Sábado, 29 de marzo de 2014 | Hoy
El proyecto textil Hombre Lobo, de los diseñadores Sol Marinucci (Coco Nuez) y Sebastián Valdivia (Acampante), es la excusa perfecta para hablar con dos que se encuentran en el trazo.
Por Luján Cambariere
A Sebastián Valdivia, alias Acampante, lo conocíamos por el megaevento de diseño gráfico TRImarchi que creó junto a Pablo González hace ya doce años. Sol Marinucci es Coco Nuez, diseñadora textil, ilustradora y socia en este nuevo proyecto que acaban de lanzar en el Club Cultural Matienzo en formato muestra, curada por Luz Peuscovich y que hoy culmina con una propuesta muy ad hoc –el festival Let It VJ– a la multiplicidad de frentes que atienden juntos.
Es que de unir vida, inquietudes, búsquedas, viajes y, en el punto álgido donde las manchas de Sol se cruzan con el trazo de Sebastián, nace Hombre Lobo. Bello emprendimiento textil que revela muchos detrás de escena más que interesantes ligados al dibujo como herramienta clave de expresión de lo manifiesto y, sobre todo, lo velado. Mitos latinoamericanos, tradiciones, utopías, sueños, cosmogonías. Aventuras espaciales, volcánicas, submarinas, ancestrales, paseos por otras eras y dimensiones, que dan vida a pañuelos, blusas y cuadros. Arte portable.
–¿Cómo se definen?
Sebastián Valdivia: –Inquieto. Estudié diseño gráfico y los campos donde me gusta ahondar son el sonido y la imagen. Y dentro de ellos, me gusta ir a las raíces y ver cómo se pueden reinterpretar para darles continuidad y no perder lazos entre cosas que están pasando ahora y que pueden llegar a tapar o hacernos olvidar timbres, colores o legados que son muy interesantes. Quizás un poco de eso viene por mis viejos, que siempre estuvieron indagando en la antropología, o mi hermano, que es etnomusicólogo. En mi casa siempre hubo una cultura de revolver y reinterpretar todo esto, y eso es algo que potenciamos mucho con Sol. La misma curiosidad, por otra parte, que me llevó a organizar un encuentro de diseño, TRImarchi, que hacemos con un amigo, Pablo, donde buscamos darles lugar a disparadores o personas que nos pueden hacer llegar a conclusiones más fáciles o pensar cosas diferentes y, a raíz de ese evento, nuclearnos con gente de toda Latinoamérica y del mundo. Creo que hoy en parte si me tuviera que definir, soy lo que sale de esa coctelera.
Sol Marinucci: –Estudié diseño textil y fundamentalmente me interesan las comunidades nativas y cómo desde su propia cosmogonía van plasmando su imaginario en diversas técnicas como el bordado.
–¿Se conocen dónde y cuándo? Porque la de ustedes también es una historia de amor.
S. V.: –Estábamos en la casa de unos amigos en común que son hermanos. El, curador de arte de una galería en Brasil, y ella, diseñadora textil. Ahí estaba Sol preparando las entregas y me enamoré primero del color que desplegaba. Me acuerdo que pensé: “Mira la búsqueda que tiene esta pequeña”.
–¿Este es el primer proyecto juntos?
S. V.: –El dibujo es algo que nos une mucho. Todo el tiempo estamos con algún cuadernito o capturando cosas. Los cuadernos de bocetos son como la herramienta primordial más allá de cualquier otra cosa. Solemos salir mucho a caminar sólo con el plan de capturar cosas y volver a ver qué vimos. Y luego nos dimos cuenta de que esa actividad estaba buena para hacerla para chicos. Así nace el Safari de Dibujo, que es lo primero que empezamos a hacer en conjunto públicamente y profesionalmente, además de la imagen del festival de cine en 2009, que es donde vimos cómo convivían las manchas con el trazo, que quedaba buenísimo.
–¿Y esto de abrevar en el origen con qué tiene que ver?
S. V.: –Mucho con los safaris, porque cuando hacíamos (y hacemos) estos talleres con los chicos, nos dábamos cuenta de que los que tenían menos contacto con un televisor tenían dibujos más ocurrentes o volaban más, y cuando te ponías a charlar, no tenían tele en la casa o no los dejaban verla y desplegaban un imaginario impresionante. Entonces eso nos incentivó a buscar imaginarios de culturas que no tuviera mucho contacto con la civilización o poco contacto con la urbe.
S. M.: –Pueblitos muy alejados. En México, por ejemplo, fueron siete horas subiendo por la montaña a la selva. Ese proyecto estuvo relacionado con una beca internacional a la que me invitan a través del bordado, la Conaculta, a través de la Galería Vértigo del Dr. Alderete. Un proyecto de intercambio de distintas artistas y bordadoras para buscar el empoderamiento de las mujeres artesanas. Que pudieran entender el valor de su técnica, y nosotras, el del intercambio mutuo. Allí salimos de safari, así como en Perú, Ecuador, Jujuy, Tierra del Fuego. Generando fundamentalmente un espacio donde expresarse.
S. V.: –Y pasan cosas mágicas. En la mayoría de los lugares que vamos, por ejemplo, los chicos descubren la acuarela y no lo pueden creer. Agua de color. En cada taller tratamos de poner consignas muy abstractas y el imaginario pre Disney es fabuloso. Por ejemplo, si llegamos a Iguazú, al Parque Nacional, vemos qué cosas para destacar tenemos que nos disparen ejercicios, y armamos postas con papelitos. Tenemos una madera para cada chico y se la hacemos diseñar de tapa de su revista, Fanzine, que es el cuaderno de viaje, como para soltar el dibujo. También hacemos que intervenga el de al lado, en círculo, y surgen una cosas increíbles, más allá de eliminar de un sopetón los egos y empezar a funcionar como un equipo.
S. M.: -Por ahí uno se queja de que el más chiquito del grupo terminó rayándole su dibujo, pero eso ya va destruyendo los egos y generando una manada. La tapa la trabajamos siempre con el animal de poder de cada uno, entonces ya no son José, sino el delfín, el castor; depende el lugar, cambian los animales. En Ushuaia eran todos castores.
S. V.: –Ahora estamos planeando ir a Chiapas y después vamos a una comunidad mapuche.
–Volviendo aquí y ahora: ¿cómo nace Hombre Lobo?
S. V.: –Un poco, o mucho, tiene del juego del dibujo y de ir girando. Sol muchas veces hace manchas y yo voy dibujando, y después nos pasamos el dibujo, como hacemos con los chicos, y sobre las manchas de Sol yo busco cosas y dibujo, y Sol sobre mis dibujos los complementa con más manchas. Por eso hay muchas cosas que no tienen mucha coherencia, que toman formas muy deformes. Su anémona termina siendo un ojo para mí. Un ida y vuelta basado en la confianza.
S. M.: –Yo venía haciendo telas en serigrafía y nos pareció interesante el formato.
S. V.: –Como ella viene del textil todo lo aplica a telas y es un formato que te termina tentando.
–¿El nombre?
S. V.: –Buscamos un híbrido porque somos dos. Y sobre todo porque da cuenta de cosas primitivas. Tenemos como un lado racional y otro más primitivo que se despierta mucho con los chicos y como personaje, el Lobo, que aparece una vez en Luna llena, representa ese estado medio de trance en el que nos reconocemos mucho cuando dibujamos.
S. M.: –Este modo que tenemos de dibujar y de trabajar te va llevando, vas descubriendo, leés el inconsciente del otro, y esa animalización de lo humano es un poco lo que nace acá. Despertamos ese tercer ser que lo llamamos Hombre Lobo. Y que por ahora son estos cuadros de la muestra y pañuelos y blusas. Vamos a seguir con camisas, remeras y camperas.
–¿Mucha influencia viajera?
S. V.: –Totalmente. Huicholes de México, el Carnaval de Jujuy, las playas peruanas, el Titicaca, Mar del Plata. Además abrimos la semana pasada tocando en vivo con Masose y cerramos hoy a las 23.30 horas dentro del festival Let It VJ del Club Cultural Matienzo (Pringles 1249).
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