Monumental y delicado
La exposición de antigüedades Antiquaria 2004 sorprende por lo extenso y variado, de lapiceras y figurines de porcelana a atlantes en mármol y puertas colosales. Un museo fugaz de estilos y materiales.
› Por Sergio Kiernan
Primero uno cree que se equivocó de lugar y está en una galería de arte. Después se da cuenta de que el largo pasillo de cuadros y más cuadros, todos contemporáneos, es un aperitivo, una transición entre ese mundo de allá afuera y las antigüedades. Unos pasos y se entra a uno de los dos grandes salones de Antiquaria, que funcionan como debe funcionar una buena exhibición de antigüedades: como un museo accidental y pasajero, como un catálogo de estilos, técnicas y materiales.
Y si alguien lo duda, una pregunta: ¿de qué año es esa supermodernidad de lámpara que ilustra la tapa de esta edición? Esa línea, que no haría un feo en algún encuentro de jóvenes diseñadores, tiene tantos años, tantas décadas, que hace falta una abuela ya muy mayor y todavía lúcida para que se acuerden de cuando era nueva.
Salvados de inventar la pólvora, queda hasta el lunes para disfrutar de Antiquaria 2004, la muestra de anticuarios organizada por la asociación que los nuclea en San Telmo. Y hay dos cosas que avisar: la exhibición es realmente muy grande y contiene algunos tesoros.
La lámpara modernísima de tapa es parte de la colección de desvaríos Art Déco que tiene la galería de Luis Guevara en la calle Defensa. Muy especializado en ese estilo, Guevara armó un suntuoso comedor completamente déco, con mesa, sillas, muebles periféricos y dos de esas lámparas de madera y vidrios hechos a mano. Como para terminar de decorar ese ámbito, también están las decenas y decenas de figuritas de bailarinas de Margarita Bali: son un follies de chicas más o menos desvestidas, sonrientes, en todos los colores del espectro, en porcelanas o lozas, con un piecito en el aire o el cuerpito arqueado hasta el infinito. El déco le dio un significado diferente a la palabra bibelot.
En los antípodas de la textura está el repertorio británico y de maderas de Durgan, que entre cajas esquineadas en bronce y dos bellas cómodas exhibe una pieza realmente notable. Es una mesa redonda de desayuno, victoriana y decorada con delicadeza en un intarsio floral y colorido. Bella como es, la mesa tiene además un tamaño notable: las breakfast suelen ser de hasta 1,20 metro de diámetro, pero ésta tiene 1,38. Para mejor, la mesa es una tilt-top, o sea que posee un mecanismo para virar la tapa de la horizontal a la vertical y poder arrimarla a una pared como una pantalla decorativa muy especial. Tan ancha es esta mesa en particular que el borde en la vertical queda prácticamente tocando el piso.
Pasear por los salones también depara algunas experiencias teatrales. Como el arsenal gauchesco de Amarras, facones y trabucos como para la Guardia de Monte. O los mirabolescos relojes de Iadarola, que van de un delicado ormolú francés a una monstruoso Holland & Holland de un metro de diámetro digno de la más digna terminal de trenes. O la notable presencia de plateros como Carlos Pallarols –la nueva generación de la familia– o Emilio Patarca, que muestran piezas flamantes en técnicas de siempre.
En tantos rincones de la Antiquaria hay que mirar el detalle. Así aparecen los curiosos exvotos brasileños de Cándido Silva, una serie de pinturas marineras en latón o madera con que se pagaban agradecimientos por salvarse de tormentas o naufragios. O el caballero federal de levita y cinta punzó en la solapa –Viva la Santa Federación, y mueran ya sabemos qué salvajes– de García del Molino que muestra Setian. O los siete deliciosos grabados arquitectónicos de Piranesi, incluida una linda vedutta del Castel San’Angelo de Federico Marino. O la guapeada de Corsesca de exhibir un sofá victoriano con su madera dorada a la hoja intacta y su tapizado original transformado por el tiempo en un telar abstracto de hebras de seda sueltas. Y ni hablar de las lapiceras de Kullock, dos pequeñas vidrieras de objetos portables ultradiseñados, de una factura preciosista.
Y falta algo particularmente llamativo de esta exhibición. Cuando se habla de una feria o muestra de anticuarios, se piensa en muebles, objetos de arte, lámparas y objetos decorativos. En este caso se le agregan dos casosde piezas de gran porte, de demolición. Por un lado, Calvaresi exhibe una serie de esculturas francamente monumentales, en particular cuatro ménsulas de mármol purísimo, neoclásicas y con rostros diferentes que van de un severo titán a dos bellas doncellas.
Por otro lado, De Ayer y de Siempre deja con la boca abierta al que mire sus piezas. Primero por la escala: hay que ver esas puertas colocadas como cuadros, bajo techo, para darse cuenta de su formidable tamaño. Luego por su humor: hay florones de bañadera en porcelana, tiradores de cadena de baño en loza, y hasta un mostrador de bar añejísimo, completo con su bacía de zinc –con barandita–, chopera y cisne de bronce.
En fin, un placer como para irse con el block y la cámara.
Antiquaria cierra el 15 de noviembre. En el Sheraton Hotel, entrada por Leandro N. Alem. Horario de 14 a 21. Entrada $ 10. Informes en www.expoantiquaria.com