Recuperando a Bustillo
El estudio Urgell-Penedo-Urgell comenzó las obras en el Hotel Continental de la Diagonal Norte, una obra medio olvidada del maestro que volverá a brillar después de décadas de nulo mantenimiento e intervenciones desventuradas.
Por Sergio Kiernan
Pocos, muy pocos tuvieron la elegancia de Alejandro Bustillo, capaz de dar gracia y armonía a cualquier volumen con apenas un par de toques. Clasicista de alma y uno de aquellos profesionales que se acordaban de que la arquitectura es la madre de todas las artes –qué tiempos esos–, Bustillo nunca perdía de vista dos conceptos ya completamente descartados por los que siguen el “ismo”: el equilibrio y la proporción.
La obra de Bustillo parece interminable, tanto que todavía es posible “descubrir” edificios con su firma, escondidos en campos particulares u olvidados en medio de la ciudad. Uno es el Hotel Continental, en Diagonal Norte y Maipú, que toma entera una de las manzanitas triangulares de la avenida y se estaba viniendo abajo despacio, por la falta de mantenimiento.
Pero Buenos Aires vive un boom hotelero, por lo que el Continental terminó comprado por un grupo de inversores y está siendo remozado por el estudio Urgell-Penedo-Urgell, con Procedimientos Gorodner a cargo de la fachada y un horizonte de meses para su reinauguración. Todo indica que la obra va a respetar el diseño del maestro, con cambios cuerdos y reformas drásticas sólo en el núcleo de servicios.
El Continental fue inaugurado en 1928 y es pariente mental de edificios como el cercano Banco Nación, frente a Plaza de Mayo. Al contrario que sus hoteles de ville, tan canónicamente franceses, y sus estancias neocriollas, el Continental es un edificio que reúne con originalidad la modernidad de esa época con un clasicismo seco, monumental pero discreto. A Bustillo le debe haber encantado, además, diseñar para un terreno totalmente exento, cosa rara en la ciudad.
El resultado es un edificio hexagonal, de tres fachadas con esquinas mochas sobre los ángulos. La planta baja estaba prácticamente abierta en un local, para el lado oeste, y una gran confitería hacia el bajo, además de la recepción y algunos servicios. Inmediatamente arriba estaba el entrepiso de oficinas. Estos dos niveles fueron tratados en la fachada como si fueran uno de doble altura, con el simple expediente de rematarlo con una importante moldura con pequeños balcones, sostenida por ménsulas masivas. Las aberturas también sugieren una inexistente doble altura, lo que aliviana gratamente la base del edificio.
Luego siguen ocho pisos que contienen las 186 habitaciones originales –ahora serán 192– representados con gran originalidad en la fachada con varios recursos. Así, en lugar de una superficie lisa con aberturas, los frentes tienen un anillo de dos molduras –que enmarcan un piso– justo a la mitad y un remate alto con ventanas a la Palladio, cuadradas y de menor altura, justo abajo de una importante cornisa que oculta un balcón corrido y el último piso. Este recurso de alturas variables se repite en bandas, con ventanas enmarcadas de a dos, en vertical, para dar mucha variedad y movimiento al conjunto.
Pero por supuesto el elemento determinante es el portal monumental justo sobre la entrada principal, con dos elegantes medias columnas flanqueadas por pilastras planas, todas sosteniendo una simple y exacta entablatura y abarcando cuatro pisos del edificio. Los vanos entre las columnas, en el diseño original de Bustillo, eran completamente vidriados, como muestra la foto de abajo a la izquierda. Pero parece que el cliente tenía vértigo, porque las superficies de vidrio hace añares que están tapados por cortinas de enrollar que resultaron permanentes y sólo dejan el equivalente a una ventana a la vista (foto de la derecha).
Las plantas del hotel son prácticamente idénticas, con habitaciones del mismo tamaño, sin suites ni departamentos especiales pero cada una con baño privado. La renovación del hotel no altera drásticamente la planta: los baños se hacen a nuevo –la mayoría estaba malamente remodelada o en avanzado deterioro– y se sacaron los enormes armarios de material para hacer espacio en una era en que nadie lleva baúles ni cajas de sombreros. Pero las habitaciones mantienen su noble piso de madera, casi todas suspuertas interiores, sus molduras y los marcos de sus ventanales, que ahora sostendrán hojas nuevas, insonorizadas y aislantes.
Como todo este tipo de obra, hay mucho trabajo de albañilería en el interior del Continental, lo que permite encontrar sorpresas constructivas de varios tipos, como las bovedillas de metal desplegado con carpetas de terminación que a veces ocultan rellenos de tierra apisonada. Los arquitectos –el estudio ya es veterano de los hoteles Jousten y Citi– también están alterando el núcleo de servicios, donde se rehace una de las escaleras de acuerdo con la normativa actual, y se construye una estructura para sostener la futura piscina de la terraza.
Allá arriba, con una sorprendente vista de la ciudad que invita a contarle las cúpulas, esperará al pasajero una sorpresa algo incongruente. Es la torre de ladrillos vistos, casi ferroviaria, que supo alojar máquinas diversas y que por un lado es bonita y por otro lado no tiene nada que ver con el resto del edificio. Una explicación es que fue agregada al diseño de Bustillo, que no hizo la obra, tal vez usando algún trabajo previo justamente para el ferrocarril. Como sea, la torre ahora será el centro de un pabellón vidriado con bar, spa y servicios para la piscina, en una terraza completamente despejada ya que los tanques de agua estarán en el subsuelo, con equipos de presión.
La ciudad está en vías de recuperar un Bustillo eminentemente patrimonial que, no sorprende, no está catalogado ni protegido. Hablando en plata, el exterior del edificio será restaurado cuidadosamente, removiendo capas y capas de pintura que por suerte resultó de base calcárea, consolidando y reparando mucha fisuración capilar y grietas. Y ya voló, sin que nadie la vaya a extrañar, la abominable marquesina publicitaria que tomaba toda la fachada, cortando en dos el noble nivel de planta baja y anulando el efecto de doble altura. Urgell-Penedo-Urgell postuló un ligero, avitralado y pequeño alero protegiendo la entrada sin molestar visualmente.
Paciencia, en meses más tendremos otro Bustillo en buen estado, tratado con cariño y dispuesto a recuperar su lugar en la geografía porteña. Es una buena noticia, porque no sobran.