Sáb 30.04.2005
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Más del Correo Central

› Por Matías Gigli

No hay dudas sobre lo interesante y necesario que es volver a poner en funcionamiento el palacio del correo y sobre lo loable del perfil conmemorativo del Bicentenario. Pero si algo no debe tener la redacción de las bases de un llamado a concurso internacional –en definitiva, el único elemento contractual con que cuentan las partes involucradas– son las frases ambiguas. Y en este llamado las hay, zonas grises en donde aflorarán a corto plazo los conflictos.

En el llamado se hace referencia a un “segundo concurso” que será de anteproyectos de arquitectura. Esto aparece escondido en un renglón del punto 12, “Derecho de utilización de las ideas presentadas”, un lugar no muy claro. Y dice: “Los autores de los trabajos seleccionados serán invitados a participar preferentemente en el concurso de anteproyectos previsto para la segunda etapa”. Esa frase es incomprensible: ¿qué se quiere decir con “preferentemente”? De tanto cuidarse las espaldas, los organizadores llaman a los problemas.

En el acalorado debate que hubo meses atrás sobre el futuro del viejo Correo Central se llegó a la tibia promesa de que se realizará un llamado a concurso de anteproyectos de arquitectura organizado por la SCA. Esto debería figurar por escrito claramente en las bases y puntualmente aclarar que el llamado tiene como objeto la confección del programa de necesidades del edificio.

Aquí es preciso aclarar que este llamado es fruto de decisiones rápidas y poco consensuadas. Pocas veces se vio un llamado que pretenda sacar tanto rédito de las presentaciones y remunerarlas tan magramente.

Para ejemplificar lo dicho: “Por el solo hecho de presentar una propuesta, los participantes ceden al Estado nacional argentino el derecho de utilización de las ideas que propongan”. Vale aclarar que las ideas se deben tomar sólo de los trabajos premiados y que por tal motivo fueron remunerados con una distinción y un premio en dinero. ¿Hasta de los que perdieron se pretende sacar provecho?

Sigue: “El organismo convocante tendrá libre uso de esas ideas y podrá utilizarlas de manera total o parcial, combinarlas o complementarlas con otras y/o replantearlas, a su entera discreción, para definir el destino que se le dará al edificio en cuestión”. Francamente se aclara que los organizadores pueden alterar y distorsionar las ideas a piacere. En un tono más benévolo, continúa: “Podrá también solicitar la colaboración de los autores, si así lo considerara conveniente”.

¿Tan mal asesorados estuvieron desde el Ministerio de Economía y la Secretaría de Cultura de la Nación en la redacción de las bases, que a simple vista parecen voluminosas por el desarrollo de la historia del edificio, pero en lo que se refiere al concurso cuenta sólo con quince pequeños párrafos? ¿Y sólo fueron utilizadas para deslindar futuras responsabilidades que lleven a tener que pagar un lucro cesante?

Que el concurso no es vinculante queda claro, pero por ahora es un llamado poco serio.

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