Quien recuerde la Mar del Plata anterior a las torres, cuando la altura se limitaba al Centro y la ciudad se ponía baja y bella sobre la costa, sufre al verla hoy. Como nació como balneario aristocrático, quienes construían ahí invirtieron en crear cosas memorables, contrataron a los mejores talentos, participaron de ese delicado proceso de construir belleza. Un proceso que continuó con la llegada de la clase media y con Perón, que entendía de símbolos. Fue la rara combinación de dictaduras, modernismo ramplón y comercialismo craso la que arruinó Mar del Plata, y la dejó transformada en una pila de departamentos con piezas hermosas como perdidas entremedio.
Los que viven allá deben sufrir más que los turistas memoriosos, por supuesto, lo que explica la existencia de la ONG Defensores del Patrimonio Arquitectónico y Urbano, dedicada a tratar de salvar lo que queda. Esta semana, como se supo por el medio digital 0223, los Defensores tuvieron que señalarle a la mismísima Justicia local que no se debe demoler el patrimonio. El caso involucra el lindo chalet hispanista de Brown al 1400 que, como se puede ver claramente en la foto, está cercado de torres de perfecta mediocridad. Ahí funciona el Colegio de Magistrados marplatense, que quiere demolerlo y logró que el intendente Gustavo Pulti le pidiera al Concejo Deliberante que lo desafecte del Código de Preservación Patrimonial.
Cristian Andreoli, titular de los Defensores, explicó que los magistrados quieren demoler no porque enfrenten nuevas necesidades o dificultades en el mantenimiento de la casa, sino por la diferencia “en los metros que tiene un bien patrimonial y los metros que podrían construirse si no estuvieran, que se traducen en pesos”. Esta claridad conceptual la completa Andreoli al pedir que las autoridades no regulen “a favor del interés especulativo”. El panorama en Mar del Plata es complicado para el patrimonio porque ahí es posible “regularizar” obras clandestinas, hay incentivos para la construcción y todo tipo de excepciones a los códigos. El municipio no sólo no se mueve para cambiar este estado de las cosas, explica Andreoli, sino que tiene una llamada Unidad de Gestión del Patrimonio que allá también “constantemente argumenta a favor de la destrucción, en lugar de elevar propuestas alternativas al Ejecutivo”.
Este desinterés tan orgánico con los intereses de la industria especulativa se emparda con la enorme fiaca conceptual de los jueces marplatenses. Según parece, el Colegio creció mucho y necesita más lugar pero, ¿lo único que se les ocurre es destruir otra pieza patrimonial?
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