Sábado, 29 de marzo de 2014 | Hoy
Por Rudy
¡Qué rápido pasa el tiempo, lector, qué rápido! Mire, hace solamente dos semanas estábamos diciendo que íbamos por la mitad de marzo, y ahora ¡ya se nos termina, ya se nos termina! Se termina el mes del aniversario del Papa, el mes del inicio del otoño, el mes del triunfo de Cámpora, el mes del nefasto golpe, el mes de Piscis y un poco de Aries. Y se viene abril.
Y si en marzo hay cosas que empiezan, en abril las cosas ya siguen. Por ejemplo: siguen las clases (siempre que hayan empezado en marzo, claro), siguen los tratamientos psi, siguen los campeonatos de fútbol, las campañas. En abril, las cosas siguen.
Bueno, las que siguen.
Y es un mes musical. Para Baglietto, es el peor mes, ya que “era en abril el ritmo tibio de mi chiquito... pero ¿sabés hermano, qué triste que estoy?”. ¡Mejor ni le recordemos que es abril! Para Silvio Rodríguez, en cambio, “se está acercando el mes de abril... y yo me apego más al mar”, es un mes tibio, lindo, feliz.
Serrat, por su parte, dice que “Especialmente en abril se echa a la calle la vida. Cicatrizan las heridas y al corazón, como al sol, se le alegra la mirada y se abre paso entre las nubes. Al paisaje se le suben los colores a la cara. Y apetece ir donde cubre a nadar contra corriente. En abril especialmente –en Buenos Aires, octubre–”. O sea que abril está muy bueno, pero si vivís en España. Si estás acá, querido amigo, ¡vas a tener que esperar hasta octubre! ¡Siempre primero ellos, siempre!
Joaquín Sabina mucho no nos puede decir, porque ¡se lo robaron! Y él nos cantó: “¿Quién me ha robado el mes de abril, cómo pudo sucederme a mí? Si alguien sabe de él, le rogamos información”. Capaz que está junto con el unicornio azul de Silvio Rodríguez, vaya uno a saber. Capaz que fue uno que escuchó la canción de Serrat, y dijo: ¡Uy, qué bueno que está ese mes en España! Y cuando lo fue a ver a Sabina aprovechó y le afanó su mes de abril.
¡Qué inseguridad! ¡Hasta los meses, te afanan ahora!
T. S. Eliot dice, en cambio, que “Abril es el mes más cruel” en el poema “La tierra baldía”, y Guillermo Cabrera Infante lo ratifica en un cuento que justamente apela a la condición cruel de ese mes. Canaro, en “Tiempos viejos”, nos habla de los “veinticinco abriles que no volverán”, mientras que José Zubiría Mansilla, en “Enfundá la mandolina”, nos dice: “Qué querés, Cipriano, ya no das más jugo, son cincuenta abriles que encima llevás, junto con el pelo que fugó del mate, se te fue la pinta, que no vuelve más”.
¡Qué suerte, lector, que todavía estamos en marzo, porque si nos basamos en lo que dicen los artistas, abril es, al menos, un mes polémico!
Quizá le llame la atención, lector, que sigamos hablando –ya van varias semanas– sobre el tiempo. Quizá no. Es posible que usted perciba, como nosotros, que el tiempo es necesario y a la vez convencional. La cuarta dimensión para Einstein; “el implacable, el que pasó” para Pablo Milanés; “Tiempo para el tiempo y un rato más” para la Biblia de Vox Dei; Don Jorge Manrique, hace ya varios siglos, nos dice en sus Coplas a la muerte de su padre que, “a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
¿Qué es el tiempo? ¡Dinero, mucho dinero! Para la cultura dominante, que desde aquel “Time is money” nos ha dejado clarísimo qué es lo que importa, qué es lo que no, y trata, a través de sus múltiples sistemas, de apoderarse de nuestro tiempo, a cambio de un poco de dinero, y de nuestro dinero, a cambio de poco tiempo, ganando, ellos, tiempo y dinero en ambas transacciones.
¡Uy, se puso contestatario!, dirá un lector sorprendido. O no. La realidad es que casi todo se trata de tiempo. Por ejemplo, esta semana se les pidió a las empresas de celulares que retrotraigan sus tarifas a enero (o sea, vuelvan atrás el tiempo, mientras que ellas querían cobrar las correspondientes a marzo de 2020, o sea, ir hacia adelante.
¿Y de qué se tratan esas tarifas? ¡De tiempo, lector, de tiempo! Nos cobran tanto por minuto, segundo, décima o nano, pero siempre es tiempo.
No importa si en ese minuto usted logró conocer a la mujer/el hombre/ el dromedario de su vida, o si fue rechazado por alguien a quien ni siquiera le había propuesto nada (así de rápido es todo hoy, antes por lo menos tenías que proponer algo para que te rechazaran, ahora no hace falta), o descubrió la cura para todas las enfermedades, o le avisaron que se ganó la lotería.
O llamó pero le atendió un contestador y le avisó que la persona con la que quería comunicarse con urgencia, “desde que se fue, nunca más volvió”. ¡Si usted habló un minuto, le cobran un minuto! Y lo que pasó en ese minuto, glorioso o letal, a nadie le importa. ¡Yira, yira!
De esto hablamos en este suplemento, lector. Del tiempo. Del tiempo que ganamos, o perdemos (aún no existe la expresión “empatar el tiempo”. ¿Será porque no es posible, o porque a nadie se le ocurrió? ¡Uy, en todo caso, queda registrada!) cuando hablamos por celular.
La nueva contradicción dialéctica es “Los que suponen que hay que estar todos juntos, en todas partes, todo el tiempo”, versus “Los que creen que cada persona es un mundo”. ¡Los dos te venden celulares!
Nosotros, lector, acá, con usted, empatando el tiempo, con nuestros chistes.
Hasta la semana que viene.
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