La Casa del Puente
Un grupo de seis salvajes acaba de incendiar, para divertirse, la saqueada y vandalizada Casa del Puente, que construyó Amancio Williams entre 1943 y 1945 para su padre, el compositor Alberto Williams. Excepto por sus ahora muy deteriorados hormigones, casi no queda nada de la casa sobre el arroyo, en las afueras de Mar del Plata.
La destrucción de la Casa comenzó en serio hace diez meses, cuando su propietario la abandonó. El lugar se transformó en sala de juegos vandálicos de algún grupito, que se divirtió haciendo pintadas y rompiendo todo lo rompible. De nada valieron las denuncias de la familia Williams y las muchas notas periodísticas, ni siquiera la inclusión de la casa en el inminente programa bonaerense de restauración de edificios simbólicos. Aburridos o sintiendo que su “tarea” había llegado a su fin, los vándalos la incendiaron.
Cuenta la viuda del arquitecto que sus pedidos se estrellaron ante razonamientos burocráticos y el problema de raíz, la falta total de dientes de la legislación de protección. El intendente local, un arquitecto, se negó a custodiar o intervenir en el bien, ya que la Casa no es propiedad de la intendencia. Que la Casa sea un monumento histórico declarado no sirvió, ni sirve, ni servirá para nada mientras las leyes sean declarativas y no impongan penalidades reales a los que destruyen.
El resultado neto es que perdimos una obra famosa en el mundo entero que inspiró a lo más granado del modernismo internacional. En su momento, esta obra de Williams figuró entre las 33 obras notables del mundo entero. Su desgracia estuvo en ser una obra en Argentina, donde hasta lo más sólido se desvanece en el aire.
Ahora se hablará de reconstruirla, lo que costará millones que se podrían haber ahorrado con un sereno. O se la dejará así hasta que se caiga, como otra advertencia de que el pasado no tiene peso ni valor.