Hace una década y en medio de la desesperación, se podía entender. En este invierno de 2014, es una frivolidad indignante, una actitud fierita que no despierta la menor comprensión. Pero alguien insiste en vandalizar algunas de las mejores piezas de escultura pública de nuestra ciudad para vender los pedazos como bronce. Como se ve en la foto, alguna sierra se llevó la punta del arco de esta belleza de Bourdelle, comprada hace casi un siglo, cuando Buenos Aires se construía como una capital bella y civilizada. Ese bronce no es realmente para hacer picaportes o llaves y el que fue con una herramienta a robarlo también debe sospecharlo. Lo que también es imperdonable es la falta de vigilancia en el eje de parques que recorre Libertador y que concentra una parte especial de este patrimonio. Parece que todos los metropolitanos siguen ocupados en hacer que el Metrobús de la Nueve de Julio funcione y no tienen tiempo de hacer cosas aburridas, como cuidar la propiedad común.
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