Otro destino para el Correo
Por Matías Gigli
A la vista de los acontecimientos de esta semana, el futuro del Palacio de Telecomunicaciones se está enderezando. Con la charla que mantuvieron Jorge Telerman por la ciudad, Eduardo Pérez por el Ministerio de Economía, Daniel Siberfaden por la SCA, Roberto Aisenson por el CPAU y Berardo Dujovne por la FADU, se planteó el compromiso de realizar un Concurso Nacional de Anteproyectos de Arquitectura para el edificio del correo y áreas de influencia.
El polémico anuncio del ministro de Economía, Roberto Lavagna, en una charla sobre las inversiones no tradicionales que se avecinaban y en la cual ejemplificó con el edificio en cuestión, movilizó a todo el ámbito arquitectónico. La movida ya estaba cerrada al tiempo del anuncio en sociedad: ya tenía dueño el proyecto y era el chino-norteamericano Pei. Además y como para que la audiencia entendiera lo que se iba a hacer, el ministro ilustró la transformación del palacio comparándolo con el parisino Centro Pompidou, obra paradigmática de la década del ochenta en vidrio y acero en pleno Beaubourg.
Ahora, y tras la reunión con estos tres arquitectos, la idea está cambiando para bien. Además de dar marcha atrás con el proyecto importado, se dejó en claro la necesidad de estudiar detenidamente las nuevas funciones a la cuales se adaptará el palacio y sobre todo involucrar al pequeño pero influyente mundo de los que entienden en los problemas de preservación patrimonial, los que hasta ahora nada dijeron.
Es que es necesario que quede claro: los concursos de arquitectura en la obra pública son enérgicamente promovidos en muchos aspectos por los arquitectos y tienen muchas virtudes, como la transparencia a la hora de elegir a los profesionales, la automática generación de un debate público en la sociedad, la promoción de nuevas ideas. Pero los concursos no pueden transformarse en un camino rápido para avalar y santificar emprendimientos que tienen una inversión asegurada pero son cuestionables en temas urbanísticos y patrimoniales.
El desafío es grande para el último de los ejemplos de arquitectura neoclasicista de Buenos Aires. Abierto el diálogo, es momento de llegar a un programa consensuado por todos. No sólo por los arquitectos.