El alfabeto patrio
¿Hay un diseño argentino? ¿Elementos criollos con una sintaxis nacional, reconocible, propia? El platero y orfebre Juan Carlos Pallarols acepta el desafío de internarse en el tema de las influencias, las tradiciones y los resultados.
Por Sergio Kiernan
No es cosa de hablar del ser nacional o de otras zonceras telúricas, pero vale la pregunta: ¿existe un diseño argentino? No es cosa de que sea diseño creado por argentinos, sino de que exista una gramática propia, una serie de elementos combinados con una sintaxis local que resulte en un estilo inconfundiblemente argie. Resulta que la pregunta es como aquella de la pornografía: todos saben instantáneamente qué es, pero nadie sabe definirla. Así, hay objetos estupendamente argentinos, inconfundibles para el ojo mínimamente entrenado, pero cuesta definir en su argentinismo.
Juan Carlos Pallarols, platero y orfebre ya genético –su familia catalana lleva siglos en el negocio– viene haciéndose las mismas preguntas desde que el mundo es mundo. No es casual: Pallarols es argentino, es artista y se expresa en una de las pocas, muy pocas técnicas que tuvieron algún desarrollo propio en los tiempos españoles. Este andurrial de adobes no tenía casi arquitectura, carecía de compositores, importaba sus pinturas del Alto Perú, pero tenía plateros de fuste, con estilo propio, que gradual y tempranamente inventaron un estilo que podemos llamar rioplatense. Y que no se redujo a sus metalurgias sino que influenció el ojo de todos.
“¿Argentinos? Sabemos, como lo sé yo, que no somos europeos pero tampoco indios. Nuestro sentido del espacio es diferente al europeo, más vasto. Somos producto de un encuentro: los europeos encuentran el tomate y la papa, y crean una culinaria con estos productos americanos. Lo que no mucha gente piensa es que también se encontraron con elementos de diseño indígena, con animales y naturalezas distintas. Así nace la platería criolla.” Pallarols agrega que “uno no hace un objeto y después lo adorna. El ornamento ya es la forma, la arquitectura de la figura”.
Desde este primer criterio de realidad, Pallarols progresa a ciertos desarrollos de la percepción. Primera cuestión: el diseño, la platería, criolla es un producto de influencias indias, españolas, europeas de todo tipo y calibre, aluvionadas y sobadas por generaciones y generaciones de artistas. “Pasan cosas notables: cada objeto es distinto aunque uses las mismas herramientas y la misma plantilla. Yo hago un copón o un cáliz copiando uno de hace un siglo de mi abuelo catalán, con sus propias herramientas y técnicas, y no es igual. No sale.”
Segunda cuestión: los indios. “Acá ya había orfebres y plateros antes de que llegaran los europeos, pero había poco metal”, recuerda Pallarols. Y continúa con una descripción de la influencia indígena, sobre todo de los pampa y los araucanos, que le dejó una marca íntima a nuestro estilo –y no sólo en la platería–. El despojamiento es la marca más importante: “Cruces, puntos, la síntesis más económica, casi abstracta, de formas como de aves, soles o lunas, el escaso ornamento. El adorno es la misma forma del objeto. Es una total falta de barroquismo que no significa incapacidad de hacerlo sino una opción, un enorme poder de síntesis. Con un rasgo expresan una forma. Una cruz con dos puntas apenas curvadas para abajo, es un cóndor.”
A esta síntesis y sequedad elegante, Pallarols le suma otro elemento que le gusta en particular: la libertad de expresión. “Hay poca sujeción al canon. Mis maestros europeos siempre tenían reglas rígidas, siempre una manera de hacer las cosas.” El platero da ejemplos: cálices con estrictas proporciones de radios y diámetros, alturas divididas por anchos, cánones a rolete. Frente a esto, saca de su vasta colección ejemplares criollos que se pasan todas las reglas y sin embargo tienen una grave elegancia.
¿Cómo se reconoce, entonces, la sintaxis argentina? Hay que aprender a mirar y ver la sequedad pampa, la influencia italiana –especialmente siciliana y napolitana– los toques ingleses y franceses, los motivos americanos que viajaron a Europa y volvieron incorporados a su semántica, para ser nuevamente alterados por nosotros. Hay guiños propios: nuestros cuchillos tienen hojas creadas aquí, de lomo ancho, con botón cuadrado ycorte duro. Son tan características que hasta las hacen en Alemania para exportarlas sólo aquí.
Esto es: pornografía reconociblemente pornográfica. Pero todavía inasible con palabras.