Como para no perder su buena racha, el Museo de Arte Decorativo inauguró ayer su muestra El Mate en América, que exhibe 280 piezas realmente únicas de siete países. Entre ellas hay una calabaza precolombina de 1000 años de antigüedad y curiosidades como mates peruanos y chilenos.
La exhibición fue curada por Javier y José Eguiguren Molina, y es acompañada por un catálogo con textos de Carlos Mordo y Roberto Vega, que al contrario de tantos catálogos aporta información atinada. Así se puede ver la evolución de un objeto único de nuestra región, que fue recibiendo y transformando todo tipo de influencias europeas, y a su vez creando una estética única, absolutamente local.
El mate es una costumbre indígena que pronto contagió a españoles. Se tomaba como té –colándola con el labio superior, que se apoyaba en el borde de una calabaza o cuenco– y con bombillas. Alrededor de esta costumbre social nació una verdadera batería de objetos y diseños, la misma lógica que creó los juegos de café y té europeos y asiáticos.
En la muestra hay mates de total barroquismo, en plata, en oro, en calabazas decoradas, en guampa. Hay churriguerescas piezas peruanas o altoperuanas y monásticos mates bonaerenses. Hay fascinantes pavas de cebar, con cavidades interiores para poner una brasa. Hay yerberas maravillosas que no harían un feo en la anterior exposición del Museo, la de cofres de té. Hay piezas muy originales, como una de calabaza irregular y llena de globitos atados con hilos de oro, realizada en Paraguay a fines del siglo 19.
En fin, un deleite de ver todos los días, de 14 a 20, en el palacio de Libertador 1902. La entrada cuesta 4 pesos y se puede además disfrutar de la imperial residencia Errázuriz y su patrimonio.