Sábado, 30 de enero de 2016 | Hoy
El Lezama ya se deteriora, Belgrano Bajo protesta por obras que no deberían ocurrir, la Manzana 66 piensa en un parque.
Por Sergio Kiernan
Un fenómeno observable en las intervenciones urbanas del gobierno porteño es la pobreza material y conceptual. Un ejemplo es la plazoleta frente a la Biblioteca del Maestro, Rodríguez Peña entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear, que reúne ambas pobrezas. Frente a la fachada del Palacio Pizzurno hay ahora bloquecitos de cemento teñidos de rojo, con fierros de construcción como apoyabrazos, y una colección de Legos mal realizados en cemento. El mástil, un objeto de fundición de tiempos mejores, sufre una reja de ínfima calidad, y hasta los pavimentos son sub-standard, cosa de corralón para ahorrar algún mango. A nuevo, la plazoleta ofende a su entorno, pero pronto lo ofenderá también por su deterioro material.
Los vecinos del Parque Lezama acaban de denunciar exactamente la misma situación y acaban de reconvocar la Asamblea del Parque Lezama para tratar de salvar a este espacio invaluable y particularmente frágil. Como se recordará, el anuncio de la intervención en el parque disparó una verdadera batalla vecinal, sobre todo por la idea de enrejarlo por entero. Varios de los elementos que se iban a injertar en el parque eran de un modernismo irredimible, un atentado al entorno que fue detenido por la clarísima intervención de Jaime Sorín, entonces presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.
Las obras se terminaron a disgusto y con apurones evidentes, con detalles que en varios lugares -la avenida interna, por ejemplo- ni se terminaron realmente pese a que se gastaron, por licitación, 28 millones de pesos. Otro factor que se vio durante las obras y que se sigue notando es que los ganadores de las licitaciones nunca tuvieron en cuenta la antigüedad y fragilidad del lugar a intervenir. La Comisión terminó haciendo visitas sorpresa para ordenar cosas como que envuelvan las estatuas mientras trabajaban alrededor, para que no se manchen con materiales: a nadie se le había ocurrido. Quien mire de cerca los pedestales de los jarrones, verá una terminación chapucera, de apuro y de mano de obra ni remotamente especializada en este tipo de trabajo.
Los vecinos de la Asamblea agregan ahora una nueva preocupación, que le habían expresado al gobierno porteño desde el vamos. “Una de las cosas que más nos preocupaba a los vecin@s y en especial a quienes integramos esta Comisión Vecinal era saber si después, una vez que terminara la obra, se iba a mantener, si estaba contemplado el presupuesto necesario para que no se deterioraran las obras millonarias. En ese momento los funcionarios dijeron tener un plan de mantenimiento para el parque, quienes lo utilizamos a diario podemos permitirnos dudar”.
Uno de los temas sutiles, de esos que los vecinos notan de tanto ir a un lugar, es el de la renovación de los suelos. El Lezama es una ya rara muestra del relieve original de nuestra ciudad y requiere un tratamiento especial que estaba contemplado en el plan de obra, en particular en el montaje de un sistema de riego y en el nivelado de bajíos. Pues según los asambleístas, nada de esto ocurrió y su pedido de información por medio de la ley 104 no obtuvo respuesta. “Cada vez que vamos al Parque (con alegría de que como no esta cerrado podemos hacerlo en muy variadas horas), tratamos de verificar la existencia y el funcionamiento del sistema de riego, sin éxito alguno”. De hecho, ya hay palmeras secas y árboles y arbustos resentidos o muertos.
Tampoco nadie sabe si los baños serán o no abiertos en algún momento, ni siquiera si fueron terminados. Para lo que este pequeño edificio parece servir, hasta ahora, es para que la calesita siga desarmada al lado. Desde hace tres meses que el aparato sigue ahí, una alegría menos para los muchos pibes del barrio. “Esperamos las nuevas autoridades tomen en cuenta nuestros pedidos con urgencia y reviertan esta lamentable situación. Sepan que seguimos atentos y movilizados cuidando nuestro parque”, cierran los asambleístas.
La Red de Vecinos Manzana 66 Verde y Pública realizó este miércoles una asamblea, preocupados por algunas cosas que andan pasando en Balvanera. Resulta que los vecinos de la 66 tuvieron una reunión o encuentro con el entonces candidato a jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, y un tema que subrayaron fue que las comunas tres y cinco son las dos que menos verde tienen en todo Buenos Aires. Según recuerdan los vecinos, Larreta les dijo que francamente no veía cómo arreglar el tema, porque en la zona no hay terrenos disponibles.
Resulta que el tema no es tan así. La Ciudad no aparece como cliente inmobiliario a la caza de terrenos para hacer plazas, tema que pese a los anuncios sobre Verde esto y Arboles lo otro no les interesa. No sólo no hay una ley que le de privilegio al comprador público de cierto tipo de terrenos, de cierto tamaño y forma, aptos para hacer parques, como tienen otras ciudades del mundo civilizado, sino que nuestros gobernantes tampoco hacen una política activa del tema. Los terrenos grandes parecen ser reservados para las torres y los megaemprendimientos privados.
De hecho, los vecinos se reunieron para discutir que se cree un Parque de la Estación en los terrenos ferroviarios envueltos por Mitre, Sánchez de Bustamante, Díaz Vélez, Gallo, Perón y Ecuador. Estas seis hectáreas, que harían una gran diferencia para el barrio, fueron rezonificadas como Urbanización Parque, pero están siendo usadas sin obstáculos por micros y feriantes.
La Asociación Civil de Vecinos de Belgrano Bajo está peleando duro por algo que debería ser automático y simple, que se respete la ley. Puntualmente, los vecinos quieren que simplemente se dejen de autorizar obras que infringen abiertamente la zonificación de su barrio. El nivel de descaso a la ley es notable y difícil de entender, ya que la zona tiene una zonificación muy clara y simple, la de Carácter Urbanístico de Residencial Exclusivo, que en buen criollo significa que sólo se pueden construir viviendas. Y nada más que viviendas, sin excepción.
Sin embargo, las direcciones generales de Interpretación Urbanística y Registro y de Registro de Obras y Catastro parecen tener serias dificultades para entender esto, pese a que sus titulares ostentan los títulos de arquitectos. La Asociación Civil cuenta en un flamante comunicado la historia de un gimnasio de 2800 metros cuadrados en la calle Húsares que ejemplifica la situación.
En junio pasado, la Dgroc le consultó al increíble Copua –el Consejo del Plan Urbano Ambiental, ente de funciones difusas y nombrado a dedo– si era posible autorizar una obra de “oficinas comerciales” en Húsares y Echeverría, en la zona protegida de Belgrano Bajo. El Copua se toma un par de meses largos para contestar, pero contesta que claramente la esquina está en la zona de uso Residencial Exclusivo, con lo que no se puede autorizar una oficina de ningún tipo. Pero resulta que las obras ya habían empezado, sin demoras por esas formalidades de pedir permisos o aprobar planos. La Agencia Gubernamental de Control las clausuró.
La Asociación Civil también fue consultada por el Copua, porque es oficialmente un “órgano de consulta” en el barrio. Los vecinos contestan, en septiembre, que de ninguna manera se debía permitir una obra de oficinas de ningún tipo, ya que la zonificación era clarísima. Tan claros eran y querían ser, que le mandaron copias de su respuesta a las dos direcciones generales involucradas en el tema. Pero, ¿adivinen qué pasó? Que la dirección general de Interpretación Urbanística y Registro, que encabezaba el arquitecto Antonio Ledesma, sí autorizó los planos de la obra de las oficinas/gimnasio el 26 de noviembre.
Los vecinos de la Asociación Civil le mandaron una fuerte carta de protesta a Ledesma y a su flamante jefe, el ministro de Desarrollo Urbano Franco Moccia. Pero todavía no hubo respuesta...
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