La historia de Duravit, o cómo un joven militar retirado inventó un material, una manera de diseñar juguetes y una marca inmortal, todo a ojo.
Argentina es como un péndulo,
y en el ir y venir hay cosas que se rescatan y otras que se pierden. Suelen
perdurar las de la infancia. Los caramelos Media Hora, las bananitas Dolca,
los chocolatines Jack con sorpresa, el LP amarillo de Pipo Pescador, el Tiqui-Taka
o el Ludomatic, las zapatillas Flecha, la colonia Coqueterías, los Chasqui
Boom, la lapicera 303, el Italpark y... los Duravit. Los juguetes irrompibles
que para los de treinta y pico, cuarenta y aún más son parte de
nuestra identidad. A un día de la celebración del Día del
Niño y en tiempos del juguete descartable, Alejandro Macchiavello, hijo
menor del mentor de Duravit y uno de los actuales directores de la empresa,
nos cuenta vida y obra de un diseño que marcó nuestra infancia.
¿Cómo comienza
la historia de Duravit?
La historia de la fábrica comienza en 1945. Mi padre, Ricardo Macchiavello,
hoy de 82 años, militar retirado, empieza a idear juguetes en goma. En
esa época, el producto bruto del país pasaba por el agro, no había
mucho desarrollo industrial, así que investigó y desarrollo una
fórmula que en su momento usó básicamente a fuerza de prueba
y error.
¿Recuerda el primer éxito
de Duravit?
Nosotros no tenemos conciencia de eso. De hecho tomamos más conciencia
ahora, que la gente los señala tanto y los rescata entre tantas otras
propuestas. Hoy hablás con cualquiera de 30, 40 y más también,
y el que no jugó con un Duravit pareciera que no es argentino.
¿A quién se le ocurrió la marca?
A mi padre. La verdad es un marcón. El apuntó al juguete
irrompible. A que fueran vehículos de uso vigente. Lo que hizo fue un
juguete indestructible. Desarrolló esa línea, impuso la marca
y después lo que hacía era seguir la onda del mercado. Si salía
el Ford Falcon, el Chevy o el Rambler, él lo fabricaba. Su renovación
pasaba por la renovación del parque automotor. Cabe aclarar que no estaba
desarrollado el merchandising de hoy.
¿Cuántos modelos
llegó a fabricar?
Más de cuarenta entre autos, camionetas y jeeps.
¿Cómo era la creación
de cada juguete?
Mi padre trabajaba con modelistas que hacían maquetas en madera
y a partir de ahí se hacía un yeso, con el cual se iba a fundición
y se realizaba el molde en aluminio para el proceso de vulcanización
de la goma. El tenía una habilidad muy grande. En un momento se le ocurrió
hacer una moto-niveladora. Entonces se fue a varias agencias de tractores y
a partir de mirar lo que tenían la desarrolló él mismo
con treinta y pico de matrices, todas de estampado metálico. Entonces
mezcló una carrocería de goma con una estructura de distintas
partes que se ensamblaban por remaches o tornillos y fue un hit.
¿Nunca se salió del empleo
de ese material?
Nunca, eso habla bien y habla mal. Por ser fiel a una idea arriesgó
mucho.
¿Hacía estudios de mercado,
de segmentación por edades?
No, él hacía vehículos para varones. Aunque antes
los rangos de edades eran mucho más flexibles. Un juguete con esas características
duraba desde el año a los diez años.
¿Hubo una época de oro
para Duravit?
Los 60. En ese entonces la fábrica llegó a tener cien
empleados. Recuerdo que una vez hubo una especie de festejo interno porque se
había llegado a los 50.000 juguetes-mes. La época dorada yo la
viví porque siempre cuento que en la fábrica de mi padre nosotros
hicimos la colimba. En las épocas pico trabajábamos como un obrero
más, pero lo bueno era que él nos valoraba y consideraba como
tal, así que recibíamos nuestro sueldo.
¿Hay cierta magia
en hacer juguetes?
El imaginario colectivo tienen la fantasía o cree que una fábrica
de juguetes es como Walt Disney y lamentablemente no es tan así. Más
que nada, en este país, es un desafío constante y una lucha eterna
producir algo.
¿Su padre viajaba para
ver otros mercados?
No. El fue un industrial que se nutría de lo que veía acá
adentro. Sí, tenía muchos competidores que intentaban imitarlo,
pero que terminaban sucumbiendo.
¿Qué hay de las creencias
de que varias veces peligró
la vida de Duravit?
El golpe casi de gracia fue con Martínez de Hoz y la famosa tablita.
En esa época la fábrica se sostuvo con capital que fue consumiendo
y casi entró en convocatoria. En esa época no había juguete
que se pudiera fabricar acá que fuese competitivo. Era inviable fabricar
algo. Después podría hacer un racconto por todo tipo de décadas.
Alfonsín, hiperinflación, Plan Austral, Primavera, dólar
barato, importaciones de todo tipo, recesión, desocupación, descapitalización.
Y así seguimos con la salida de De la Rúa que nos vuelve a confiscar
los depósitos y nos agarra en pleno diciembre con la venta en la calle
a cobrar. Ser industrial en este país, vivir en este país, es
algo muy complejo. Y eso que desde la fábrica no nos quedamos. Siempre
tratamos de ir más allá. Primero redecorando las líneas
tradicionales. Después desarrollar nuevos productos. Hoy tenemos segmentada
la producción según tipo de consumidores. Hay productos de primera
infancia (apilables de mayor a menor, rompecabezas, balde primeras formas),
de dos a cuatro años, vehículos en plástico, juego de playa,
cocinas, accesorio de cocina y el polémico juego de limpieza (escoba,
escobillón y palita) que al principio fue muy mal visto por las feministas.
También existe la idea de volver a sacar líneas para coleccionistas,
ya que sabemos que hay gente que los intenta imitar para venderlos como originales.
¿Hay íconos Duravit?
Creo que el ícono no es el modelo en sí, sino la marca Duravit
de goma. Los juguetes siempre tienen un empezar, afianzarse en el mercado, el
crecimiento y después una caída a la que le sigue una meseta y
después ya es considerado un producto de línea.
Hoy, ¿cómo diseñan los
juguetes?
Trabajamos con diseñadores y nos nutrimos mucho de las ferias internacionales
como las de París, Milán, Valencia y Nueva York.
¿Existe cierta idiosincrasia
implícita que debe respetarse
a la hora de hacer juguetes?
El tipo de juguete argentino es más parecido al europeo. La diferencia
es que el europeo es aún más sofisticado en su diseño,
demasiado para nosotros, que por una cuestión de costos tenemos que simplificar.
Dicen que en la infancia se cuece nuestra vida futura, el
juguete estimula, nos abre al mundo...
Totalmente, por eso estoy en contra de ciertos llamados juguetes como
los videojuegos. No me parecen ni educativos ni formativos. Más bien
creo en su decantación y saturación. Y lo digo más como
padre que como fabricante de juguetes. Y por supuesto de los secalágrimas.
Un juguete que se desarrolla mucho a partir de los productos que llegan de China.
Juguetes muy vistosos por el packaging, que pueden llegar a valer casi como
un paquete de cigarrillos y duran nada. Se usan unos minutos, se rompen y se
descartan. Ellos desacreditan mucho el valor perceptivo de un juguete. Básicamente
en la imagen de los chicos. Hoy estamos educando generaciones que no le den
valor a nada. Nosotros hemos hecho juguetes más accesibles pero siempre
nobles. Nuestra línea Mini, por ejemplo, de cinco modelo de autos de
los cuales hay un revival del Escarabajo y el Citroen13 V. Un rueda libre con
formas simples, económico, muy colorido e indestructible.
¿Su padre ya no trabaja?
No, hoy le hablás de todo lo que entra en juego en la venta de
un juguete y creo que lo supera.
Con este aparente nuevo
escenario económico,
¿empezó a sonar más
el teléfono en la fábrica?
Sí. Igualmente, contrariamente a lo que muchos piensan, Duravit
nunca dejó de tener demanda. Hoy nos llama más la gente de negocios
integrales. Se recompuso la relación comercial. Antes la balanza estaba
más del lado de los comerciantes y ahora, aparentemente, nos necesitan
más. Hoy en la planta trabajan 50 personas, 24 horas, y hace dos meses,
también sábados y domingos. En el 2002 se comercializaron 1.300.000
unidades e intentamos ir por más.
A futuro, ¿les interesa
incorporar más diseño?
En la Argentina hay muy buenos diseñadores, pero es difícil,
dados los tiempos transcurridos, encontrar diseñadores especializados
en juguetes en serie. Para nosotros hoy son fundamentales los gráficos,
en todo lo relativo al packaging, que en juguetes es fundamental. Y también
para otras líneas que estamos desarrollando como los rompecabezas. Una
de las grandes inquietudes que tenemos ahora, más que nunca, es crear
juguetes de interrelación entre chicos. La tendencia es volver a eso.
Por lo menos, esa es una de nuestras apuestas, el paradigma a seguir. n
* Caupur S.A.: Sarmiento
369,
Lanús Este, 4205-0838/ 4204-9677.
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