Casas de mar
Una recorrida por los espacios exteriores en la obra de Martín Gómez.
Por Matías Gigli
Es sabido que la mejor arquitectura argentina está en Uruguay. Y esto no es un chiste, por lo menos si aceptamos que el catalán Antonio Bonet era de los nuestros. Su urbanización de Solana del Mar, junto con su espléndido parador, ya son parte de nuestra historia arquitectónica. Otros motivos para esta afirmación: la casa con muros de piedra de MoscatoSchere en la Punta (del Este), el conjunto de Manantiales de Manteola, Sánchez Gómez, Santos, Solsona y Viñoly de la década del ochenta, de una arquitectura ladrillera extendida en un territorio en aquel entonces vacío. También son parte de nuestra historia las dos casas de volúmenes netos y despojados que proyectó Bucho Baliero más recientemente, la primera junto a Ernesto Katzenstein y la otra con Mariano Clusellas, en Punta Piedras.
Pero para los uruguayos el este es simplemente sinónimo de playas. La razón es sencilla, no existe un límite preciso entre cada balneario y dentro de un par de décadas la costa será una urbanización continua hasta el Chuy. Por el momento y hasta que esto suceda, basta pasar el puente sinusoidal de la barra de Maldonado y llegar a José Ignacio. Asombra a cualquiera.
Por esos barrios trabaja el arquitecto Martín Gómez, especialista en casas de mar. Entre sus dos estudios, uno en Buenos Aires y el otro en Punta del Este, proyecta casas de vacaciones. ¿Qué tienen de especial? Valora los exteriores y organiza la casa en torno de ellos. Es que la propuesta vigente ronda por el uso intensivo del afuera. Para eso se plantea una arquitectura articulada en torno de las piletas y de los decks (palabra de uso corriente para denominar a las terrazas de listones de madera dura). Otro dato: las piletas perdieron su forma de riñón o rectángulos de tanto por tanto (algo lógico) para pasar a ser esbeltas tiras aptas para hacer sólo largos.
Gómez trabaja en esos lares de tanta modernidad y refinamiento, en donde para bañarse no hay que pisar el pasto y en donde ya no existen los bordes de losetas o piedras. Madera y más madera: limpios y frescos. También para muebles y pérgolas incorporadas a la geometría de la casa.
Ahora que la pileta organiza la casa y ya no el living, la cosa cambió. Muros que limitan los espacios aquitectónicos exteriores. Paredes de piedra, contrapunto entre el verde y el agua. Jardines aterraplenados, sombras y vistas sin obstáculos. Todavía existen los espacios interiores de uso colectivo pero mínimos. Es que el mar es el abierto que cualquier arquitecto elegiría como panorama para proyectar una casa y los usuarios, para tener de vecino.