CON NOMBRE PROPIO
Expreso a Oriente
Dos argentinas que viven en Asia comenzaron a seleccionar muebles Ming y Qing chinos, y piezas tailandesas. Un ojo notable y un standard de restauración muy alto se unen en Asiátika.
Por Luján Cambariere
Dos jóvenes argentinas, Paola Pastor y Karina Gordon, residentes en Asia, comercializan muebles orientales. Radicadas desde hace años en Guangzhou, China, y Bangkok, Tailandia, por el trabajo de sus maridos, hoy, a través de su etiqueta Asiátika, aspiran a insertar la estética e historia de los muebles orientales en nuestro país.
“Los muebles de Asiátika son elegidos personalmente en el interior de China, cuando están sin restaurar. Personas con años de experiencia son las encargadas de llevar adelante esta búsqueda donde cada pieza es tratada como única. A esto le siguen los trabajos de restauración, también encargados a especialistas, que mediante productos y procesos totalmente naturales y artesanales que a veces llevan meses, rescatan la belleza de la pieza original”, cuenta Paola Pastor. Así, armarios, baúles, sillas, cajas, cajoneras escalonadas, consolas y camas llegan a sus manos, siempre con una historia especial que contar.
“La mayoría son muebles que tienen entre cien y ciento veinte años, pertenecen a la dinastía Ming o Qing, y hablan del estilo de vida oriental. Muchos tienen talladas imágenes de la familia a la que pertenecieron, dibujos de pájaros o plantas y flores de la zona. Las maderas con las que están realizados son bien estacionadas, de alta densidad, como el olmo Jumu de Suzhon o de la región de Manchuria o Siberiano, el ciprés llorón o funibris de textura oleosa, fina y delicada con brillo natural de la zona de Sichuan, o el Fujian típico del sur de China, el sauce, el abedul o el alcanfor. Muchas piezas tienen puertas o detalles en bambú haciéndolos más livianos visualmente, otras se arman en base a esterillados de fibras vegetales”, explica Karina Gordon. Otros tienen detalles en paktong o baitong, acero, latón o bronce con un 10 por ciento de níquel, que evita su opacado, o manchado en los colores predilectos de los chinos, rojo y negro.
Esto es lo que ellas fueron haciendo desde su llegada a Oriente. “Al principio, debo confesar, no me gustaba todo lo que venía. Venía del minimalismo extremo que se usaba en la Argentina y entonces algunas piezas laqueadas, talladas o con nácar, me parecían demasiado ornamentadas. Hoy toda mi casa está ambientada con muebles orientales. El mueble chino ofrece un diálogo entre lo nuevo y lo antiguo, lo sobrio y lo informal, los colores contrastantes y la suavidad de las maderas marrón-doradas-rojizas muy particular”, suma Pastor.
Distinto fue el acercamiento de Gordon, que desde el primer instante quedó fascinada con la cultura oriental (estudió Thai y ahora está terminando de cursar la carrera de Administración de Empresas y Marketing en Bangkok), pero por el clima húmedo y caluroso de la ciudad donde vive no emplea muchos de ellos.
¿Los propios orientales? “Los jóvenes chinos están fascinados con lo nuevo, lo que llega de afuera. Son las generaciones más grandes las que valoran este tipo de mobiliario”, cuenta Pastor. “Mientras que en Tailandia, estas piezas antiguas son muy codiciadas por las comunidadesextranjeras, sobre todo franceses e ingleses, ya que por ciertas creencias budistas allí no compran muebles que hayan pertenecido a otros. Como son animistas, temen que ciertos espíritus permanezcan en ellos”, señala Gordon.
Con o sin ánimas, es claro que en Occidente estos muebles cambian su función. Así, los famosos cabinets pueden devenir en aparadores de vajilla o de equipos de audio o TV, las day-bed (camas donde se recostaban a fumar opio) trocan en sillones, y los picnic basquets donde transportaban el arroz aquí se usan como adorno. “Igualmente son siempre piezas con mucho carácter, que definen un ambiente y a la vez pueden convivir a la perfección con las distintas estéticas reinantes, aportando la nobleza de sus materiales o la sutileza de sus detalles”, rematan.