NOTA DE TAPA
Los arquitectos Carlos Gronda y Arturo de Tezanos Pinto ensayan un conjuro entre materiales autóctonos, tecnologías ancestrales y diseño contemporáneo para su etiqueta de muebles Usos.
› Por Luján Cambariere
A los chicos de Usos –Carlos Gronda (34) y Arturo de Tezanos Pinto (28)– los conocemos hace tiempo, cuando en el 2002 bajaban desde Jujuy con su calidez norteña, factura artesanal, materiales autóctonos y otra esencia y fuimos a conocerla. Arquitectos egresados de la Universidad Católica de Córdoba, se preguntaron desde un comienzo por su identidad. Así, empezaron a trabajar en una finca en las afueras de San Salvador de Jujuy, en Carahunco, recuperando el trabajo de los artesanos de la zona que conocían por su virtuosismo y sus caprichos. En un diálogo permanente de búsquedas, idas y vueltas, lograron ir rescatando ciertos saberes en piezas actuales. El tiempo pasó, viajaron a Londres, Roma, Holanda, pero nunca se desviaron de los principios que descubren nuevos escenarios para el diseño donde la ética prima sobre la estética. La apertura de su fábrica fue la excusa para conocer de primera mano la magia andina.
Diálogo permanente
Cuando uno pisa suelo jujeño todo cierra. El escenario es perfecto. La fábrica está emplazada donde para algunos termina nuestra geografía, pero en donde en muchos sentidos comienza. Es una cruza de paisaje imponente con espiritualidad, ritos andinos, tradiciones milenarias y don de gentes. Con ellos nada se pierde. Imposible bajar a tierra a esa altura. Martín Rodríguez Carranza, el ingeniero de la planta que hoy ostenta quince empleados, muestra planos y manuales de procedimiento. El sector de carpintería, el de lustre, la talabartería, la herrería. También las ampliaciones que están por venir. Bajo esta nueva modalidad, desde la etiqueta, pudieron integrar todos los procesos productivos, además del mantenimiento, almacén y control de calidad. Los artesanos-operarios portan todo tipo de protectores –auditivos, visuales, botas, barbijos– y el bollo de coca a un costado de la boca. Entre ellos, hay una mujer carpintera.
“Fuera de los que iniciaron el proceso, los demás fueron convocados a través de un aviso en el diario donde pedíamos ‘gente con ganas de aprender e incorporase a un equipo en crecimiento’. Acá nosotros no pagamos sólo un sueldo sino que invertimos mutuamente. Y es un gran desafío teniendo en cuenta que acá, muchas veces, la gente es incumplida. No se respetan los tiempos y pocos asumen compromisos laborales formales”, cuenta Rodríguez Carranza. Verónica, la carpintera, suma otra terminación, otra mano, otra suavidad en el diálogo con la madera. “Y a los varones los tiene cortitos. De todo se aprende”, sostienen.
“Cuando con Carlos decidimos dar el paso a la fábrica,” relata Tezanos Pinto, “optamos por el profesionalismo pero sin perder nuestra esencia.” Gronda suma que “para que salga un buen mueble, las personas tienen que querer lo que están haciendo. Se tienen que sentir a gusto en el lugar, estar contentos con el sueldo y con la madera, y asumir un compromiso que perdure en el tiempo”. Los socios creen que lo interesante es la creación de nuevos mecanismos de artesanato. “Nosotros tratamos de ser lo más contemporáneos que podemos en cuestiones de diseño, en un diálogo permanente que logre el rescate, no la imposición, de un sistema sobre el otro”, explica Tezanos Pinto. “No nos cansamos de aclarar que no somos sólo una fábrica de muebles sino que hacemos productos de alto valor de diseño. Nunca un carpintero en todo Jujuy trabajó con estos estándares de calidad. Y eso nos enorgullese”, remata.
“En la fábrica todos somos el eslabón de una cadena. Nos peleamos con esa idea frecuente en el norte donde el patrón no tiene relación con sus empleados. Acá el trabajo es en conjunto. Nosotros somos conscientes de que aprendemos muchos de ellos, sobre todo de los más grandes, y los escuchamos y respetamos”, suma Carlos.
Piezas únicas
Así, enseguida aparecen los esqueletos, las partes, de las piezas que solemos ver relucientes en las ferias o en su local en Buenos Aires. Se descubren las familias. Cada una con sus formas, sus características, sus tonalidades, pero un mismo lenguaje. Maderas genuinas de la zona como el cedro, kiri, algarrobo, nogal, lanza, cardo, cebil, quina y lapacho y el cuero, tiento, tintes naturales, algodones, lanas de oveja y llama que dan vida a sus productos. En dulce montón, dan el presente algunos modelos de la colección Atada, como la silla Andina en madera de cedro con respaldo de tientos trenzados, la Longeada en madera de cedro con asiento en lonjas de tientos graneados, la Poltrona en madera de palo blanco teñida con anilinas naturales con tientos de cuero crudo trenzados y la mesa Cardonada con madera de cedro y cardón.
También está parte de la línea Zafra, con la banqueta Tupac de estructura de madera de nogal cubierta con cuero crudo y estructura cromada desmontable, y las mesas Abombadas de estructura circular cromada cubierta con cuero crudo atado con tientos, o las Panzonas de cromo cubierto con cuero de chivo, como emblemas. Sobresaliendo por su colorido y mística, la nueva niña mimada de la dupla, la Carnavala. Presentada en sociedad hace unos meses en la feria Puro Diseño, con el banco Ojo en madera de cedro y pacará teñidos con anilinas naturales como vedette, la banqueta Rolliza en cedro también teñido con tintes naturales y almohadones de colores, la mesa en cedro, algarrobo y cardón teñidos, los bancos Brancusi en palta, los percheros Diábolo, los espejos Toruno y pompones de colores que aseguran traen buena suerte. Cada una de sus líneas atesora su historia, revive la memoria y deja su huella, por supuesto, para quien quiera apropiársela.
La magia del tiento
Ritual si los hay el de los talabarteros que en la fábrica tienen su lugar de privilegio. “La parte más gaucha de la planta”, según el ingeniero. Sin duda, el sitio donde se cuece parte de la poética de sus piezas. Es que en Usos trabajan el cuero en forma natural a la manera de los viejos artesanos. Así, el cuero llega entero. Lo parten a la mitad, lo remojan, de ahí al sol para que se oree, lo cortan a cuchillo para sacar el tiento. El cuerpo se tensa, la magia comienza. La humedad y el viento hacen su juego. Ellos lo conocen y lo campean. Vuelven a tirar al agua los rollos de tiento. Lo igualan a ojo, a mano, con fuerza. Gabriel y Rogelio son los domadores. Para algunas piezas como el banco Cajón de la colección Zafra de madera de nogal y una estructura cromada desmontable, lo van amasando, estirando con sumo cuidado y delicadeza –majar el cuero, le dicen–. ¿Como material? “El cuero es noble y rebelde. Tiene vida propia. Es hermoso trabajarlo. Aunque a veces sea muy caprichoso. El cuero es como la mujer, hay que mimarlo, cuidarlo. A veces no tenemos el mismo ímpetu para trabajarlo, y hay que dejarlo. Si te empecinás lo echas a perder. De nuevo, como con la mujer”, señalan. Cerca de ellos está Santiago, el artesano más experimentado de la planta. El responsable del lustre y todo un experto en tintes naturales. Verdes, rojos, turquesas, violetas, ocres no se le resisten y salen de la alquimia de sus manos.
Agradecemos especialmente al Cabe, a Carlos Ernesto, al Tío José Domingo y a Euge la realización de esta nota.
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