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Sábado, 4 de septiembre de 2004

El palacio de las antigüedades

Hoy abrió sus puertas la Feria del Anticuario, en el Palais de Glace y bajo el paraguas de los amigos del Museo Nacional de Arte Decorativo. Es un evento que promete continuidad, que puede excitar cierto nervio coleccionista y artístico local, y que será un placer visual. Es que entre las paredes curvas de la sala de exhibición se reunió una masa crítica de objetos valiosos, hermosos, raros de ver.
El anticuariado trajina con el diseño del pasado, con las concepciones que en un momento fueron novedad y cambio, y que se ganaron con los años o los siglos lugares de tesoro. La cuidadosa lista de invitados a exhibir garantiza, como definen las organizadoras, un evento “a la mejor altura de cualquiera en el país”. Por supuesto, excepto por las colecciones privadas y de museos que participan, todo lo que se exhibe en la calle Posadas está en venta. Eso no disminuye el placer y el valor de poder ver las piezas, como si fueran un museo de nueve días que luego se dispersa.
Los objetos son tan variados como la misma raíz del anticuariado. Hay joyas, hay libros, cuadros, muebles, tapices, alfombras, espejos, objetos pequeños y grandes. Hay maderas, sedas, cristales, lanas, fibras, pergaminos. En fin, casi todo material que alguna se usó para plasmar diseños y en piezas que fueron restauradas y reservadas, en muchos casos, para esta exhibición.
En dos salas del primer piso se verán colecciones de museos. Por un lado está el anfitrión y respaldo de la Feria, que sacará del palacio Errázuriz piezas de la donación de Justiniano Allende Posse (mobiliario y pintura en paneles de Hubert Robert, del siglo 18, un tapiz del 17 de la Manufactura Gobelinos, escultura de principios del 19 y apliques de bronce dorado de fines del 18) y un tapiz en lana hecho en la Manufactura de Beauvais hacia 1690, donado por la familia Díaz Vélez y recientemente restaurado por Ohan Kalpakian. el otro invitado institucional es el inesperado museo de Tandil, que se luce con parte de su colección Santamarina –que incluye nada menos que dos Corot y un jarrón Ming– traída a la capital gracias a la Fundación Bapro y a los seguros del mismo banco.
La Feria tiene un aspecto que combina con su contenido, con ámbitos que son más que stands. También habrá un café y restaurante, una tienda del museo anfitrión, y un sinfín de conferencias, programadas y por sorpresa, y tours por los stands con abundantes explicaciones. A la oportunidad de conversar con los anticuarios se le suma la de hablar con los coleccionistas presentes, que muestran en vitrinas del primer piso sus pasiones: envases del siglo 19, medallas civiles de la Primera Guerra Mundial, figuras de porcelana de bailarinas de 1910-1930.
“Esperamos que este evento ayude a fomentar el mercado de arte y el coleccionismo,” explica Olga Jacovelli, una de las organizadoras de la Feria. “Y esperamos que crezca. Por supuesto que servirá para vender, pero también para ver objetos muy difíciles de ver de otra manera.” Una de sus colegas, María Peña, coincide: “Una feria es un lugar amigable, que permite el contacto con piezas valiosísimas y también con muchas más pequeñas, más accesibles. Y aunque no se compre nada, es un paseo agradable, una muy buena salida para todos”.

Feria del Anticuario, en el Palais de Glace, Posadas 1725, del 4 al 12 de septiembre de 13.00 a 22.00 horas. Entrada $ 10, jubilados y estudiantes $ 5, menores de seis años y discapacitados sin cargo. El lunes la entrada está a mitad de precio y gratis para jubilados y estudiantes.

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