› Por Sergio Kiernan
En la contratapa de m2 del sábado 13 se produjo un serio error de atribución de una obra. El arquitecto Oscar Christin se encargó de señalarlo en una carta –curiosamente escrita totalmente en mayúsculas– que dice que la nota “Otra burla al patrimonio”, “induce al lector a creer que el estudio Christin-Landi Arquitectos posee una marca de fábrica basada en la demolición o burda transformación de edificios que pertenecen al patrimonio edificado”. Christin afirma que la obra de Talcahuano y Tucumán a la que se hace “referencia con desprecio” no es de su estudio. Y luego agrega que “el autor desconoce que nuestro estudio posee una trayectoria de respeto y prestigio como autor de obras que involucren (sic) el patrimonio edificado y que lo llevó a obtener el premio anual de arquitectura en obras de reciclaje 1990, el precio nacional a la mejor intervención en obras que involucren (sic) el patrimonio edificado 1998 y su (sic) participación representando a la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires en la Bienal de Arquitectura de San Pablo 2000”. Luego, y más jugosamente, termina su nota diciendo: “Más lamentamos que sin la información correcta ni el conocimiento previo de las condiciones que rodean cada intervención, y desconociendo asimismo la intervención del municipio (sic), se ofrezca al lector una opinión tan equívoca (sic) y agresiva sobre nuestro trabajo en la ciudad”.
El arquitecto Christin tiene razón en una cosa: que su estudio no perpetró la destrucción del edificio Art Nouveau de Tribunales, honor que pertenece a Luis Caffarini. Por lo demás, tal vez cegado por el enojo que tan bien expresan sus mayúsculas, lee mal: la nota no dice nada en absoluto de la trayectoria del estudio Christin-Landi, no inventa ninguna “marca de fábrica” y se limita a la obra de Cerrito y Corrientes. Obra que es una falta de respeto total a la misma idea de patrimonio y sí es de la autoría de Christin-Landi: el edificio fue totalmente arrasado en sus interiores, se arrancaron todas las carpinterías de las aperturas, se tiraron hasta las rejas de sus balcones y su cúpula quedará como un corchito, sacada de proporción por una especie de mansarda de dos pisos de altura que se está terminando ahora.
Claro que este suplemento no conoce “las condiciones” que rodearon “la intervención” de los arquitectos, manera oblicua de Christin de decir que la culpa es del cliente. Que haya que aprovechar el FOT al máximo para facturar lo más posible, ¿es una disculpa? Que el cliente no quiera tomarse el trabajo de mantener las aberturas, ¿es una disculpa? (¿Y las rejas? ¿También fue decisión del cliente?) Que el “municipio” haya aprobado la obra, ¿la hace legítima? Ya se sabe que el FOT y el gasto menor son ley sagrada, y que el gobierno porteño va a aprobar este tipo de desmanes, entre otras razones porque no existe una ley que las frene.
El edificio de Cerrito y Corrientes fue elegante y patrimonial sin ser ninguna genialidad de diseño. Ahora es una maqueta, una falta de respeto realizada por dinero. Un arquitecto de la trayectoria de Christin ya sabe que no siempre se puede tener el cheque y también el prestigio. Y también sabe que es su nombre, el de su estudio, el que está en el cartel de obra.
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