Una crítica habitual a los edificios contemporáneos es la falta de un carácter que los distinga y los individualice del conjunto de lo construido. Ejemplo de eso son los nada económicos conjuntos de viviendas en el barrio llamado “la isla” de Puerto Madero, que tienen la escala de los viejos docks pero sin ningún carácter especial que los distinga. En pocas palabras, poca arquitectura y mucho real estate.

Cuando al estudio Moore, Ruble & Yudle le encargaron el proyecto de un conjunto habitacional de 27 unidades en forma de un pequeño condominio en la ciudad de Malmo y tan al borde del agua como la “isla” de Puerto Madero, acababa de llegar de vuelta uno de sus integrantes de un viaje de turismo por Buenos Aires. James O’Connor, proyectista a cargo del trabajo, cuenta que no bien vio las fotos de las casas de La Boca en las cercanías de Caminito, entendió que por ahí pasaba el clima y varias ideas interesantes para empezar a pensar el conjunto de Malmo y darle un clima propio que alegrara las vidas de sus habitantes en la fría ciudad sueca.

O’Connor acaba de pasar por Buenos Aires por segunda vez en el año, esta vez para dar una charla en la X Bienal de Buenos Aires, y sigue impactado con La Boca. Tal es su gratitud por ese barrio nuestro que al final bautizó el conjunto sueco con un nombre porteño for export, “Tango”.

Alegorías aparte, el conjunto rescata la diversidad de situaciones en donde ni un solo departamento repite exactamente el mismo esquema. Cada uno tiene variaciones y rodeando al espacio central se ubicaron ocho torrecitas de colores metálicas con balcones y espacios de reunión cerrados. El esquema es básicamente una U mirando al agua, contiene un espacio común y muestra todo lo que se puede hacer cuando hay voluntad para pensar en una vivienda de buen nivel económico pero con carácter comunitario. Una combinación que no se encuentra en nuestro país.