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Sábado, 20 de marzo de 2004

La cabeza en el futuro

El inglés Richard Seymour es un diseñador de gran éxito, con una obsesión: tiene la tarea de diseñar el futuro y pasó por Buenos Aires para dar una idea de cómo se hace.

 Por Luján Cambariere

A Richard Seymour parece que todo le entra en la cabeza: relojes, bicicletas, autos, mobiliario aéreo, celulares, cafeteras, computadoras, juguetes, canillas, equipaje, inodoros, corpiños. Socio fundador de Seymour Powell Ltd., uno de los principales estudios de diseño del mundo, suele definir su especialidad como “crear el futuro”. Con trabajos para clientes como BMW, Casio, Ford, General Motors, Hewlett Packard, Jaguar, Renault, Rowenta, Yamaha, Nokia, Tefal, Panasonic y Minolta, con infinidad de galardones internacionales y hasta programa de TV propio –”Better by Design” (“Mejor por Diseño”), en People & Arts– Seymour fue invitado por la embajada británica en Buenos Aires y por Puro Diseño para charlar sobre su mantra, su credo: la innovación y el costado antropológico del diseño.

El factor humano
Uno de sus presentadores en la charla de la visita relámpago hizo alusión a que en el Reino Unido todos los días alguien estaba usando productos que han salido del tablero de Seymour. Pero sobre todo de su corazón, ya que es un apasionado por “hacer que las cosas sean mejores para la gente”, lema que sostiene en todos sus trabajos.
“Antropología es una palabra que viene antes en el diccionario que “tecnología”, señaló Seymour a su selecto público de prensa y diseñadores industriales. “Viendo a la gente, mirando qué compran, cómo viven o cómo usan sus cosas, con qué sueñan, es como encuentro respuestas a los problemas de diseño.” La habilidad de observar comportamientos es lo que hace la diferencia y lo que permite estar a la vanguardia, pudiendo diseñar hoy los productos del mañana.
¿Cuál es el próximo paso?, ¿qué se va a usar?, ¿qué forma va a tener?... son preguntas que se hacen mucho pero que Seymour se ocupa de responder. “Las personas generalmente decimos una cosa y hacemos otra”, señala. De entender este doble discurso depende el éxito del propósito de varios objetos. “Las cosas cambian cuando las personas quieren que cambien”, continúa, dando una explicación casi psicoanalítica del asunto. Para él, nuestra relación con las cosas no es práctica sino emocional. “Los productos que amamos o que conservamos no son necesariamente los más caros, sino los que nos movilizan por algo. Por quién no los ha regalado o por instantes vivenciados. Una campera de cuero o un par de jeans no son sólo eso, son sobre todo lo que nos hacen sentir: seguridad, entusiasmo. La moda es un buen ejemplo de eso”, detalla.
Así, Seymour sabía desde hace años el tamaño que tendrían hoy los celulares Nokia y los relojes femeninos Baby-G de Casio, que hicieron furor. Hoy sabe que en breve saldrán al mercado desde bicicletas electrónicas hasta anotadores tipo Post-it electrónicos con mensajes que en vez de quedar pegados en la heladera pueden aparecer en la pantalla de la computadora, la televisión o el teléfono, ya que él los inventa. En eso consiste su principal tarea: crear hoy lo que usaremos en un futuro que para nosotros, desde estas latitudes, siempre es más lejano.

Premisas varias
“La forma es la función. No un accidente”; “el mundo es más mecánico que digital, la emoción de la ergonomía, el querer tocar la calidad con las manos esta siempre presente en los objetos”; “el diseño debe ser inclusivo, debe funcionar para todos”; “no importa de qué está hecho un producto, importa qué es”. Son premisas que fue desgranando en la charla y que parece haber hecho carne mediante todos los desafíos de trabajos que se le fueron presentando, desde tableros de autos de un Jaguar, hasta canillas, cuchillos o corpiños para mujeres mayores. “Diseñar ropa interior femenina fue un trabajo difícil pero alguien lo tenía que hacer”, bromea y enseguida se pone serio. “Al tratarse de mujeres grandes era undesafío especial. Yo sé lo que es ser gordo, ir a un negocio y no encontrar nada. Es una situación realmente muy humillante. Con ellos pude demostrar que los diseñadores podemos trabajar en pos de un mundo mejor.”

Los empresarios
Suponiendo que los diseñadores acá o en Japón tengan claro por dónde pasa la innovación, otra pregunta es cómo lidiar con los empresarios. “Siempre tenemos que encontrar el modo de persuadirlos, ya que en líneas generales ellos siempre le temen a lo nuevo”, explica Seymour. “También hay que tener claro que su idioma es el del dinero. Con ellos hay que hablar el lenguaje de los negocios. Este diseño va a funcionar porque va a vender tanta cantidad al mes.”
Pero el diseño no es una excusa para que las cosas sean más caras. Ni una moda. Ni tampoco sólo la imagen o el estilo de un producto. El diseño aglutina muchas disciplinas (investigación, ergonomía, marketing, tecnología). Por eso idearon su programa de TV. “No para promover al estudio sino la importancia del diseño. Y así, obviamente terminamos simplificando también nuestro trabajo”, suma.
“¿Cómo van a ser las cosas en el futuro? Todos se lo preguntan, pero a los diseñadores de productos nos toca crearlo. Y para lograrlo hay que estudiar a la gente. Esto no es una cuestión acerca de la tecnología sino de las personas. El diseño consiste en hacer cosas mejores para la gente. Si no, no es diseño.”

Argentinos for export
“¿Qué pienso de ustedes los argentinos?... ¿Qué piensan ustedes?”, contraataca Seymour. “Desde afuera los vemos distintos. Ustedes son los que tienen la enorme posibilidad de rediseñarse. En el mundo no tenemos una imagen clara de los argentinos, con lo que tienen la enorme ventaja de poder reinventarse. Los diseñadores están unidos y tienen pasión. Con pasión todo llega”, remata.

Seymour Powell Ltd:
www.seymourpowell.com

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