro. Construidas en el complejo Tree Hotel, ubicado al norte de Suecia, en base a una escalera retráctil, juegan con el contraste del exterior bien rústico y un interior que no tiene nada que envidiarles a las más lujosas suites. En el mismo complejo se destaca la obra de Marten y Gustav Cyrén, una cabina de última generación suspendida en árboles de apoyo. Una especie de cápsula espacial íntima y ultramoderna.

En la misma línea, el cubo espejado de 4 x 4 m, que es también alojamiento, el Tree Hotel de Tham & Videgard Arkitekter, ofrece vistas de 360 grados del entorno boscoso.

Por último, el libro suma, entre otros, los trabajos de Roderick Romero, quien tiene el mote de ser el diseñador de casas de árboles de las estrellas, con encargos del cantante Sting, la diseñadora de moda Donna Karan y la actriz Julianne Moore en su haber.

En versión llave en mano, el trabajo de los arquitectos alemanes Schneider y Schumacher, que denominan a su proyecto “arquitectura de bolsillo de jardín” ya que las venden pre-armadas para suspenderse con seguridad de todo tipo de ramas. La casa de Clara, así se llama una de las que ofrecen, está compuesta por paneles impermeables de 21 mm de abeto, mide 3,4 x 3,4 x 2,3 m y pesa 400 kg.

Por último, el único latinoamericano en dar el presente es el principal constructor de viviendas en árboles de Brasil, Ricardo Brunelli, con su Casa en el lago, elaborada en teca y caoba en un parque de eucaliptus.

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