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Sábado, 22 de febrero de 2014

Un parate al Bernasconi

La Justicia ordenó que cesen todas las obras y la Comisión Nacional de Museos acaba de entregar un breve y duro escrito criticando las “aulas pasillo”, señalando el peligro de incendio y ordenando un plan coherente de obras.

 Por Sergio Kiernan

El desastre en que se transformó el Instituto Bernasconi, uno de los edificios escolares más notables del país, originó un amparo para que se detengan en seco todas las obras, las de las aulas de Durlock y otras que arrancaron antes. La Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos que preside el arquitecto Jaime Sorín acaba de mandarle a la Justicia un escrito lacónico y lapidario que pinta en dos carillas algunos de los problemas del palacio. Con copia al director general de Infraestructura Escolar, Fernando Domínguez, la nota arranca diciendo que se observan “diversas intervenciones efectuadas a través de los años ocupando espacios sin la debida planificación”. Es una manera cortés de señalar que el colegio fue modificado, sucucheado y tratado sin la menor consideración a su calidad material y su protección como monumento.

La comisión recorrió el colegio de nuevo esta semana y vio las obras permanentes y los containers en el jardín, además de cosas más viejas hechas sin permisos ni comunicación. La primera orden es la de retirar los contenedores en el exacto instante en que se terminen los arreglos y pinturas de las oficinas administrativas. Las cajas de metal “de ninguna manera podrán ser ocupadas por otros usos”.

El segundo rechazo es a la idea ramplona y peligrosa de descuartizar los generosos pasillos del edificio para hacer aulas que parecen... pasillos descuartizados. La comisión exige un Plan Director de reutilización de espacios, todo lo contrario de la improvisación reinante. Mientras, ordena liberar de aulas los pasillos y también de una variedad de sucuchitos que fueron construidos con los años en sus “dársenas”, los retiros con arcos que le dan garbo. Estos sucuchos tienen una colección de ventanas de todo color y forma, y sirven como una suerte de garitas o microoficinas para auxiliares y porteros. También habrá que retirar las estructuras que ocupan los ojos de las escaleras, kioscos y librerías de techos mugrosos.

El escrito de la comisión sigue –y cómo se nota que cambió de director y está saliendo de su pasividad vegetativa– señalando que hasta obras que se podrían aprobar son realizadas de una manera impropia en un edificio de interés material. Un ejemplo es la escalinata de mármol que da a Cátulo Castillo, partida y rota porque sacaban los escombros con una pala mecánica que no tenía ningún problema en golpear los escalones.

La comisión termina con algunas recomendaciones concretas, pidiendo a la Justicia y al director general que las atiendan de inmediato. Una es que las aulas del tercer piso queden como provisorias hasta que se encuentre otra solución, pero sólo si se refuerzan con placas antiincendio. Es que pese a que el Bernasconi es un colegio enorme, cientos de chicos son expuestos al mayor peligro al usar materiales baratos que no ofrecen mínimos márgenes de seguridad. Las aulas de la planta baja no tienen ni la chance de ser provisionales, porque deben ser retiradas de inmediato. No sólo son un atentado al valor patrimonial del edificio sino otro peligro si hay que evacuarlo.

Seguramente, los macristas involucrados se quejarán de que les impiden dar soluciones a la crisis escolar. Francamente, el argumento no resiste el menor análisis, porque la infraestructura escolar es un patito feo del actual gobierno porteño. De hecho, Mauricio Macri redujo el presupuesto del rubro en un 7 por ciento para este año 2014, bajándolo de los 231 millones que él mismo había pedido a fin de año, a 216 millones. De hecho, fue lo primero que hizo Macri este año, porque la reducción fue por su primer decreto de 2014, firmado el 3 de enero. El jefe de Gobierno ya se había tirado a menos en su presupuesto 2014, porque pedir 231 millones era bastante menos que los 265 millones gastados en 2013. Lo más incomprensible es que para el 3 de enero de este año ya había explotado el escándalo de la inscripción online y se tenía en claro que faltaban doce mil pupitres para los chicos del sistema escolar porteño.

Esta ciudad todavía exhibe edificios escolares de primera, de los que el Bernasconi es un ejemplo notable, pero no aislado. Las viejas escuelas de barrio presentan fachadas nobles, buenos materiales y un garbo que muestra la idea sarmientina de que los chicos tuvieran una experiencia especial –de espacio, de elegancia, de institucionalidad– al llegar a clase. Es evidente que el ministro Esteban Bullrich no es un Sarmiento, pero resulta patético el anuncio orgulloso de que se van a inaugurar a las apuradas 16 escuelas “prefabricadas”, de construcción modular, para tapar un poco la crisis. Para empezar, apenas cuatro mil chicos van a recibir vacantes en estos edificios baratos y descartables. Para continuar, es válido sospechar que seguirán ahí por años, deteriorándose en su baratura.

Calcular el crecimiento del sistema escolar no es una ciencia extraña, pero requiere una cierta coherencia y un repudio a la pereza. No son características del macrismo, un fenómeno frívolo al que la Ciudad le interesa sólo para hacer gestos que le permitan soñar con la presidencia.

Paseo Colón

Gestos como el metrobús, que ya se está transformando en las autopistas del macrismo. Donde el de la Nueve de Julio costó miles de árboles y un parque lineal notable, el que ahora planean para la avenida Paseo Colón les va costar la vivienda a muchos porteños y unos cuantos edificios patrimoniales a la sociedad. Los vecinos de esa zona de San Telmo ya recibieron intimaciones oficiales para que los frentistas desalojen sus edificios o cedan nada menos que 18 metros de frente para ensanchar la avenida. El eco de las autopistas del inolvidable vándalo Cacciatore no es casual, porque el apoyo legal de este atropello es una ordenanza que firmó ese general.

El caso es tan fuerte que los vecinos formaron una Comisión de Defensa de Paseo Colón y están trabajando con varios diputados para que la Legislatura haga un pedido de informes al Ejecutivo. La ex diputada María José Lubertino y los actuales Alejandro Bodart, Marcelo Ramal y Juan Nosiglia llevan la iniciativa, que gana apoyo de varios bloques. El ensanche se puede tragar la escuela del Casco Histórico, el Centro de Atención Integral para la Niñez y la Adolescencia, un edificio entero de viviendas, varias casas de época y hasta el estacionamiento del edificio del diario Ambito Financiero. La parte legal del caso la llevan los abogados María del Carmen Verdú, de Correpi, y Eduardo Soares, que representan a los vecinos.

Como el metrobús iría de Plaza de Mayo a La Boca, las intrigas son muchas. Por ejemplo, cómo se entroncará con el ya delicado tránsito de la avenida entre Belgrano y la Casa Rosada, o qué pasará cuando entre en el más apretado y locamente patrimonial tejido urbano boquense. También están las intrigas de los monumentos nacionales como la Facultad de Ingeniería, el campo de concentración de Club Atlético y el Ministerio de Agricultura (que, en la edición anterior, fueron erróneamente identificados como la Facultad de Derecho y Automotores Orletti). Ni hablar de la plazoleta en el centro del cruce con Independencia, con su Monumento al Trabajo, que bien puede terminar en ese limbo de la “restauración” donde va a parar tanto arte público de la ciudad.

La perfecta inutilidad de este metrobús no es por la idea en sí de un corredor dedicado, ampliamente amortizada a nivel mundial, sino por la manera incompetente con que el macrismo la desvirtúa. Las paradas son enormes, además de amarillas, y los separadores son muretes, de manera que todo ocupe la mayor cantidad posible de espacio y cueste lo más posible. Para peor, el gobierno porteño parece perfectamente ignorante de que está bloqueando las principales circulaciones Norte-Sur de la ciudad. Quien vea un mapa de esta Buenos Aires notará enseguida la gran cantidad de avenidas que convergen en el Bajo viniendo de todos los rumbos posibles, como un abanico. También verá que no hay casi vías “horizontales” que permitan ir de, por ejemplo, Palermo a Parque Chacabuco.

El macrismo no sólo ignora este problema, que resulta largo y aburrido de solucionar, sino que bloquea las tres principales vías que nos quedan: la avenida Pueyrredón con una doble mano disfuncional, Nueve de Julio con un metrobús que sólo funciona con custodia policial, y ahora Paseo Colón. Realmente, parece a propósito.

Mapa de museos

Quien quiera enterarse de la enorme materialidad del patrimonio argentino no tiene más que consultar la nueva guía digital de museos de todo el país que acaba de actualizar la Secretaría de Cultura de la Nación. La guía abarca más de mil museos e instituciones públicas y privadas, y se puede consultar con base geográfica o temática, de modo de planear un viaje o buscar información sobre un tema, con mapas y todo. La dirección es www.cultura.gov.ar

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