Sábado, 21 de junio de 2014 | Hoy
CON NOMBRE PROPIO
El bordado reunió a artesanas de la comunidad de Jaltocán, en México, y a ilustradoras de Iberoamérica en un bello intercambio interdisciplinario y multicultural. Con el nombre de Hasta mostla, quieren mostrarlo en Buenos Aires.
Por Luján Cambariere
nCuando las mujeres forman un círculo, siempre nace algo positivo. Intercambios materiales e inmateriales. Lógicas tan naturales que ahora tenemos la necesidad de reproducir. Hasta mostla da cuenta y es esencialmente un encuentro de mujeres. Por un lado, las bordadoras de la alejada comunidad de Hidalgo Ana Teodoro, Genoveva Martínez Hernández, María Santa Avila, Claudia Yadira, Aleida Teodoro y María Alicia, Marisol, Margarita, Ana, Anita, Beatriz, Catalina, Cristina, Daria y Marcela Hernández. Por el otro, artistas e ilustradoras como las argentinas Sol Marinucci, Mariela Sancari y Laura Alderete, la española Carmen Segovia, la mexicana Rita Ponce de León y las peruanas Dulce Chacón y Roxy Love. Todas unidas para perpetuar de forma contemporánea un bello oficio.
Coordinado por la mexicana Clarisa Moura, de Vértigo Galería, y con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes durante dos meses del 2012, trabajaron intercambiando técnicas y saberes. El proyecto se concretó en una expo compuesta de piezas gráficas bordadas, fotografía y audiovisual, que ya fueron expuestas en el Centro Cultural de España en México y próximamente en Argentina.
–El proyecto se desprende de una exposición previa que había realizado Roxy Love. Ella venía investigando quiénes podían realizar sus ilustraciones en bordado a mano, ya que mucho del trabajo artesanal hoy se elabora en máquinas. Como tenía el plan de ir a bordar sus dibujos al pueblo, mi esposo y yo, que tenemos una galería en la ciudad de México, se la ofrecimos para exponerlo. Cuando veo la muestra terminada, siento que el proyecto podía crecer y con su permiso empiezo a pensar qué tal si en vez de una ilustradora podían ser varias e invitar gente de otros países (siempre pensando en Latinoamérica), armar un grupo de quince mujeres que además no se conocían aunque todas viven en la misma comunidad. Qué pasa si incorporaba una fotógrafa y una videasta. Qué pasa si hacemos talleres. El proyecto se basó en muchos “qué pasaría si...”. Realmente era incierto saber qué iba a pasar cuando todas estas mujeres se encontraran debajo de esa palapa (quincho) a trabajar durante tres días por semana dos meses seguidos. Con un viaje de 7-8 horas de ida y de vuelta, con calor, con cansancio, con diferentes idiosincrasias. Y la verdad todo superó ampliamente las expectativas.
–Hasta mostla significa “hasta mañana” en nahuatl y fue de las primeras y pocas cosas que logramos aprender. Ese saludo diario de despedida, pero de volvernos a ver al otro día para seguir trabajando. Es un nombre que habla de las ganas de volvernos a encontrar.
–A algunas las conocía o eran amigas, de otras sólo conocía su trabajo, pero sobre todo tenía que ver con la mirada de cada una. Me guío mucho por la intuición, conocerlas y saber que podíamos armar un buen grupo de trabajo, que además de ser talentosas en lo que hacen, podían ser solidarias, compañeras, que se iban a involucrar de muchas formas en el proyecto. Cuando planeas proyectos de este tipo no sólo buscas gente que tenga un trabajo excelente, sino gente que se adapte a las diferentes situaciones y esté dispuesta a improvisar. Que pudiera convivir desde un lugar auténtico y nada impostado. Para mí era sumamente importante que todo fuera lo más horizontal y parejo para todas.
–Uyy, muchísimas. Desde la previa de ir a conocer el pueblo, ya que no queríamos caer como paracaidistas. Entender la realidad y ver cómo encarar el proyecto de la mejor manera posible. Como hacer de un proyecto artístico un proyecto laboral, pero sin romper tampoco cuestiones que tienen que ver con la economía de cada familia, el rol de la mujer, del hombre. Muchas cosas. La ceremonia que nos hicieron de despedida –sorpresa– cuando acabó el proyecto. Se organizaron y cada una aportó algo. Una puso el guajolote (especie de pavo), otra la harina para los tamales, otra las hojas de plátanos. Algo tradicional de la huasteca, te ponen coronas de flores, en señal de grandeza. Después cada una de ellas elige a una de nosotras para regalarle algo. Fue la cosa más movilizadora y maravillosa que creo nos pasó a todas, ver que vienen y te regalan un mango del árbol de su casa o un pan o una flor.
Sol Marinucci: –Cuando Anita Marcela, una de las mayores, nos preparaba brebajes de hierbas para curarnos, ella solita notaba cuándo era necesario, que alguna estaba derrumbada por el calor, el picante o lo que fuese... enseguida nos enviaba a buscar las hierbas de la zona, con los niños. Luego ella lo preparaba y nos curaba, y automáticamente volvíamos a flotar. Una sabia. El pueblito quedaba justo en la cima de la montaña, salíamos a la madrugada, sabiendo que estaríamos 8 horas subiendo la montaña, con las sonrisas tatuadas por saber que el encuentro con esos ojos brillantes y cómplices se acercaba. Para llegar pasábamos por entre las nubes literalmente, veíamos cómo la vegetación mutaba, el aire se purificaba, y el sonido de las montañas, de las plantas y de los animales se engrandecía. lo verde rebasaba, y los colores se exaltaban. Al estar tan aislados, seguían intactas varias de sus tradiciones y valores.
C. M.: –Materiales, la exposición. Eso fue otra experiencia increíble, entender que el bordado es un oficio, un oficio bastardeado y mal pago. Y que todo ese tiempo que pasamos juntas sirvió aunque sea un poquitito para que entendieran lo valioso de su trabajo. Que también podían plasmar en su bordado otras cosas además de flores. Mujeres que bordan increíble, pero que no se animaban a tomar un lápiz por miedo a “que les quede feo o mal”. Más o menos la dinámica fue decirles “queremos que hagan una pieza que las represente”, nosotras también entendimos que le erramos así, que ni nosotras podíamos con semejante consigna. Así que cuando volvieron al otro día con la sirenita de Disney o un ananá porque el punto de la piña es muy bonito, entendimos que no nos entendieron y debíamos ir de cero. Y la consigna que facilitó todo fue “si dibujar no fuera el problema, qué te gustaría bordar”. Y empezaron a contar y decir un montón de cosas increíbles. Algunas no perdían el miedo a dibujar, como Catalina, por ejemplo que quería bordar unos animales que había tenido. Así que sumamos a sus hijos a que dibujaran la vaca, el chancho, las gallinas y entonces hizo el bordado con sus hijos. Ana quería un bordado de su hijo que había fallecido de bebé, así que Rita la ayudó con el dibujo. Inmateriales... miles de cosas.. En mi caso, la ganas de seguir generando más proyectos de este tipo.
–La energía de todas esas mujeres juntas, poder compartir momentos de intimidad mágicos. Algo muy personal que me pasó es que en esos momentos yo estaba tratando de quedar embarazada y no podía. Algo que les llamaba poderosamente la atención es que éramos todas mujeres de entre 26 y 38 años y que ninguna tenía hijos, cosa que habla de cosas simples que ponían al descubierto nuestras diferentes realidades. En el grupo yo era la única que sí quería y estaba en tratamiento. Ya en un momento, medio cansada de que me preguntaran siempre lo mismo, les dije que sí quería pero que no podía... Se miraron todas y dijeron “hay que llamar a Juliana”, la partera, que venga y la sobe... Mi cara de “what”, pero ya estaba abierta a tantas cosas... por qué no probar otra más... El encuentro con Juliana fue mágico... Al lado de la palapa había una pequeña casita, nos fuimos a un cuartito y ahí me hizo masajes en la panza y charlábamos, yo le preguntaba mil cosas de los partos y de su trabajo, de cómo paren las mujeres en la zona. Y mientras todas seguían bordando afuera. Un flash como experiencia personal. Pero que habla de que el proyecto abarcó muchas cosas, para mí fue un proyecto de convivencia, de acercamiento, de encuentro. Eran todas mujeres muy cariñosas, generosas con lo que tenían..
–Estamos trabajando en llevarla a la Argentina y ver si una vez que esté allá la movemos a Chile y algunos otros lugares que han manifestado interés en tener el proyecto. Conseguir la posibilidad de editar el libro que recopile todo el material que quedó fuera de la exposición es el siguiente paso. Y cuando tenga tiempo, volver a armar el proyecto de una segunda etapa, que quiero hacer con todo el grupo. Todas nos quedamos con ganas de seguir haciendo cosas.
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